Capítulo SIETE.

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En cuanto Milagros se puso a organizar una cadena de producción en la cocina para hacer la cena, Dimitri y Kev se escabulleron hacia la sala de estar. Kate y Celia no tuvieron tanta suerte, y se les asignó que se encargasen del pan de ajo. Álex removía la salsa para la pasta, y Ryan, cuando no estaba preocupado "ayudando" a Kate a untar la mantequilla con ajo en una baguette, se acordaba de vez en cuando de combrobar si el agua estaba ya hirviendo.

Tessa y Denis continuaban Desaparecidos en Combate. Maldición. Si Jessica le llegaban rumores de que Tessa estaba flirteando con su novio, el descarrillamiento de un tren no sería nada comparado con su ataque de rabia.

-Solo se están dando el lote -dijo Álex-. No te preocupes por ellos.

¿Acaso se había dado cuenta de que a Kiara le ponía nerviosa?

-¿No está él saliendo con Jessica?

-Creo que no es nada serio.

-Ah.

Kiara no conseguía entender el concepto de las relaciones que no fueran serias. Envidiaba a las chicas que podían salir con un montón de chicos y no parecían sentir el menor compromiso hacia ninguno de ellos. Siempre parecían seguras de sí mismas y dichosamente felices, al contrario que ella, que languidecía a causa de un chico al que no podía tener. Un chico que estaba justo a su lado, removiendo con desgana la salsa de la pasta. En cierto modo, ese gesto era de lo más sexy que Kiara había visto en su vida, como si hubiera sido transportada a una película romántica en la que hombres despampantes solo querían leer poemas de Alfred Tennyson en voz alta y celebrar comidas espectaculares en una villa italiana...

Déjalo ya. Necesitaba recuperar el control. Abrió la nevera en busca de ingridientes para la ensalada, deseando en secreto que el aire frío del interior deshiciese la fantasía provocada por sus hormonas. Sacó unos tomates y se puso con la ensalada.

-¿Qué, te has decidido al fin por alguna universidad? -le preguntó Álex mientras ella atacaba los tomates con un cuchillo de sierra-. Tienes a tres facultades detrás de ti, ¿no?

Kiara dibujó una sonrisa con sus labios al alcanzar un pepino. ¿Álex se acordaba de eso?

-¿Y bien? -dijo Álex. Sus hoyuelos aparecían y desaparecían en sus mejillas-. No me dejes en suspense.

-Voy a ir a la Universidad de California, Los Ángeles.

Milagros se asomó de pronto por encima del hombro de Kiara, como por arte de magia.

-Ejem... -dijo, examinando la preparación de la ensalada-. No cortes los pepinos en trozos tan grandes. Peligro de asfixia.

-Oh, de acuerdo.

¿De qué iba, acaso tenían seis años?

-Y asegúrate de no añadir los picatostes hasta que la cena esté lista, porque se quedarán empapados y blandengues. -A continuación desvió su atención hacia la salsa-: No añadas sal. El contenido de sodio en ese bote ya es excesivo.

-Sí, señora -respondió Álex, con un saludo militar.

Milagros lo miró con los ojos entrecerrados y luego se alejó para seguir con su supervisión de los demás preparativos para la cena.

Kiara sintió el deseo de cerrarle la boca con un pepino.

Álex bajó el fuego y colocó una tapa sobre el cazo de agua.

-Esa chica nos va a divertir.

-Si por "divertir" quieres decir "agotar"... -apostilló Kiara, sin pensar.

Eleven.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora