Recuerdos de invierno

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Han pasado 3 años desde la última vez que vi a Daichi, la última vez que me podía haber confesado y no pude. Después de la graduación cada persona de mi curso eligió una universidad y el lugar donde querían cursarlo. Yo decidí estudiar en la Facultad de Medicina de Hokkaido ya que tenia parientes allí. La graduación de Karasuno fue duro, pero lo peor fue despedirse del equipo de voleibol, de todos.

***

Recuerdo a Kiyoko y Asahi llorando, sobretodo Asahi. Daichi se hacía el fuerte pero le costaba aguantar. Mientras que yo miraba todo con cara de tristeza. Echaría de menos ese gimnasio, las horas de sudor, esfuerzo y lágrimas que pasamos allí. Noya no paraba de llorar como un niño pequeño delante de Kiyoko, y lo mismo va para Yachi. Tanaka se mantenía firme ante tantas lágrimas por lo que Daichi le dirigió unas palabras. Hinata estaba cabizbajo apretando sus puños y aguantando las lágrimas en sus ojos. Al verle no pude evitar acercarme a él y acariciar su cabeza dirigiendole unas palabras típicas mías. Kageyama estaba igual. Me acerqué a él y le deseé lo mejor porqué ahora sería la torre de control del equipo Karasuno, el colocador oficial. Yamaguchi y los demás chicos de segundo estaban llorando como almas de cántaro. Y Tsukishima... Tsukishima tenía un rostro lleno de tristeza que parecia que a la mínima iba a soltar alguna que otra lágrima. Nos dimos muchisimos abrazos, lloramos, algún que otro se pegó, pero aquello no significaba el final. El entrenador Ukai estaba a un lado de la cancha llorando con el profesor Takeda, y una vez nos habíamos calmado el entrenador y el profesor se acercaron a nosotros para dirigirnos unas palabras. Unas palabras emotivas. No nos esperabamos aquello para nada, tanto fue que todos comenzamos a llorar. Para acabar Takeda nos dijo para jugar un último partido y claro estaba que empezamos a jugar un 6 contra 6, que al poco rato se nos unieron las chicas. Estuvimos mucho tiempo jugando. Algunos comenzaban a llorar en mitad de la cancha en pleno partido como fue el caso de Hinata, aunque era normal. Tal vez, aquel sería nuestro último partido todos juntos.

Al acabar el partido, y llorar una última vez, todos volvimos a casa. Y como era de costumbre Daichi y yo volvíamos juntos. Era de noche y lo único que iluminaba esa oscuridad eran las farolas. La luz tenue que proyectaban hacían ver de alguna manera u otra el aliento que salía de mi boca. Durante un largo rato Daichi y yo no nos dirigiamos la palabra pero no era incómodo. Era un silencio agradable. Yo iba un par de pasos detrás de Daichi con una bufanda que me tapaba la boca haciendo que mis mejillas y orejas se tornaran rojas por el frío.

- Oye Daichi...- dije cortando un poco el hielo entre los dos.- ¿Que vas a hacer ahora? Me refiero a que universidad irás y tal.

- Bueno, aún no se que universidad elegir.- me contestó Daichi girandose un poco hacía mi.- Aún así creo que voy a elegir alguna Facultad de ciencias. Tal vez la de química. ¿Ya has cogido alguna universidad y Facultad, Suga?

- ¿Hm? Sí. He elegido la Facultad de Medicina.- dije con una gran sonrisa.

- ¿A sí? Dicen que medicina es difícil.

- Y ni te equivocas.

- Entonces, ¿a qué universidad te vas a ir?

Aquella pregunta me dejó congelado. Esa era la pregunta que no quería que me hiciera. Bajé la cabeza ante aquello y miré a otro lado para contratarle:

- Hokkaido.

Daichi al escuchar eso paró en seco y me miró.

- ¿Estás bromeando?- me dijo con una ligera risa pensando que eso era una broma.

Yo negué con mi cabeza parando a su vez. Seguramente Daichi en aquel momento hubiera puesto un rostro lleno de asombro y de tristeza a la vez. El simple hecho de estar lejos de Daichi me destrozaba por dentro. Llevaba amándole 3 años, estos 3 años de preparatoria. Nunca pude decirle mis sentimientos hacía él. Nunca me atreví a contarle mis sentimientos por el miedo a que me rechazara y no me quisiera ver nunca más. Sentía tanta impotencia... Apretaba mis puños con fuerza, mi espalda estaba erguida y apretaba mi labio inferior con fuerza. Quería hablar y no podía. Tenía mis palabras, mi voz, estancado en mi garganta. En cualquier momento me podría poner a llorar. Noté como una mano fría, pero cálida a su vez, se posaba en mi mejilla izquierda. Me tranquilizaba. Sólo Daichi conseguía hacerlo. Me sentía protegido, tranquilo, querido. Sabía que aquella era la mano de Daichi. Solo podía ser él. Me quedé quieto notando como Daichi se acercaba a mí. Noté como acercaba su rostro a mi cabeza. Noté como su nariz rozaba mi pelo haciendo que estos se movieran ligeramente. Noté como estaba él cerca mio. Lo tenía a menos de 10 centímetros pero no me podía mover. Estuvimos unos segundos quietos, iluminándonos la leve luz de las farolas. Pasados aquellos segundos Daichi se alejó de mi para seguir caminando. Vi como se alejaba y le seguí aún cabizbajo. Al cabo de unos segundos llegamos al cruce donde siempre nos separábamos. Aquel cruce iba a ser la última vez que vería a Daichi.

