Capítulo Dos

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Indigo despertó luego de unas horas. Era un largo trayecto de veinte horas desde Michigan hasta Florida, y eso significaba que tendría que pasar todo un día viajando. Todo un día demasiado cerca de sus padres. 

En la noche iban a quedarse en algún motel cerca de Kentucky, pero mientras tanto estaban encerrados en el auto, sus padres alargando la conversación a un punto casi absurdo, y tratándo de incluirla, como si eso fuese a pasar. 

Pero luego de veinticinco preguntas sin respuesta, Indigo decidió que iban a durar dos meses sin escuchar su voz, y que solo por esta vez podía ser un poquito cooperativa. 

-Espero que estés entusiasmada con tu viaje, cariño.

-No, no lo estoy, tú más que nadie deberías saberlo.

Su padre no pudo disimular el escalofrío que corrió por su espalda al escuchar la voz, calmada y ronca de Indigo. Ella decidió ignorarlo. Debía admitir que lo entendía perfectamente. 

-Indigo, no hacemos esto por los motivos que crees. Solo queremos que pases un tiempo con gente de tu edad.

-¿Gente de mi edad?- Respondió ella, un poco irritada.-Paso horas encerrada con gente de mi edad en la escuela. He pasado semanas con gente de mi edad en los campamentos a los que ustedes me han enviado cuando ya no pueden soportarme. No me gusta la gente de mi edad. No me gusta la gente. 

Eso era lo más que la habían oído hablar durante semanas,  y luego de ese comentario, se sumió nuevamente en su silencio característico. Las palabras, disculpas y explicaciones de sus padres se convirtieron para ella en un zumbido molesto pero fácil de ignorar, así que eso fue lo que hizo. Ignorarlos nuevamente, porque después de todo, podían arrastrarla a Florida, podían enviarla a cien campamentos, y a doscientos psicólogos pero no podían obligarla a hablar.

Lo demás pasó muy rápido. El auto se mantuvo en silencio excepto por unos breves momentos en los que su padre ponía música o su madre intentaba en vano entablar una conversación, y para cuando llegaron a Kentucky a las doce de la noche lo único que quería era hacerse una bolita y dormir para siempre. 

                                                                                      *°*°*°

Junio 6

A las cinco de la madrugada del seis de junio, la señora Jones salió de la ducha del cuarto de baño del motel en el que habían pasado la noche, encendió la luz de la habitación y despertó a su esposo y a Indigo, poniéndolos inmediatamente en movimiento. Aquel estaba siendo el viaje más largo de sus vidas. 

Pero cuando llegaron a Orlando, Florida, Indigo hubiese querido que durara mucho más. 

Las caras sonrientes de su tía Ellie y su esposo Miles le causaron una gran incomodidad a la chica y no sabía cómo reaccionar. 

-Hola, Indigo.- dijeron casi al mismo tiempo, con la misma sonrisa congelada en sus rostros. Esto iba a ser una pesadilla.

-Hola.- dijo en un murmullo, y arrastró sus maletas hacia dentro de la casa dejando a sus padres y a sus tíos hablando, obviamente, sobre ella. 

No sabía adónde ir para esconderse, para no tener que hablar con nadie porque no conocía el lugar en donde estaba, y mierda, necesitaba estar sola por unos minutos, sola de verdad, y saber que nadie iba a molestarla. Cerró los ojos e intentó imaginarse a sí misma en su habitación, en su casa con sus cosas. Hubiese dado todo por no tener que estar ahí. O al menos por no ser obligada a estar ahí, por haber ido por decisión propia cuando se sintiera cómoda al respecto. 

-Tu debes ser Indigo.

Se dio la vuelta para encontrarse con una chica alta, de pelo color caoba y ojos avellanas mirándola fijamente. Tenía una cintura pequeña y caderas anchas. Un perfecto cuerpo de reloj de arena. Indigo se sintió casi intimidada con su pelo color arena y su cintura poco definida. Asintió en dirección a la chica.

-Soy Casey, pasaremos un buen tiempo juntas así que debería mostrarte el lugar.- Su sonrisa era bastante cálida, y no parecía forzada como la de sus padres. - ¡CLAIRE!- Gritó.

-¿QUÉ?- Gritó otra voz femenina en respuesta desde el piso superior, que desde afuera parecía simplemente un ático. Pero Casey no tuvo que responder porque segundos después alguien bajaba la escalera a gran velocidad. 

Claire era delgada y unos centímetros más baja que su hermana, y pelirroja, algo que había heredado del lado materno de su familia. Era un año menor que Casey, quién tenía dieciocho años. 

-¡Hola!- dijo al ver a Indigo, y se acercó para darle un abrazo

Me, me está abrazando. Mierda, esto es incómodo.

Trató, torpemente de devolverle el abrazo, pero no fue mas que un incomodo apretón en los omóplatos. 

-Si...-dijo Casey halándola de un brazo y apartándola del incómodo agarre de su hermana.- Voy a mostrarle a Indigo la casa y los alrededores. Por si quieres unirte.

-Creo que iré más tarde, tengo que esperar por algo que traerá Lindsey. 

Indigo miró a Claire con curiosidad.

-¿Quien es ella?-  preguntó.

Ambas hermanas rieron con fuerza por unos segundos hasta que Casey la tomó por los hombros y dijo:

-Ella es Kay Lindsey, nuestro vecino. 


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