En la semana siguiente, era como si Pan hubiera desaparecido completamente de la Isla. Como si simplemente quisiera esfumarse de la vida de Tamina y darle más tiempo del que ella necesitaba.
─Necesitó tu polvo Campanita─ pidió Félix entrando apresuradamente al hogar de ésta.
─ ¿Cómo has dicho? ─ inquirió ella posicionándose frente a él con una mirada desafiante.
Félix suspiró.
─ ¿Me darías algo de tu fabuloso polvo de hadas, querida Campanita?─ volvió a preguntar, exagerando dulzura en su tono de voz.
La aludida esbozó una brillante sonrisa.
─Mucho mejor.
El muchacho resopló exasperado.
─Solo dame el maldito polvo, es urgente.
Campanita lo miró molesta pero rápidamente se apresuró en darle una pequeña bolsita de tela en donde había suficiente ración de polvo de hada para una persona.
─Gracias.
─ Vaya─ exclamó ella sorprendida.─ Pero si te has dignado a darme las gracias. Esto es motivo para realizar una gran celebración en tu honor Félix, estas adquiriendo modales.
El rubio puso los ojos en blanco ante las ocurrencias de su amiga.
─Tú y tu sentimentalismo Campanita, nos vemos luego.
─Me debes una, Félix.
El muchacho se giró sonriente.
─ ¿Cuándo no?
Y dicho eso salió apresurado del pequeño hogar del hada. Se paró en lo más alto de la montaña en donde se encontraba la casa y se roció el polvo de hada por todo el cuerpo.
Iba a toda velocidad; el viento golpeaba su rostro, eso de volar jamás se le había dado muy bien. Tenía que encontrar a Pan, y probablemente darle un buen golpe en el rostro para que dejara su estúpido juego de niños.
«Por Dios» pensó él.
Félix no podía creer la gran estupidez de Pan, tenía a Tamina en el campamento de nuevo y no hacía nada por recuperarla, en lugar de eso corría a esconderse a sabrá Dios dónde.
El muchacho visualizó a lo lejos una pequeña Isla en forma de calavera, en donde una tenue luz sobresalía por los orificios que serían los ojos de ésta; La famosísima Isla Calavera, donde yacía toda la magia de Nuca Jamás.
Félix no dudó en acercarse.
En menos de unos minutos estaba llegando a la parte inferior de la Isla, y como siempre, tropezó al aterrizar. Se fijó en las antorchas que iluminaban el pequeño lugar. Pero la mirada de Félix rápidamente se enfocó en las pisadas marcadas que había entre la tierra, y que se dirigían paso arriba, por una esquina empinada.
El muchacho siguió las pisadas con cautela, hasta terminar en el enorme reloj de arena dorada que había allí. Se detuvo un momento a mirar la arena que realmente era de oro, pocas veces había estado allí pero jamás se había detenido a mirarla con tanto fervor, aquello era magnífico.
Escuchó las pisadas de alguien más subir por donde había venido. Félix se alarmó y rápidamente corrió a esconderse en un hueco que había entre el reloj y parte de la cueva, asegurándose que nadie lo viera. Era poco probable que lo encontraran allí.
Las pisadas se hacían cada vez más fuertes, mientras que Félix preparaba una flecha sobre la ballesta. El corazón le comenzó a martillear con fuerza en el pecho.
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Can You Love Me Again? [/Peter Pan/]
Fanfic─¿Me creerías si te digo que Pan alguna vez estuvo enamorado?