La llegada al Capitolio y la preparación

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Abrí los ojos poquito a poco... Me costaba respirar. Además, la luz era cegadora, las paredes, demasiado blancas. El instinto me obligó a llevarme la mano a la herida de la barriga, pero me encontré con un camisón blanco y, bajo él, una piel tersa y suave. Ni un rasguño.

Yo sabía que en el Capitolio hacían maravillas, pero tenía muy claro también donde se hincó el hacha de Robianne. Me llevé la yema del dedo a la nariz, e igual: perfectamente.Respiré profundamente y me incorporé, aunque me dio tumbos la cabeza. Me levanté de la camilla y me mareé, provocando que, del resbalón, se me soltara un tubo que tenía conectado a las venas del antebrazo. Fruncí el ceño, extrañado. Empecé a andar por la habitación, buscando alguna señal que me indicara que todo era mentira: que esa habitación no existía y que pronto me reuniría con Maysilee. Pero no. Era de verdad.Con mi mente en la arena (probablemente a kilómetros de aquí) no me dí cuenta de que una mano me sujetó la muñeca y me dio un jeringazo de algo... Algo relajante, mucho. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo, y luego me desplomé en el suelo.Abrí los ojos de nuevo. Volvía a tener un tubo de morfina inyectado en la muñeca, con la salvedad de que tenía el abdomen sujetado a la camilla por medio de cinturones. Empecé a cabrearme seriamente, yo sólo quería arrancarme la droga. Me revolví, causándome daño, más que otra cosa; pero sin resultado alguno. Al fin y al cabo, vengo de unos juegos, y estoy cansado.La puerta se abrió, y Theugos entró en la sala, sonriendo de oreja a oreja.-48 jugadores... ¡48 malditos jugadores! Y has podido con todos, Haymitch, con todos. Que fuerte eres.- Ignoré eso último, por que entre esos estaba May.-Muy fuerte sí, a los de aquí los tengo cagados, porque no entiendo... ¡Por qué cojones estoy aquí atado!- ado, ado, ado... A mi gritó solo le respondió el eco.-Motivos de seguridad-. Se encogió de hombros.-Pues has hecho lo correcto, T -le reprendí-. Porque si no ya te habrías enterado... -Él me miró extrañado-. ¡Poesía en los Juegos, joder! Haber sido más explícito. Yo fui un idiota y no conseguí averiguar lo que era, ¡pero tú podrías haber hecho el esfuerzo de explicarte un pelín mejor!Nos enzarzamos en una discusión sobre quien tenía la culpa, hasta que Theugos frenó:-Espera.. Vale, ambos tuvimos culpa, y tú estás muy dolido, pero por qué, ¿por la muerte de Maysilee? Sabes que el teatrillo lo puedes abandonar ya, ¿verdad?Me revolví más aún:-¿Teatrillo? ¡Algo así no se finge, o por lo menos, yo no sé! No soy un actor, soy un tributo.-Vencedor -me cortó.-...vencedor -proseguí-,  que preferiría haberse tirado por mi barranco que haber abandonado a Maysilee otra vez. Porque murió porque yo la abandoné. Por que fui un cobarde: tendría que haber estado con ella hasta el final.-¿Para qué? ¿Para dejarla ganar y hacer que ella no fuera capaz de vivir con ello?-. Eso me dejó pillado.-No lo sé. ¿Por qué no me desenchufas el chute de morfina y hablas con alguien en plena posesión de sus capacidades mentales? -'y físicas', añadí mentalmente.-Porque los médicos han decretado que te droguemos hasta llegar al Capitolio, que allí te prepararás y esta noche será la entrevista con Caesar.-De lujo... ¿Qué hora es?-La una del mediodía -me resopló.-¿Y cuanto dices que llevo aquí durmiendo? -le pregunté otra vez.-Pues a ver, ganaste por la mañana, y ya es mediodía, llevas aquí un día y poco -dijo.