Capítulo 8.

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— ¿Y tu corazón cómo sigue? — pregunto un chico de piel blanca, cabello castaño, sus ojos eran verdes y los labios finos, su altura hacia honor a la bata blanca que llevaba puesta, así que se viera imponente.

— ¿De qué hablas?

— Puede que Tom Kaulitz este ciego u no logré ver como lo amas, pero yo no lo estoy y sé que mis ojos pudieron ver los sentimientos que tienes por él, Mónica.

— ¿Es muy obvio? — pregunto la joven, en sus ojos se veía una mirada triste. Diego dejo que la joven retirara su mano de la suya, puesto que ya había terminado de curar la herida que tenía la joven.

— ¿Por qué no le dices lo que sientes por él?

— Si antes no tenía el valor para declarar mi amor porque tenía miedo a que lo tomara como una broma, ahora menos lo haré que tiene a esa linda chica a su lado. Creo que debo buscar un nuevo amor. — el joven médico logró que sus miradas se conectaran para que ella pudiera ver en sus ojos lo que tenía oculto en su corazón.

— Entonces no mires a la lejanía.

— No entiendo

— Salgamos tu y yo hoy a divertirnos ¿Te parece?

— No tengo ánimos Diego.

— Necesitas ayudar a tu corazón a curarse, si yo pudiera, suturaría todas las heridas que tiene, pero como mis métodos científicos no sirven en este tipos de casos, permíteme ayudarte por lo menos a distraerte.

— Está bien — sonrió Moni, dando por terminada la plática justo cuando llego Kary y le pedía Diego que la ayudara con algunos documentos.

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Ya había pasado una semana desde la fiesta de los Kaulitz y desde ese día Tom no sabía nada de Moni, lo cual lo tenía preocupado, ya que la chica no contestaba a sus llamados, ni a los mensajes.

Esa noche, Joviz había invitado a los 4 chicos a cenar, para pasar un tiempo, juntos.

Cuando Tom llegó a la casa de las jóvenes comenzó a buscar a Monica con la mirada, pero después de unos minutos abandono la búsqueda. La cena ya había sido servida pero Mónica no estaba presente, así que decidió quitarse la duda y pregunto por la chica.

— ¿Y Mónica? ¿No va a cenar?

Y como si la hubieran invocado, la joven apareció en el comedor antes de que los presentes tomaran asiento, la chica lucía un vestido morado que le llegaba hasta la mitad de sus largas piernas y llevaba unos zapatos de tacón negros, y su pelo estaba suelto.

— Voy a salir, nos vemos después — dijo Moni, un tanto apurada.

Tom pensó que sería divertido seguirla y acorralarla para que llegara tarde a su cita, era obvio que saldría con un chico por el empeño que había puesto al arreglarse.

— ¿A dónde va usted, señorita? — dijo el hombre mientras le erraba la puerta para que no saliera.

— ¿Qué no escuchaste? Saldré a cenar, así que retírate.

— ¿Quién te dio permiso?

— ¿A caso te lo tengo que pedir? — contraataco Mónica.

— Efectivamente, es a mí a quien tienes que pedirle permiso. También me tienes que decir con quien vas a salir.

— Thomas, eso no es de tu incumbencia, déjame pasar antes de que te golpeé las joyas.

Dos Caminos, Un Solo Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora