Las reglas
Tenía miedo de hablar o de moverse. Ese tal Dante era tan atemorizante que podía escuchar su gruñido cada vez que llegaba a moverse al menos un centímetro. No quería provocar su ira estando tan cerca, sabía que cualquier movimiento bruco que llegara hacer, sin duda él acabaría arrancándole la mitad de la cabellera.
El tiempo transcurrió con tanta lentitud que su impaciencia y temor iban en aumento. Miró una vez más por la ventana y notó que ya no estaban en la ciudad; sin casas ni edificios, solo un largo sendero de yerba muerta. Su curiosidad fue tanta que sus labios se movieron solos dejando salir una frase insolente.
—¿A dónde me llevan? —Su tono fue tan duro que se encogió cuando la penetrante mirada de Dante la asechó.
Esperó con los ojos cerrados un golpe o un grito espelúznate, pero nada ocurrió, así que abrió nuevamente los ojos con una expresión aturdida. Al parecer Dante se había tomando muy enserio la orden de aquel hombre que osaba llamar "suya" a Myriam.
Con este ultimo pensamiento, adquirió un poco más de seguridad y se atrevió a hablar nuevamente.
—¿Por qué hacen esto? Déjenme ir por favor, no diré nada —trató de negociar con ellos, pero de ante mano sabía que sería inútil.
—Ya casi llegamos, cúbrele los ojos —ordenó el hombre del asiento del copiloto.
Dante obedeció tomando un pañuelo rojo y acercándolo peligrosamente a Myriam.
—No... —Se negó la joven alejándose automáticamente del robusto sujeto.
Había visto muchas películas de gángsters y narcotraficantes, y sabía lo que significaba que te pusieran un pañuelo en los ojos. Significaba solo una cosa; la matarían.
Observó a Dante que mantenía un semblante amargado y se notaba a lenguas que no tenía paciencia ni sentido del humor.
—Mira... —suspiró fastidiado —. No te mataremos, no todavía. Así que no hagas un escándalo y déjame ponerte esto.
Myriam no sabía si alegrarse o ponerse a llorar. Para su tranquilidad no la iban a matar ni la depositarían en una zanja, pero ese "no todavía" la ponía de nervios. Su sentido común no le dio mucha esperanza y sospechaba que lo que querían hacer con ella, iba más allá que simplemente asesinarla.
—Tranquilízate preciosa, estarás muy bien conmigo —rió el hombre desconocido, del cual no había visto su cara.
—Ni siquiera te conozco —inquirió con cierta pretensión.
—Pero pronto lo harás.
Un estremecimiento atacó el cuerpo de Myriam, ese sujeto se escuchaba a un más malicioso que el propio Dante. Su voz sonaba segura, demasiado para el gusto de la joven. No sabía si verdaderamente era así su personalidad o simplemente estaba fingiendo, pero sin duda era muy perturbador.
Myriam dejó que le cubrieran los ojos, para ahorrarse así nuevas discusiones. Pero por más que quería revelarse, descubrió que estaba cediendo con mucha facilidad.
En pocos minutos, el camino se volvió más irregular. La gravilla se removía conforme las llantas de la enorme camioneta pasaban por encima de ella. La suspensión parecía buena, sin embargo, Myriam no podía ver y era inevitable que su cuerpo se moviera constantemente, produciendo así una sensación de mareo.
Pasó saliva y rezó internamente porque ese camino de tierra terminara de una vez por todas, de otra forma vomitaría sobre los asientos de piel y no deseaba imaginar que era lo que le harían.
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El miedo viste con ropa de marca
Mystery / ThrillerMyriam es una adolescente común y corriente; una chica con una belleza normal, de cuerpo ordinario, con posición económica promedio y con una vida social poco especial. Pero toda esa normalidad es arruinada cuando es secuestrada por las manos del na...