-¡Hostias! ¿Si que está lejos, no? -me asombré. Theugos no me entendió, probé a explicarme de otra manera-. Esto es un aerodeslizador, de esos que van a una velocidad impresionante, y llevamos aquí más de un día... ¿La distancia entre la arena de este año y el Capitolio viene a ser la misma que del Capitolio al distrito doce?-. Él me entendió, y susurró por lo bajo:-O al trece...-Le miré con cara interrogante, pero se hizo el loco.El tiempo seguía corriendo, al rato me desataron pero no me dejaron arrancarme el tubo, y el aerodeslizador fue disminuyendo la velocidad. Entonces me dijo Theugos:-Hala chaval, te doy permiso, desendrógate-. Sonreí, y me quité el tubo.La ensoñación desapareció, y la dosis de realidad que probé me sentó bastante mal. Me pasaron una ropa mediocre (para ellos, para mí era como 'madre mía..') y me la puse: una camisa verde bosque de manga corta y unos vaqueros negros con unas zapatillas de lona típicas del distrito 4. Muy moderno todo.Bajamos por una trampilla que se abrió en el suelo y, por una escalerilla, bajamos hasta el helipuerto de la terraza del edificio de tributos. Esto era nuevo. Miré a Theugos y él me lo explicó: -Nuevo método. Hay mucha gente ahí abajo.- Miré por el pollete y me di cuenta de que tenía razón: un radio de aproximadamente un kilómetro alrededor de la plaza estaba lleno de gente, lleno.Bajamos en el ascensor a nuestra planta, la doce. Los dos nos miramos: era la segunda vez que Theugos pisaba esta sala después de unos Juegos. Cuando él quedó vencedor, y ahora. Un mentor se va a casa si el tributo muere. ¿Cuántos tributos habrían fallecido ya con T como mentor? ¿10, 12?Entonces caí, que ese iba a ser mi futuro. Me tocaría turnarme con T los vencedores, él entrenaría al chico y yo a la chica, o al revés. Dejaríamos de ser un equipo, trabajaríamos para que nuestro tributo venza, aunque lo más probable es que ambos mueran.Por un pasillo llegamos al comedor, donde la mesa ya estaba puesta. Me lancé a por un estofado de carne con una salsa que picaba un montón, y para mi sorpresa, me llené cuando no llevaba ni la mitad del plato. Atónito, me giré hacia Theugos:-Eh, T, tío, ¿qué le han hecho a mi estómago?-Aaaaah, eso. Bueno, la rubita del 1 no pudo contigo pero pudo con gran parte de tus intestinos. Cuando te operaron se dieron cuenta de que tu estómago se quedaría proporcionalmente demasiado grande, y que ingerirías más comida de la que tu intestino podría descomponer. Eso te causaría graves problemas y...-En castellano- Le corté.-Irías mucho al baño, mucho muchísimo.Resoplé. Entonces, miré a la mesa de los postres... Y de las bebidas: con un poco de suerte el líquido encontraría alguna rendija para pasar por entre la comida y acoplarse en el hígado. Olí una botella, 'Anís blanco'. Esto mismo. Serví una copa, pero cuando me giré hacia Theugos, él negó con la cabeza:-Eso es muy fuerte, y esta noche deberíamos estar sobrios. Yo paso-. Entonces me encogí de hombros y le dí un trago. Una garra de acero al rojo vivo me arañó la garganta, pero me gustó. Me bebí el resto de la copa del tirón, y sí, estaba fuerte.Un mareo me inundó y me tuve que sentar en una silla. Espero que el alcohol no haga mucho efecto si no bebes mucho.Me dirigí a mi cuarto y, como pude, me desprendí de la ropa. Vestido sólo con unos boxer me interné en las sábanas blancas y me quedé sopa. Me desperté al cabo de un rato, serían las cinco y media más o menos. Me fui al baño y me lavé los dientes y la cara varias veces para quitarme el olor a alcohol, pero se ve que eso se impregna en mi cuerpo pero bien, así que me metí en la bañera y pulsé unos botones al azar: un chorro de agua caliente recorrió mi pelo y por los laterales de la bañera salieron burbujas con olor a bayas silvestres. No podían oler a limón o a fresa. No. A las bayas que acompañaban los dardos de May. Bien empezamos.Salí, me sequé y me vestí. Me fuí al comedor y empecé a mordisquear una rosquilla de azúcar cuando entraron en tromba los ayudantes de Shana, mi estilista.