Año Nuevo

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Era más de media noche, y la nieve caía silenciosa y hermosa al otro lado del ventanal que tenía las cortinas corridas a ambos lados de ésta, permitiendo que la poca luz de la calle entrara a la habitación y se posara sobre dos cuerpos que descansaban plácidamente sobre la cama que había justo en medio de ésta.

Uno de esos cuerpos se removía entre las mantas buscando una posición más cómoda para dormir, sin embargo, no había podido pegar pestaña en toda la noche.

Y la razón se debía a la persona con la que compartía cama esa noche. Simplemente no podía dejar de observar ese rostro que estaba unos centímetros del suyo, y que mostraba una expresión de molestia pero tranquila.

Liberó una de sus manos para alcanzar aquel rostro que tenía en frente, al que quitó con mucho cuidado de no despertarlo, unos cabellos que caían por sobre el semblante de aquella persona.

-¿Ha pasado ya tanto tiempo? Para mí es como si hubiera pasado sólo segundos desde que te volviste mi amante... y es realmente grandioso...- dijo en un susurro para luego besar esa boca que tenía en frente y que tan tentadora le resultaba.

El muchacho pelinegro y que lucía una cicatriz bajo su ojo izquierdo, parpadeo un par de veces y restregó un poco sus ojos con su mano libre, antes de volver a esconderla bajo las mantas y abrazarse al cuerpo del otro joven que tenía frente a él.

Su acompañante, un chico también pelinegro y moreno, de marcadas ojeras y extraños tatuajes en su cuerpo, dormía plácidamente sin saber que su acompañante no dejaba de observarlo.

-Maldición- susurró – ¿porqué te quiero tanto?- libero una vez más una de sus manos y alcanzó la de su pareja y la pasó por sobre su cadera bajo las mantas, para sentir el contacto del otro en su piel, y poder tener acceso a aquel delgado, marcado y tatuado cuerpo.

-Descansa Torao...-

Morfeo al fin, inducia al sueño al joven.

El día anterior había sido realmente cansador. El joven de las ojeras había caído rendido a la cama tras haber cenado y dado una agradable ducha, después de una jornada agotadora en el hospital.

Trabajaba como médico. Había egresado hacía cinco años de la universidad, y hacía tres años que era el novio del chico que estaba a su lado.

Debido a su reputación, no tardo en conseguir empleo en una prestigiosa clínica. Sin mencionar que el joven era el hijo del mejor médico de la ciudad.

El otro muchacho, aún estaba estudiando, le quedaba aproximadamente medio año antes de graduarse. Sin embargo mantenía una relación amorosa con él, sí, con un hombre. Un hombre a quien amaba más que su propia vida. Ése hombre le daba lo que en las mujeres simplemente no encontró. Amor.

Era la noche previa a año nuevo, y el muchacho no había podido dormir mucho debido a eso, como cada año su novio pasaba las fiestas con sus padres y hermana, mientras que el menor pasaba esas fechas con su familia y amigos también. Pero se estaba preguntando, ¿qué pasaría si sólo una vez, sólo una vez lo pasaran juntos?

Esa mañana el desayuno fue diferente.

Monkey D. Luffy solía despertar a su novio cada amanecer con un tierno beso de los buenos días, pero esa mañana no quiso despertarlo.

Cuando Trafalgar D Law se despertó esa mañana, le extraño que Luffy no estuviera junto a él en la cama y que no lo hubiera despertado como hacía siempre.

Se levantó y vistió sólo con un pantalón, y sin playera. Encontró a Luffy en la mesa de la cocina. Estaba de espaldas a él y llevaba su bata con capucha.

Año NuevoWhere stories live. Discover now