Capítulo Cinco

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Por favor lean la nota al final :3

La cabaña era de lo más pintoresca y eso la hacía más aterradora para Indigo. Pero por una vez, decidió que no estaba nada mal salirse de los esquemas de vez en cuando. Después de todo, se había dado un chapuzón a escondidas. No era su intención, pero aún así.

Otra ventaja de haber vivido en el estado con más lagos era que las distancias se le hacían más cortas cuando remaba. Tomó la barca con remos y llegó a la otra orilla en poco tiempo. Allí, el terreno era más accidentado, se le hizo imposible subir la barca a la orilla, así que la dejó flotando al borde del lago, no pretendía tardar mucho tiempo en volver de todos modos.

Trató de abrir la puerta, pero estaba cerrada, por supuesto. Buscó la llave debajo de un tapete viejo, y dentro de unas macetas con flores rosadas, pero no pudo encontrarla. Resopló. Las aventuras no parecían ser para ella, así que se dió la vuelta para volver, pero vio al gato anaranjado caminando cerca del bote, y notó un extraño brillo en su cuello. Se acercó y se dió cuenta: ¡La llave era el collar del gato! el dueño de este sitio debía ser un verdadero genio. Las cosas se ponían más interesantes ahora.

Se dispuso a tomar la llave del cuello del gato, pero él le lanzó un horrible bufido.

Este no quiere hacer nuevos amigos...

Trató otra vez, pero ahora el gato quiso atacarla.

-Yo no haría eso si fuera tú.

No. Puede. Ser.

Se dió la vuelta y ¡sorpresa, sorpresa! Ahí estaba (otra vez) el pendejo de Kay Lindsey. ¿Por qué carajos tenía necesidad de estar en todas partes?

-¿Me estás siguiendo?- preguntó Indigo, bastante molesta.

-Disculpa, pero tú estás tratando de entrar a mi casa.

Se puso del color de una cereza, y se preguntó cuanto tiempo llevaba Kay ahí. Como sea, estaba bastante confundida.

-¿Qué? Pero tú... vivías... al lado.

No quería hablar con este sujeto. Cielos, estaba irritada, esperaba que este imbécil fuese un alivio cómico, pero al parecer solo era una torpe bola de misterio y estúpidez que se enrollaba con Claire.

Cuidado, Indigo, estás pensando estupideces.

-Mi mamá vive al lado de los Osbourne. Esta cabaña era de mi padre, solíamos venir a pescar ¿Quieres pasar?

¿Qué? No. NO.

Indigo asintió hacia Kay.

¿Qué mierda, Indigo? Ya estás lo suficientemente loca como para empezar a juntarte con personas más locas que tú.

Pero sentía curiosidad por este chico, aunque fuese una torpe bola de misterio y estúpidez. Le recordaba al Sombrerero Loco y quería saber más sobre él. No era nada buena en eso de saber sobre personas. No era buena en casi nada, solo en el colegio. Se había graduado un año antes, y era más joven que todos sus compañeros de promoción, pero eso no le importaba. No hablaba con ellos de todos modos.

Kay sacó una copia de la llave de su bolsillo y abrió la puerta de la cabaña, empujándose dentro inmediatamente. El gato entró detrás de él.

Indigo se quedó de pie afuera, pensando en que estaba en medio del bosque, donde nadie la escucharía gritar si tenía que hacerlo. Y en que Kay se parecía un poco a Norman, de Bates Motel*.

-¿Vienes?- preguntó el chico.

Ella caminó dentro, tratando de no pensar demasiado. La cabaña era aún más pintoresca por dentro. Las paredes de ladrillos rojos se complementaban a la perfección con la chimenea de piedra. Los muebles parecían ser viejos, y habían montones de plantas en macetas.

Indigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora