VII

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Tras el volante del crucero ultrarrápido de la policía, Anderton resumió el contenido del informe de la minoría obtenido. Lisa escuchó sin hacer comentarios, con las facciones contraídas y las manos nerviosamente enlazadas en la falda. Bajo la nave discurría el terreno destruido por la guerra, en un vasto panorama de ruinas y desastre. Un espantoso paisaje lleno de cráteres, como un mapa lunar, moteado de tanto en tanto por algunas pequeñas granjas y fábricas.

—Me gustaría saber —dijo Lisa, cuando su marido hubo terminado— cuántas veces habrá ocurrido esto antes.

—¿Un informe de la minoría? Muchísimas veces.

—Quiero decir, que uno de esos premonitores se haya desfasado. Usando el informe de los otros como datos... y reemplazándolo. —Sus ojos se oscurecieron y añadió—. Tal vez una enorme cantidad de personas de las que se encuentran en los campos de detención, están en tus mismas condiciones.

—No —insistió Anderton. Pero ya comenzaba a sentirse incómodo ante tal pensamiento—. Yo estaba en condiciones de ver la ficha, y poder leer el informe. Eso es lo que hice.

—Pero... —Y Lisa hizo un gesto significativo—. Tal vez todos ellos habrían reaccionado de la misma forma. Podríamos haberles dicho a todos ellos la verdad.

—Habría sido un riesgo demasiado grande —repuso Anderton con testarudez.

Lisa soltó una nerviosa carcajada.

—¿Riesgo? ¿Oportunidad? ¿Incertidumbre? ¿Con los premonitores a mano?

Anderton se concentró en la conducción de la nave.

—Este es un caso único —repitió—. Y tenemos ahora un problema inmediato. Ya discutiremos los aspectos teóricos más tarde. Debo llevar este registro a las personas idóneas antes que tu brillante amigo pueda demolerlo.

—¿Quieres hablar de eso a Kaplan?

—Ciertamente que voy a hacerlo. —Y dio unas palmadas sobre el registro que yacía en el asiento entre ambos—. Estará muy interesado. Es la prueba indicando que su vida no está en peligro y eso debe tener una importancia vital para él.

Lisa sacó los cigarrillos del bolso.

—Y supones que querrá ayudarte...

—Puede que lo haga... o tal vez no. Es un riesgo que vale la pena correr.

—¿Cómo te las arreglaste para desaparecer tan pronto? Un disfraz tan completo y efectivo es difícil de obtener.

—Con dinero se consigue todo —repuso Anderton evasivamente.

Mientras fumaba, Lisa insistió:

—Probablemente Kaplan te protegerá... Es muy influyente.

—Yo creí que sólo era un general retirado.

—Técnicamente, eso es lo que es. Pero Witwer se hizo con su expediente. Kaplan encabeza una extraña organización de veteranos. Actualmente, es como una especie de club, con un número restringido de miembros. Altos oficiales solamente..., de varias nacionalidades, procedentes de ambos bandos de la guerra. Aquí en Nueva York mantienen una sede en una gran mansión, disponen de tres publicaciones y ocasionalmente de emisiones de televisión, todo lo cual les cuesta una pequeña fortuna.

—¿Qué es lo que intentas decir?

—Sólo esto. Me has convencido que eres inocente. Es decir, resulta obvio que no cometerás ningún asesinato. Pero tienes que darte cuenta ahora que el informe original, el informe de la mayoría, no era una falsedad. Nadie lo falsificó. Ed Witwer no lo creó. No existe complot alguno contra ti y nunca lo hubo. Si aceptas ese informe de la minoría como genuino, habrás aceptado también el de la mayoría.

El Informe de la Minoría - Philip K. DickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora