Capítulo SEIS.

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Mientras descendían a la planta baja, escucharon risas por el hueco de la escalera. Siguieron el corredor hacia la parte trasera de la casa y se encontraron en una espaciosa sala de estar, profusamente amueblada con sofás y sillones. Las paredes estaban llenas de estanterías que iban hasta el techo y sobre la chimenea había una enorme televisión de plasma de cincuenta pulgadas en la que se veían imágenes de un videojuego donde se mezclaba un apocalipsis zombi con una invasión alienígena.

Dos chicos estaban sentados en sofás uno frente al otro, con los mandos en las manos y los ojos fijos en la pantalla. Uno parecía el típico chico delgaducho desgarbado que se gastaba el dinero de sus padres esquiando la mayoría de fines de semana: camisa térmica ajustada, pantalones anchos y una melena larga y descuidada que no dejaba de quitarse de delante de los ojos con un violento movimiento de la cabeza. El otro era un samoano grande. Alto y fuerte. Grande al estilo de los defensas de la National Football League.

Cuando las chicas entraron en la habitación, el delgaducho las vio con el rabillo del ojo. Puso cara de sorpresa y detuvo la partida.

-Señoritas -dijo-. Bienvenidas al Paraíso.

Si el Paraíso era dos tipos jugando a una consola en mitad de la nada, Kiara no sentía la mayor tentación de entrar en él.

Tessa se llevó una mano a la cintura.

-¿El Paraíso incluye un barril de cerveza?

-Botellas -contestó el delgaducho, y se puso en pie. Introdujo la mano por debajo de su pantalón y se rascó el miembro mientras sus ojos examinaban a Tessa y luego a Kiara-. ¿Os traigo una?

-Ella no creo que beba... -dijo Tessa.

-Muy mal -replicó el chico, sin apartar la mirada de Kiara. Luego en su cara apareció una sonrisa maliciosa-: ¿Y habla?

Kiara entrecerró los ojos. Detestaba ser el centro de atención de cualquier extraño, además no le gustaba el modo en el que el chico la miraba.

-Solo cuando necesito hacerlo.

-Uuuuuh -contestó el delgaducho, moviendo los dedos de una mano en un gesto de avaricia-. Una pelirroja indomable. A Papi le gusta.

Puaj.

El defensa de fútbol le soltó un puntapié al sofá en el que había estado sentado su amigo.

-Termina la partida de una vez, colega.

-Vale, vale -dijo el otro, que volvió a sentarse. Le dirigió una sonrisa a Kiara y añadió-: Seguiremos más tarde.

Tessa agarró a Kiara de la mano.

-Vamos.

La guió a través de la estancia en forma de "L" hasta la gigantesca cocina de acero inoxidable que ocupaba el ala norte de la casa, donde estaba reunido el resto de invitados. Ryan y la Señorita Ojos Saltones bailaban una canción de ritmos eléctricos que retumbaban desde unos altavoces conectados a un iPod sobre la encimera. Sus cuerpos estaban pegados el uno al otro y la Señorita Ojos Saltones tenía una mano alrededor del cuello de Ryan mientras con la otra sujetaba otra cosa. Denis estaba apoyado contra la pared del fondo, con una cerveza en la mano Stella, y se reía con una chica española de rostro anguloso cuyas piernas resultaban demasiado largas para su cuerpo, y su pelo estaba rapado, como el de una rebelde rock. Una chica morena que parecía recién salida de la novela Las mujeres perfectas, de Ira Levin, con una melenita corta cuidadosamente peinada y una chaqueta muy recatada abotonada hasta poder ver bien el escote, examinaba de puntillas el contenido de los armarios. Y detrás de esos armarios, una chica pequeña con el pelo muy largo, mantenía en sus manos un libro, After 4, que parecía leérselo con mucha ansia y rapidez aislada de los demás.

Eleven.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora