Mis ojos estaban nublados por las lágrimas que aguardaban por salir, en su cara se reflejaba la pena que no quería que sintiera por mí en ningún momento. Aparté la mirada mientras él tomaba sus manos y me obligaba a mirarlo
— ¡Respóndeme, ____________!— gritó sollozando ¿Por qué lloraba? ¡Soy yo la que debería estar llorando!
—¡Tú no eres nadie! — respondí parándome como pude y me acerqué al lavatorio para secarme la sangre de mis brazos con la cabeza gacha de la vergüenza que sentía ahora mismo. Pero antes de que terminara de terminar Kendall agarró mi cintura por detrás y me dio la vuelta bruscamente para que lo mirara a sus ojos sollozantes y apenados. Me envolvió con sus brazos y sentí la sensación de calor y protección que nunca tenía, me envolvió en un abrazo y fui poniendo mis brazos en su nuca hasta que oculté mi cara en su cuello. Olía ese perfume varonil y suave que hacía que me enloquezca de tan solo recordarlo. Amaba a este chico definitivamente, a pesar de todo
—Respóndeme, pequeña. Por favor— pidió susurrándome al oído y sin más le tomé la mano que encajaba perfectamente con la mía y lo llevé al sofá de la sala y lo senté. Lo miré atentamente, mi mano seguía tomada de su mano, sentía una electricidad y una química única entre ambos. Cerré los ojos y los abrí
—Todo comenzó cuando tenía once años, las burlas y las agresiones no paraban en contra a mi— suspiré llorando— Me sentía despreciada, me sentía todo los que ellos me decían como gorda, estúpida, inútil. Mi familia que no es mi familia me desplazó de lado para que pudieran hacer la carrera de Jessica, me demandaban a mis once años que hiciera algo de mi vida, demandaban que yo lavara los trajes de Jessica para sus eventos mientras ellos se iban de viaje y me dejaban sola—sollocé— Nunca festejé mi cumpleaños, no tuve fiesta de dieciséis a menos que eso sea estar sola en tu casa prendiendo una vela sola— sollocé— Nunca tuve amigos, pero siempre tuve acosadores. Trataba de encajar en la sociedad pero no podía. Siempre estaba sola de alguna manera.
<A los doce años, las peleas con Jessica se hicieron mucho más fuertes pero no podía defenderme de nadie, estaba sola en un mundo grande que se abalanzaba sobre mí todo el tiempo. Jessica me encerraba en armarios, cajas o sótanos donde pudiera tener la ocasión, tiraba de mis cabellos y me daba bofetadas cada vez que le pedía que parara. Y allí fue donde entré a internet y me fijé en un blog. Un blog que cambió mi vida para mal, mucho mal. La chica expresaba su dolor mediante sus cortes de muñecas y sentía lo mismo que yo. Decidí hacer lo mismo, fue satisfactorio porque me encontré preocupándome por lo que mis muñecas sentían y no por lo que me hacían lo demás. Seguí bajo la tortura de Jessica durante siete años hasta el día de hoy. Vino con sábanas enrollada en su cuerpo ya que... bueno... tu y ella— cerré los ojos para poder tranquilizarme— Lo único que me mantenía viva era tu música, Kendall. No es por decirlo en vano, pero me dabas esperanzas para levantarme cada día y superar otro día de infierno— sus ojos se encendieron en lágrimas y me apretó más la mano— A los quince años empecé a salir con John Brunes, fue hermoso al principio, para eso ya salías tú con Jessica. John fue servicial, humilde y romántico y me enamoré de él. Pero era celoso en excesivo y demasiado denso y lo dejé, él me golpeaba y me maltrataba hasta que vino un día donde Jessica, mi familia y tú se fueron por el desfile de Jessica. Me cortó y me dejó un hoyo en el estómago con una daga. Soporté hasta lo insoportable, resistí a la muerte y sigo viviendo. Me vi en más de una ocasión muerta y sin poder respirar, ya nada en esta vida me sorprenderá, tuve que sonreír hasta cuando no podía diciendo que todo estaba bien cuando no lo estaba nunca. Cuando el mundo se hacía pedazos todos los días estaba tu música para hacerme compañía en mis días oscuros. La vida no es fácil, pero la mía... es demasiado difícil de afrontar. Ponte en mis zapatos alguna vez y lo verás. No puedo respirar cada vez que algo va a sucederme. Nunca más supe de John gracias a Dios, pero ahora quiero que mi vida cambie para bien alguna vez en mi vida. No será fácil pero soy demasiado fuerte y a la vez frágil para afrontar todo lo que me de la vida
No terminé de hablar y él me abrazó con fuerza mientras lloraba en silencio al igual que yo, el abrazo fue más allá y terminé a horcajadas de él llorando. Era un momento íntimo y demasiado cómodo, él me abrazaba por la cintura y yo tenía mis manos enroscadas en su cuello apretándolo contra mí. No aguantaba estar sin él, Kendall era mi salvavidas. Kendall definitivamente salvó mi vida.
—Princesa— habló a mi oído con un cálido aliento, la tormenta en la ventana se había desatado como un aguacero, solo se escuchaban nuestras respiraciones y el agua que golpeaba la ventana fuertemente. Estaba a horcajadas de él todavía pero no era un momento de calentura, al contrario, era un momento donde nuestras almas se conectaban y eran una sola. O al menos eso sentía yo.
—Schmidt— le dije, oliendo se perfume
—Es hora de ir a dormir— me tomó y me cargó a su habitación donde me tendió una remera floja y cuando él se fue al baño aproveché para cambiarme. La remera me llegaba a los muslos un poco más arriba pero no me importaba. Salió del baño y abrió las sábanas y me adentré al colchón y me puse en posición fetal y sin decir nada él me tomó por la cintura y me apegó contra él así mi espalda se quedara en su pecho. Puse mi mano contra la suya y los momentos vividos hoy se fueron a mis ojos. Cerrándolos y esperando que se haga de día... para un nuevo día que sería mañana.
—Eres la chica más fuerte que conocí en mi vida, pequeña. Te quiero— no pude responder, y mi mente se apagó por completo, dejándome exhausta.
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Gritos Silenciosos (Kendall Schmidt)
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