Querida Anne,

214 12 0
                                    

Cuando salí de la casa de Haymitch verdaderamente no me creía lo que estaba pasando. ¡Me daban ganas de entrar en esa casa otra vez y estamparle los bollos de frutos secos en la cara! Supongo que no me queda otra que irme a casa, almorzar y ya veré que irá después.

Camino durante casi una hora, porque la veta está a un tirón de mi casa, y cuando llego la mesa ya está puesta. Mi madre está sentada al lado del asiento de mi padre, que está vacío, y chasquea la lengua cuando paso junto a ella.

-Sube a asearte, Anne. Esas ropas no son las adecuadas para sentarse a la mesa -me pide.

-Será un momento -asiento, y subo las escaleras de dos en dos, provocando otro chasqueo de lengua por parte de mi madre. Ella consiente mis modales siempre y cuando mi padre no me vea, así que en cuanto me ducho me pongo una blusa burdeos con unos pantalones blancos ajustados y unas bailarinas. Me recojo el pelo con una cinta y bajo las escaleras con el mejor de mis andares.

Mi madre sonríe y asiente <<Mucho mejor.>> pronuncia sin alzar la voz. Me siento a su lado justo cuando mi padre hace su aparición.

-¡Qué bien huele! -sonríe y se sienta a la mesa. Uf, cuando viene de ese humor es porque ha pasado o va a pasar algo genial, y lo que para él es genial, para mí, por norma general, no lo es.

-Te veo muy bien, padre. ¿Qué tal ha ido el día?

- ¡Maravilloso, no te haces una idea! Tenía un tema muy delicado entre manos y ha salido a pedir de boca. Por cierto, ¡tenemos compañía! -contesta alegre. <<NO, NO, NO, QUE NO SEA ÉL, POR FAVOR>> ese pensamiento rebota en mi cabeza con tanta fuerza que por un instante pienso que lo diré en voz alta.

-¿Ah sí? -pregunto.

-¿No te lo he dicho, querida? -me mira mi madre-. Van a venir a comer el alcalde Undersee, su mujer y su hijo.

Y por eso debía arreglarme. Mi hermana hubiera sabido qué hacer en este instante, probablemente se hubiera levantado con la excusa de subir al aseo y hubiera bajado por la ventana de nuestro balcón, o algo igual de ingenioso, para pirarse de esta casa. Pero yo no puedo hacer otra cosa que asentir y sonreir.

-Bueno, genial. Será una buena comida -replico fingiendo una sonrisa. Ese hombre no me cae nada bien, pero me encanta en comparación con su hijo, Norman. Odio a ese muchacho: es un niño mimado, prepotente y bastante inmaduro a pesar de ser tres años mayor que yo. Y su madre es la versión engreída de mi madre: ambas son coquetas y algo cotillas, pero mi madre al menos es respetuosa, discreta y agradable, características de las cuales carece la Señora Undersee.

Se oyen unos repiqueteos en la puerta y me levanto a abrir, con algo de desgana. Agarro el pomo de la puerta y cuál es mi sorpresa, cuando al otro lado del umbral de la casa está Ghum, el amigo de Haymitch. Abro mucho los ojos y le miro con cara interrogante, y él me tiende una cesta con una tela.

-Ya ha llegado el pedido que hiciste hace unos días, Anne. Será mejor que lo guardes donde tus padres no lo vean, ya sabes, por eso de que querías hacerle un vestido a tu madre y que fuera sorpresa -me dice. Yo asiento, le doy las gracias y meto la mano en el bolsillo del pantalón para 'pagarle' cuando él me corta.

-¡Ah! Y gracias por habernos pagado por adelantado, si no sería un embrollo -dice en voz lo suficientemente alta para que le oigan mis padres.

-De nada, ya hablamos -le digo, aún algo confusa.

-¿Quién era? -me pregunta mi madre una vez cierro la puerta. Yo le sigo el juego a Ghum y me pongo la cesta tras la espalda.

-El muchacho del puesto de las telas. Es para, eh..- Hago como que busco una excusa con fingida inocencia y luego me encojo de hombros-. Le hice un encargo, ¡ya lo verás!

Haymitch, gana por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora