Un beso, una noticia y un sádico plan

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Un beso, una noticia y un sádico plan

—¿Qué?—titubeó asustada.

—Que te quites la ropa —recalcó con suma tranquilidad.

Myriam parpadeó asombrada y dio unos cuantos pasos atrás. Iba a empezar a reírse, pensando que se trataba de algún tipo de broma, pero no se atrevió cuando observó con más detenimiento su expresión, parecía hablar enserio.

Se mantuvo quieta y jugando con los dedos de sus manos, pensando en cómo rechazar a un líder del narcotráfico. No podía ser una insolente porque quizás le daría una buena bofetada, pero debía de dejarle claro que no iba a ceder ante él.

—Perdón, yo… No lo haré, no —musitó cohibida pero con firmeza.

—¿Recuerdas la regla numero uno? —inquirió alzando una ceja.

Sus palabras la sacaron de quicio ¿Acaso iba a recordarle las reglas por siempre? Se las había memorizado, no era una inútil.

—¡Claro que sí! ¡Pero no puedo, no quiero! No me obligues, por favor. Tú dijiste que no deseabas violarme y si ahora me pides eso, acabarás haciéndome daño —trató de hacerlo razonar, pero olvidó por un momento que ella no tenía ni voz ni voto en ese lugar.

Kin suspiró incomodo y ladeó de modo grácil la cabeza.

—Sinceramente, no me importa mucho tu bienestar. Tú estás aquí para servirme. —Su tono dulce no encajó con la cruda verdad de sus palabras. Eso hizo que la joven perdiera su calma y por un momento, expresara lo que sentía con total impertinencia.

—¡Lo dices como si hubiese venido aquí por gusto! No soy tu esclava, y si me quieres para juguete sexual mejor vete a un sex-shop o consíguete a una muñeca inflable, porque yo no haré eso contigo.

En cuanto terminó de protestar, se dio cuenta de lo atrevida que había sido y sintió que había cometido el peor error de su vida. Cerró los ojos, esperando algún golpe o grito de parte de su captor, sin embargo, solo escuchó su melodiosa risa. Abrió los ojos de golpe y se encontró con su encantadora y enigmática mirada.

—Eres divertida, me agradas —rió sonoramente —. Mira… haremos esto. Tú me das un beso y listo, no habrá más —negoció Kin tratando de serenar a la chica.

—¿En serio? ¿Sólo un beso? —preguntó Myriam con recelo.

—Claro, sí te gusta pues… puedes continuar. Y si no, entonces lo intentamos otro día.

Myriam soltó un respingo, debió imaginar que ese sujeto no desistiría con tanta facilidad. ¿Entonces eso sucedería todos los días? ¿Los infructuoso coqueteos y propuestas indecorosas hasta que accediera a acostarse con él? Sin duda, iba a esperar mucho.

Además de su perverso cometido; Myriam notó otra cosa. Le estaba dando una oportunidad de coexistir entre sí, sin involucrar la violencia.    

—¿Por qué me das ésta opción? Digo, por qué no obligarme y listo—indagó sumamente intrigada.

Kin juntó las cejas  y habló extrañado.

—¿Quieres que lo haga?

—¡No, no! —Negó Myriam automáticamente y trató de explicarse —. Lo que trato de decir es que, no pareces ser tan malo…Digo, no como esos hombres terroristas… —alzó los hombros dejando de hablar. De hecho, no estaba segura si Kin era bueno o era malo.

Kin resopló y se puso de pie con lentitud.

—No te des una idea equivocada de mí. Te aseguro que no soy el chico bueno de las películas —informó con una mirada sombría.

El miedo viste con ropa de marcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora