VIII

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Witwer salió a su encuentro en el tejado del edificio de la Policía. Mientras la pequeña nave tomaba contacto con la terraza, una escolta de policías mantenía una estrecha vigilancia. Anderton se aproximó inmediatamente al joven de cabellos rubios.

—Ya tiene lo que deseaba —le dijo—. Ahora puede encerrarme y enviarme a un campo de detención. Pero creo que no será suficiente.

Los pálidos ojos de Witwer parpadearon con incertidumbre.

—Me temo que no comprendo.

—Es culpa mía. Nunca debí abandonar el edificio de la Policía. ¿Dónde está Wally Page?

—Ya le echamos el guante y está a buen recaudo —replicó Witwer—. No nos molestará más.

—Le ha detenido usted por una razón equivocada. Permitirme entrar en el bloque de los monos no era ningún crimen. Pero pasar información al Ejército, sí que lo es. Ha tenido usted a todo un regimiento trabajando para el Ejército. —Y se corrigió a sí mismo, añadiendo—. Es decir, lo he tenido.

—He retirado la orden de captura hacia usted. Ahora los equipos están tras Kaplan.

—¿Alguna suerte hasta ahora?

—Se marchó de aquí en un camión blindado del Ejército. Le seguimos, pero el camión entró en unos barracones militarizados. Ahora tienen una gran cantidad de tanques gigantes R-3 del tiempo de la guerra bloqueando la calle. Será toda una guerra civil el poder abrirse paso.

Con lentitud y vacilante, Lisa salió del aparato. Aún aparecía pálida y estremecida, mostrando claramente las señales de violencia de Fleming en la garganta.

—¿Qué le ha ocurrido a usted, Lisa? —le preguntó Witwer. Y en seguida advirtió la silenciosa e inerte figura de Fleming en el interior—. Bien, ahora supongo que ya habrá dejado de creer que yo conspiraba contra usted —concluyó mirando fijamente a Anderton.

—Sí.

—No pensará usted que yo... he intrigado para arrebatarle el puesto.

—Seguro que sí. Todo el mundo es culpable en este asunto. Y yo estoy conspirando para evitarlo. Pero hay algo más... de lo que usted no es responsable.

—¿Por qué afirmaba usted que era demasiado tarde al volver para entregarse? Dios mío, tendremos que confinarle en un campo. La semana pasará y Kaplan todavía estará vivo.

—Estará vivo, sí —concedió Anderton—. Pero puede probar que estaría vivo aun si yo estuviera paseando por las calles libremente. Tiene la información que demuestra que el informe de la mayoría no es válido. Puede destruir el sistema Precrimen. Sí, con las dos caras de la moneda, cara o cruz, él gana... y nosotros perdemos. El Ejército nos desacredita, y su estrategia sale triunfante.

—Pero, ¿por qué arriesgan tanto? ¿Qué es exactamente lo que quieren?

—Después de la Guerra Anglo-China, el Ejército perdió mucha de su autoridad. Ya no era lo que fue en los días de la Alianza del Bloque Occidental, en que lo gobernaban todo, tanto los asuntos militares como los domésticos. Y tenían su propia policía.

—Como Fleming —murmuró Lisa.

—Terminada la guerra, el Bloque Occidental fue desmilitarizado. Los altos oficiales como Kaplan, fueron retirados y apartados del mando. Y a nadie le gusta eso. —Anderton hizo un gesto—. Yo puedo simpatizar con él a ese respecto. No ha sido el único.

—Dice usted que Kaplan ha vencido —dijo entonces Witwer—. ¿Hay algo que pueda hacerse?

—No voy a matarle. Nosotros lo sabemos y él también lo sabe. Probablemente vendrá hacia nosotros con algún arreglo especial. Continuaremos en nuestras funciones pero el Senado abolirá nuestra base real de apoyo. No creo que le gustase, ¿verdad?

El Informe de la Minoría - Philip K. DickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora