Capítulo 8: No hagas eso, por favor

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—¡¿Qué crees que haces?! —dijo arrebatando el papel de las manos de Haru, quien se quedó sin palabras.

—Rin, yo...

—¡¿Qué tienes que decir, ah?! 

El menor se levantó de su asiento apoyando las manos sobre el escritorio frente a él, con la mirada hacia abajo, sin dirigir la mirada. No sabía que decir.

—Tch, ¿No dirás nada? 

 Haru se quedó en esa misma posición, su cabello impedía que Rin pudiera ver la expresión en su rostro. Rin le agarró la mano, fuerte, lo sacó del aula y lo llevó caminando a pasos pesados al hotel donde se estaban quedando. Haru aún no sabía que Rin se había hospedado allí con él pero eso no importaba en ese momento. Allí estaban, en la habitación de Rin. Haru estaba sentado en el centro de la cama, al borde, aún sin mirar al pelirrojo quien estaba parado frente a él esperando palabras. 

—¡Dame una respuesta, Haru!

—...¿Qué quieres saber?

—¡Todo! ¡Quiero escuchar todo lo que tengas que decir!

 La cabeza de Haru decayó aún más de lo que estaba y esto puso a Rin aún más molesto de lo que estaba. Rin debía hacer algo para que Haru hablara o siquiera le diera una señal de lo que en verdad siente. Trató de calmarse un poco para hablarle al de ojos azules con claridad, dio un largo suspiro y, de pie frente a él, comenzó a hablarle. Su calma no duraría tanto por los muchos sentimientos que llevaban sus palabras.

—Sabes, en verdad quiero hablar contigo. Si pudieras decirme al menos una cosa... Eso estaría bien.

—¿Por qué?

—¿Eh?

—¿Por qué viniste hasta aquí?

 Rin no dio respuesta, Haru al fin hablaba, dejó que su voz siguiera fluyendo.

—Responde, Rin. Yo... No te estaba esperando, pensé que me dejarías pasar como desaparecido...

 Haru aún no alzaba la mirada, pero comenzaba a alzar la voz por la falta de respuestas.

—Desaparecí y viniste tras de mí, ¿Por qué? ¿No puedo irme?

 La voz de Haru comenzaba a romperse, a sonar diferente. 

—Acaso... ¿No puedo alejarme de ti? 

 Allí, al final de esa pregunta su voz se destruyó por completo. El corazón de quien estaba frente a él se devastó al ver las lágrimas de quien, ahora, amaba. Mientras que el corazón de quien lloraba estaba con candado encerrando lo que de verdad quería decir y solo quien le había provocado llorar, tiene la llave.

—Haru.

 Rin jaló de la playera de Haru, haciendo que su cabeza se alzara hasta darle la cara. Lo retuvo con un fuerte beso, uno con más sentimiento que el anterior, del que todavía buscaba respuesta.

—No te puedes alejar de mi, idiota.

 Lo soltó de la playera devolviéndolo a la cama, dejándolo con los ojos bien abiertos y su mano en su boca, pocas lágrimas en sus ojos mirando a quien le acababa de besar inesperadamente.

—Mierda, no me mires así. ¿Sabes que tan preocupado estaba? Estuve todo neurótico por encontrarte. Te buscaría como loco cada vez que desaparecieras pero no es para que llores, carajo, me destroza... Me haces perder la cabeza.

 Haru se quedó mudo, sin palabras, mirando como Rin se acariciaba la frente con la yema de sus dedos. Lo que Rin acababa de decir eran, tal vez, las palabras más dulces que Haru había escuchado salir de su voz. Haru decidió darle a Rin la respuesta que buscaba, de sus sentimientos, acerca de ese beso. Se relajó, miró a Rin a los ojos y le habló para llamar su atención.

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