- Bueno, Suga...- me dijo girándose hacia mi con su típica sonrisa.- Aquí nos despedimos, pero no será definitivo. Nos vemos.

Daichi volvió a caminar rumbo a su casa. Eso hizo que levantara mi cabeza haciendo que mis lágrimas cayeran. Ya no aguantaba más esas lágrimas en mi rostro. Quería expresarle mis sentimientos pero no podía hablar. Quería decirle lo mucho que le quería. Quería que no se separara de mi nunca. Quería quedarme a su lado. Pero mi voz no salía, estaba estancada en mi garganta y las palabras en mi corazón. Las palabras que siempre he querido decirle no salían, no tenía coraje para decírselas. Tenía miedo. Dolía no poder decírselas. Las palabras que contenían mis sentimientos estaban estancadas junto a mi voz. Poco a poco Daichi se alejaba de mi. No quería que se fuera. Queria que se quedara a mi lado. Queria estar junto a él. Quería quedarme a su lado para siempre. Queria decirle lo que sentia por él. Queria que no se alejara de mi, que le necesitaba. Pero tenia miedo. Miedo a que me rechazara, a que me abandonara, a que no quisiera hablar nunca más conmigo. Miedo a que dejara de quererme, como amigo. Miedo. Tristeza. Impotencia. Sentía eso en aquel momento. Dolía. Dolía mucho. Mis lágrimas no paraban de salir. Respiré para tranquilizarme un poco a la vez que secaba mis lagrimas.

- ¡DAICHI!- pude finalmente gritar al moreno haciendo que este se girara sorprendido. Aún así, las palabras de mi corazón no salían. Tenía que hacer algo, disimular, disfrazar mis palabras de amor.- ¡GRACIAS POR ESTOS ÚLTIMOS 3 AÑOS! ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS CAPITÁN!

Tras acabar aquella frase mis lagrimas siguieron saliendo y en cambio Daichi sonrió para gritarme de vuelta:

- ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS A TI TAMBIÉN SUGA!

Entonces Daichi siguió caminando rumbo a su casa. Yo, en cambio, me quedé mirándole desde el cruce, viendo como se alejaba de mi poco a poco. No paraba de llorar. Mis lagrimas salían sin fin. Estuve allí hasta que perdí de vista a Daichi. Aquel, fue el último momento que vi a Daichi. La última vez que vi a la persona que amaba. Las palabras de mi corazón surgían junto a las lágrimas.

- Te quiero Daichi...- dije en un murmuro mientras las lagrimas caían.

Dolía. Era débil. No pude decir mis sentimientos a la persona que amaba por miedo al rechazo o al abandono. ¿Qué tan miserable podía llegar a ser? A pesar de haber soltado las palabras de mi corazón el pecho me dolía. Estuve un buen rato llorando en el cruce. A pesar de amarle durante tres años no tuve el valor de decirle nada de estos sentimientos que sentía por él. Después de todo aquello volví a casa. Mis padres, al verme, se alarmaron mucho ya que tenia los ojos, las mejillas y la nariz roja. Yo les expliqué de que había estado llorando mucho con los del equipo de voleibol y que ellos también habían llorado mucho. Les expliqué la despedida del equipo Karasuno y el partido de voleibol, y como Hinata comenzó a llorar en medio de la cancha. Mis padres se emocionaron al verme tan feliz. Ellos sabían que los chicos del club de voleibol son muy buena gente y eso les gustaba. Pero lo que me hacia feliz era pensar en todos los bellos recuerdos que recolecté los tres años de preparatoria. Tras explicar todo a mis padres fuimos a cenar, y de allí me fui a dormir. Al día siguiente fuimos a la estación de tren de Miyagi para comprar un billete para Tokyo ya que tendría que coger un avión desde allí hasta Hokkaido. Al final, en dos días me fui y en esos dos días preparé todas mis cosas para quedarme en Hokkaido. Una vez allí, y estando con la familia, me dispuse a visitar la ciudad. Tenía que hacerlo. Necesitaba saber que tren coger, saber donde estaba la universidad o saber no perderme por las calles. Entonces comencé la universidad. Fue algo extraño al principio pero poco a poco me fui acostumbrando junto con el gélido clima de Hokkaido. Los dos primeros años me fueron bastante bien, hasta que me ofrecieron un puesto de trabajo. Lo acepté y, con eso y otras cosas, logré el suficiente dinero como para vivir de alquiler. Mis familiares me pedían que me quedara, que no molestaba en casa pero yo sentía que molestaba. Tras aquello me fui a vivir de alquiler trabajando y comenzando el tercer curso de medicina.

***

Un año llevo desde que vivo solo en Hokkaido. Al principio fue duro pero al final me he acostumbrado. Al haber acabado ya el tercer curso de medicina decidí ir a Miyagi de vacaciones. Volver a casa sería lo mejor que podía hacer en aquel momento. Hacia tres años que no veía mis padres. Lo preparé todo para volver a casa. Compré los billetes de avión y tren e hice mis maletas. Aunque mi corazón sabía algo. Volver a Miyagi hacía que tuviera la certeza que tal vez me podría encontrar con la persona que amé durante mis tres años de la preparatoria y que aún seguía amando... Daichi.



Dilo aunque duelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora