Capítulo Tres

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  Indigo encontró gracioso el nombre de Kay Lindsey, porque lo consideraba un nombre de chica. De hecho, había oído de algunas Kays, pero todas eran mujeres. No pudo evitar que se le escapara una pequeña risa.

-Vaya, te ríes- dijo Claire.- Mamá estaba exagerando de seguro.

Indigo, apretó los labios en una sonrisa incómoda. No supo de que otro modo reaccionar. 

-Si, claro, gracias Claire,- Dijo Casey acudiendo a su rescate.- Conocerás a Kay luego, pequeña zorrona.

Claire caminó hacia la ventana y comenzó a frotar los tubos de una campana de viento, haciendo un sonido molesto que hacía que los dientes de Indigo rechinaran, pero luego de unos segundos comenzó a jugar con la campanilla distraídamente. Y dijo:

-Lindsey es lindo,- sus ojos verdes miraban soñadoramente hacia el exterior.- Pero no es mi tipo. 

Casey río.

-Si, es demasiado torpe. Además no ayuda que lo hayamos visto pasar por las etapas menos agraciadas de la adolescencia. ¿Recuerdas el acné?

-Cara de pizza, la criatura malvada de West Palm Beach, Kaysey Von Grano...- respondió Claire enumerando con los dedos los apodos. 

Ambas hermanas empezaron a reírse. Indigo se retorció en donde estaba. Ese chico, Kay sonaba como un alivio cómico, y necesitaba un alivio cómico rápidamente. Se quedó pensando en musarañas hasta que se dio cuenta de la mano de Casey agitándose frente a su cara. 

-Hey, Indigo. ¿Vamos?

Salieron por la puerta trasera. Los Osbourne tenían una casa no muy grande, que contaba con un solo piso con tres habitaciones, tres baños, un estar y una cocina, y un pequeño ático en la parte superior que servía como biblioteca, pero el terreno era gigantesco. Cuando salieron, lo primero que la chica pudo notar fue el bosque que se extendía a la derecha de la casa. Casey la llevó al gazebo, donde hacían fiestas y parrilladas, le mostró la piscina que daba a una ventana de la habitación de huéspedes, la cancha donde jugaban volleyball y le mostró un viejo roble que llevaba en el patio desde antes de que sus padres compraran la casa. 

Se sentaron un rato bajo ese roble, Casey contándole la historia de su familia e Indigo escuchándola, y ella pudo sentirse a gusto, porque su prima no estaba intentando hacerla hablar. Solo quería ser escuchada. 

Antes de que se dieran cuenta eran las cinco de la tarde, y la señora Osbourne las llamó adentro para cenar. Indigo le dijo a Casey que estaba un poco cansada y que no estaba hambrienta. Lo que era en parte cierto. Y que solo quería darse una ducha y dormir. 

Entró a la habitación de huéspedes junto con Casey, que le explicó que esa habitación no tenía baño pero que podía usar el que estaba justo al salir del cuarto. Indigo asintió y miró por la ventana hasta que escuchó la puerta cerrarse tras de sí. 
Se sentó en la cama y recostó la cabeza de sus rodillas.
Calma, Indigo. Son solo dos meses, habrán pasado antes de que te des cuenta.
Resopló. Buscó ropa en su maleta y la llevó al baño para no tener que salir desnuda. Entró y cerró la puerta.

Lamentablemente, no había ducha, solo una tina. Así que llenó la bañera alternando el agua fría y caliente. Luego echó jabón líquido y se entró.
Cerró los ojos mientras el jabón se convertía en espuma y pensó en lo que podría traerle aquel verano. Y luego, por alguna razón, pensó en las estrellas. En lo lejos que estaban, en lo silenciosas que eran. Capaces de producir su propia luz. Y quiso ser una estrella.
Quería ser muchas cosas, y no podía decidirse que realmente. Pero no le preocupaba.
Estaba quedándose dormida en la tina cuando escuchó la puerta abriéndose y abrió los ojos mientras se sumergía hasta el cuello.
Había un chico congelado en la puerta.
-¡Oh Dios! Lo siento. Yo, yo debí haber tocado.
-Debiste.- murmuró Indigo.-¿Tu eres Kay Lindsey?
-¿Qué?- preguntó el chico tropezando con la puerta. Ella no necesitó mas respuesta, pero decidió divertirse un poco.
-Te pregunté si eres Kay Lindsey.- dijo un poco más alto.
-Ah,- sonrió- Si, o al menos lo era esta mañana.
Ella rió por lo bajo.
-Deberías irte. Tengo que, ya sabes, bañarme.
-Ah, si. Si. Adiós.
Y cerró la puerta.
Ella se sumergió completamente y bajo del agua sonrió.

                        *°*°*
Junio 7

Eran las cuatro de la madrugada cuando Indigo despertó, acalorada. El ventilador de la habitación no era suficiente para apaciguar el infierno desatado en el pequeño cuarto. Así que abrió la ventana. Pero seguía teniendo calor.
Tenía que salir.
Pero salir por cualquiera de las puertas implicaba activar la alarma. Y no estaba de humor para explicarle a su tía a las 4 de la madrugada por qué había activado la alarma. Así que su ultima opción era saltar por la ventana.
Se subió al alféizar de la ventana y saltó.
Olvidándose por completo de la enorme piscina que en esos momentos se estaba extendiendo bajo sus pies.

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