Capítulo Dieciocho

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Indigo se levantó de la cama a las siete de la mañana. Estaba hambrienta, por lo que decidió ir a cocinar algo para desayunar. Tortilla, eso sonaba bien.

No había nadie en la cocina, o en la sala. Quizás todos estaban despiertos pero preferían fingir que no lo estaban, para evitar verse a la cara luego del debacle de la madrugada anterior.

Para su propia suerte, y a pesar de todo lo evidente sobre ella, Indigo nunca permitía que ninguna situación emocional la distrajera de satisfacer sus necesidades básicas. Su comportamiento podría pasar como insensible o grosero, pero a ella no le importaba, sabía que podía vivir sin hablar, más no podía vivir sin comer.

Tomó un pimiento rojo entre sus manos, y lo observó. Por alguna razón, algo en el pimiento le recordó a la doctora Hernández, y a una de sus primeras sesiones con ella.

Noviembre 5, 2012

-Hola otra vez, Indigo,- la mujer le lanzó una pequeña sonrisa, demasiado profesional para considerarse sincera.-¿Has hecho lo que te aconsejé en la última sesión?

Indigo le lanzó una mirada a la pequeña libreta de cuero marrón sobre sus piernas. Una semana atrás, su terapeuta se la había obsequiado, con la intención de que ella intentara recordar el acontecimiento que había activado su fobia.

Indigo deslizó el pequeño cuaderno en el escritorio de la mujer y concentró toda su atención en una estatuilla en forma de caballo, mientras la doctora leía lo que ella había escrito.

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He soñado, he soñado algo. La verdad no tengo idea de si contribuirá o no a mejorar a mi.
.. no importa
En mi sueño estoy montando a caballo, se que llevo horas cabalgando pero no me siento cansada, al contrario, siento que si me bajo del caballo, sucederá algo espantoso.

La doctora Hernández levantó la vista de la libreta, y se colocó los lentes encima de la cabeza. Indigo seguía contemplando la estatuilla, sin prestar atención a nada.

La mujer carraspeó, y la muchacha volvió a fijar sus ojos en ella.

-El caballo parece formar parte importante de tu vida, ¿Has practicado equitación, o polo alguna vez?

Indigo se encogió de hombros, aún mirándola fijamente.

Pero a la doctora Hernández en realidad no necesitaba saber eso. Ya conocía la respuesta, gracias a los padres de la muchacha. Indigo había practicado equitación por una breve temporada desde los once hasta los doce años, antes de que se encerrara, y lo disfrutaba bastante a decir verdad, y el hecho de que olvidara por completo algo que le gustaba tanto solo confirmaba la teoría de la terapeuta:

Amnesia disociativa.

La amnesia disociativa surge de un episodio en el que el paciente está sometido a un intenso nivel de estrés psicológico. Por lo general, esta persona sufre una grave perdida de memoria, o amnesia retrógrada, (la incapacidad de recordad sucesos ocurridos previamente).

Así, que no era que Indigo no quisiera hablar de lo que la había llevado a la fobia social, era que en verdad, no podía recordarlo. No podía recordar nada de lo que había sucedido el año en el que pasó. Y, para la doctora Hernández, el caso de Indigo la tocaba personalmente, aunque no pudiese admitirlo por tener con ella y su familia una relación profesional, pues sabía que algo horrible le había sucedido a su paciente cuando era aún una niña de once años. Algo tan espantoso que había provocado en ella, no una, sino dos aflicciones psicológicas, muy complejas y difíciles de tratar. Alguien o algo le había arrancado la capacidad de confiar en los humanos a un nivel que le imposibilitaba el simple hecho de interactuar con ellos a una edad tan corta...

Y fue entonces cuando se propuso que iba a ayudar a Indigo a volver a ser aquella niña feliz que sabía que estaba escondida en algún lugar dentro de su propia mente,bajo capas y capas de una densa protección que su cerebro había creado.

Julio, 2015

Pero todos los esfuerzos de la doctora no habían resultado, e incluso los progresos que Indigo estaba logrando, no se debían a pasar más tiempo en contacto con otros. Los cambios en Indigo estaban siendo producidos por ella misma, cambios diarios, pequeños, perceptibles solo a los ojos más atentos.

Indigo terminaba de cocinar cuando Kay entró por la puerta de la cocina. Hicieron contacto visual por unos segundos, en silencio, hasta que Indigo dijo:

- Claire está dormida.

Kay sacudió la cabeza, su ojos se oscurecieron mientras la luz de la ventana golpeaba a Indigo de lleno en la cara.

-Quería hablar contigo.- su voz era baja, incómoda, como si en realidad estuviese dudando lo que acababa de decir.

Indigo lo miró, extrañada, pero de todos modos, apagó la estufa y lo acompañó afuera.

Caminaron juntos en silencio hasta la entrada del camino que daba a la cabaña de Kay, pero ninguno de los dos sugirió caminar más allá. Se sentaron en el suelo, sin importar ensuciarse. Kay no dijo nada al principio, y ella no le insistió, creyó que no iba a decir nada, hasta que se dio cuenta de que él había empezado a hablar en voz muy baja.

-... y la verdad es que no entiendo que sucedió.- decía. Levantó la vista y la miró fijamente.-Mi intención jamás fue hacerte sentir mal. Nunca quisiera hacerle daño a nadie, pero las cosas se salieron de control de manera repentina.

-¿De qué estás hablando?- preguntó Indigo, confundida.

-Estoy hablando del campamento, Indigo. Estoy hablando de la playa, y de los frijoles. Estoy hablando de la arena, y de la luna. Y de ti.

Él se había acercado más a ella, sus brazos se tocaban.

-No me lastimaste, estoy bien.-murmuró la muchacha en respuesta.

- No entiendes, Indigo.- Kay parecía sentirse frustrado,- Desde hace varios días he estado cometiendo errores garrafales, y el primero...-bajó la voz, hasta convertirla en un susurro.-el primero fue no ir por ti ese día en el campamento.

Indigo lo miró fijamente con una expresión que bailaba entre la felicidad y la más pura ira.

-Estás con Claire, Kay.-Le recordó Indigo.

-Si pero, no quiero estarlo...

Indigo no dijo nada, esperando una aclaración.

-Escúchame,- Kay tartamudeó,- No me gusta Claire, no me gustaba en el campamento y no me gusta ahora...

-Debiste pensar en eso antes.- Respondió Indigo

-Lo sé, pero... Indigo, me gustas tu.

Indigo sacudió la cabeza y dijo:

-Lo siento, a mí no me gustas tú.

Kay suspiró, asintió una vez y se puso de pie. Obviamente no necesitaba escuchar más. Indigo lo vio alejarse por el sendero que daba a su casa hasta que desapareció de su campo de visión.

Fue entonces cuando Indigo dejo escapar todo el aire de su pecho. Claro que sentía cosas por Kay, por supuesto que sí. Pero no podía permitirse que su prima la odiara por un estúpido romance de verano. Así que ella tambien sacudio su falda, y caminó hacia la casa sin mirar atrás, y sin arrepentimientos.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2016 ⏰

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