-¿Pero tú sabes que hora es? -gritaba el de las antenas doradas, o cuernos, o lo que fueran.-Súper, súper, ¡súper! tarde -le acompañó una muchacha de piel moteada en tonos lilas.Entre los dos me arrastraron hacia la sala del sótano, donde me arreglarían y me vestirían para la entrevista y la posterior coronación. Repulsivo.Cuando llegamos, Fury, la chica, me olió el pelo:-Mmmm, bayas. Ya te has duchado, ¿verdad? Eso nos ahorra tiempo, ¡bien!No pude evitar sonreír, esa chica era como muy inocente. Me depilaron los brazos, las cejas, la pelusilla del bigote... En fin, todo. Luego me echaron unos potingues en la cara y los dejaron ahí mientras me manoseaban el pelo, hablaban de 'enguimonarlo' o 'engominarlo' o no sé qué. Pero para mi suerte llegó Shana, que me sacó del apuro.-A este zagal la mata de pelo negra no se le toca: le da una aire rebelde que le ha acompañado desde el principio.- Luego sonrió y añadió-: de lo que queda me encargo yo, id a arreglaros-. Y les guiñó un ojo.Se fueron dando saltitos de alegría y me quedé a solas con la castaña de ojos maquillados con mucho negro. Empezó a hablar.-A ver, tu traje no va a ser muy enrevesado, al igual que tu carácter. Supongo que ya lo habrás hablado con T-. Le miré extrañado.-Pues no, la verdad -me encogí de hombros-. Como él no me ha dicho nada, pensaba actuar como en la primera entrevista.-Ya, pues no -me cortó-. En la otra entrevista permitieron tus vaciladas porque solo eras un tributo de uno de los distritos más pobres en unos Juegos con el doble de participantes. Pensaban que te morirías, posiblemente ni repararon en ti. Pero has ganado, y además te has burlado del Capitolio: los vigilantes no tenían planeado que nadie descubriera ni usara el campo de fuerza.-¿Y ahora cuál es el plan?-. Le miré a los ojos.Ella me sostuvo la mirada, y me pasó el traje. Otra camisa verde, del mismo tono exactamente que mis ojos, y unos pantalones negros con unos zapatos de cuero negros. Encima llevaba una chaqueta más o menos formal, aunque me la remangué ligeramente.Ella me dobló el cuello de la camisa por fuera y me volvió a mirar a los ojos.-Tú amabas a Maysilee, ¿me equivoco?Aparté la mirada, la dirigí al suelo. -No-. Ella sonrió.-Bien. El vídeo será bastante emotivo, procura no llorar, eso mancharía tu reputación de rebelde-. Me guiñó un ojo, haciéndome curvar ligeramente los labios-. Ahora en serio, Caesar centrará tu entrevista en tu amor por Maysilee, ese mismo amor que te hizo cometer una locura con tal de ganar, y como tú mismo le dijiste de ganar 'por ella'. Lleva la entrevista como puedas y mucha suerte.Me besó en la frente y me señaló con la cabeza el tubo que me haría aparecer en el plató en cuestión de segundo. Respiré hondo y puse un pie en él. Luego el otro.Luego se cerraron las puertas.Miré a Shana.Levantó un pulgar hacia arriba en señal de aprobación y el tubo subió.Pero no había nada que hacer, el Capitolio me la tenía jurada.

Haymitch, gana por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora