Reencuentro y delirio

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Tras unas largas horas de viaje, llegué al fin a la prefectura de Miyagi y así a mi ciudad. Se notaba que hacía más calor que en Hokkaido pero es tal vez porque me he acostumbrado al clima de allí. Cogí mis maletas y fui dirección a casa. En tres años había cambiado todo un poco. Habían nuevos negocios, otros seguían y otros los habían cerrado. Además era invierno por lo que la gente estaba en la calle haciendo las compras de Navidad y Año Nuevo. Volver a casa por estas fechas no era mala idea y además iba a ser una sorpresa para mis padres ya que no les había dicho nada. Pasee por las calles llenas de gente hasta que me conseguí salir de allí para irme por unas calles más tranquilas y así llegar a casa sin problema. Esas calles tan tranquilas no habían cambiado. Aún las recordaba a la perfección. A medida que iba caminando llegué a cierto lugar. El lugar que me traia recuerdos tristes. El cruce donde vi por última vez a Daichi. Dejé las maletas para relajar mis brazos y miré aquel lugar con tristeza. No pude reunir el suficiente valor como para decirle lo que sentía. Fui un cobarde. Hacerme recordar eso hizo que unas lagrimas cayeran por mi rostro a la vez que mi voz salió por si sola:

- Daichi...- dije en un susurro lleno de tristeza.

- ¿Suga?- escuché decir una voz familiar detrás mio.

Me sorprendí ante aquella voz familiar pensando que no podía ser posible, que era totalmente imposible. Me giré con rapidez con las lágrimas y no pude abrir mis ojos como platos ante el asombro. Tenia a Daichi enfrente mio después de tres años. Tres años que no fueron en vano para Daichi. Se veía más fuerte de lo normal, era un poco más alto y el pelo lo tenia medio rapado por abajo y por arriba se lo había dejado largo. Se había vuelto todo un hombre. Nos miramos mutuamente durante un rato, yo un poco embobado ya que le veía muy guapo. Entonces los dos gritamos a la vez de alegría y nos dimos un abrazo, como machos que somos.

- ¡Ha pasado mucho tiempo Suga!- me comenzó a decir para luego inspeccionarme más de cerca.- Has cambiado bastante. ¿Qué haces aquí? ¿Qué tal Hokkaido? ¿Y por qué estabas llorando?

- Oye Daichi, dame un respiro.- le dije a la vez que me secaba las lágrimas de los ojos.- Primero, estoy aquí para pasar las Navidades con mis padres que hace ya tres años que no los veo. Segundo, estoy bastante bien en Hokkaido. Llevó ya un año viviendo de alquiler solo y tengo un buen trabajo.

- ¿En serio? Que suerte tienes Suga. Con estos tiempos de crisis tener un trabajo es duro.

- Y ni que lo digas...

- Entonces, ¿por qué estabas llorando?

Aquella pregunta me dejó congelado. No podía responderle que era porqué estaba pensando en él, en como no le pude decir mis sentimientos. Tenía que improvisar algo.

- Bueno... Estaba recordando la despedida de Karasuno...- dije dándome cuenta de como siguiera acabaría por decirle realmente el porque. Comencé a mirar a todos los lados hasta ver el cuello del moreno dándome cuenta de que tenia un tatuaje. No pude evitar sorprenderme.- Oye Daichi, ¿y ese tatuaje?

- ¿Esto?- dijo tapándose la zona el tatuaje un poco nervioso.- Bueno... Es una larga historia pero no te quiero entretener. Tienes que ir a tu casa con tu familia, ¿no?

- Así es... Bueno, entonces me voy. Me gustaría quedar contigo para hablar un día. Así que cuando quieras ven a mi casa, es como la tuya.- le dije acabando por enseñarle una sonrisa.

- Muy bien. A eso no me puedo resistir, colocador de Karasuno.- me dijo Daichi con un rintintín en su voz.

- Daichi, eso ya es agua pasada.- le dije ante el tono de él. Luego cogí mis maletas y le miré.- Nos vemos Daichi.

Y tras decir eso comencé a caminar hacía mi casa. Echaba de menos a mis padres. Hacía tres años que no los veía y hablar solo por teléfono no ayudaba mucho. Mi madre me dijo, la última vez que llamé, que todo estaba bien, muy tranquilo. También me habló de algunos partidos de Karasuno, del último año de Hinata, Kageyama, Tsukishima y Yamaguchi. Seguramente estos tres años esos chicos se habrán convertido en grandes personas. Tenía la esperanza de que iban a ser unas grandes vacaciones, pero no fue al final así.

Dilo aunque duelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora