El cuerpo de Celia se balanceaba lentamente hacia delante y hacia atrás.
Kiara quiso apartar la mirada, pero sus ojos permanecieron fijos en los de aquella chica muerta que estaba delante de ella. Dejó que la colcha con la que se cubría cayera al suelo y, aunque el aire estaba helado, su cuerpo ardía. Comenzó a tambalearse, imitando el balanceo del cadáver de Celia hasta el punto de que tuvo que buscar el apoyo del pasamanos para mantenerse en pie y no caer por la barandilla.
Ni siquiera podía parpadear: los ojos marrones y ciegos de Celia se clavaban en los suyos. Había algo en ellos: ¿Miedo? ¿Confusión? ¿Había sentido Celia ambas cosas en sus últimos instantes de vida? ¿Se había arrepentido de su elección de quitarse la vida justo después de saltar por la barandilla? Sintió un escalofrío. La idea del suicidio, de estar tan llena de desesperación que no quieres seguir viviendo, la horrorizaba.
-¡Joder!
-¡Oh, Dios mío!
Un llanto. Un gemido.
Probablemente a los demás no les llevó más de veinte segundos salir de sus dormitorios, pero a Kiara le pareció que habían pasado veinte minutos. Solo era vagamente consciente de los gritos y exclamaciones que se oían a su alrededor. Percibía la presencia cada vez más numerosa de gente, aunque apenas podía distinguir a nadie. No podía ver nada aparte de aquellos ojos carentes de vida que la miraban fijamente.
Hasta que sintió una mano en su hombro no pudo moverse y parpadear otra vez.
-¿Estás bien? -le preguntó Álex. Le pasó el brazo por la cintura y ella se dejó caer sobre él.
Buscó sus ojos, unos ojos que podía ver y sentir, y empezó a temblar.
-Sí...
-Mentirosa. -Álex recogió la colcha y se la puso sobre los hombros.
-¿Qué ha pasado? -La voz de Kate se oyó altisonante y quebradiza-. ¿Qué coño ha pasado?
Milagros estaba de espaldas al cadáver, se negaba a mirarlo.
-Tú eras la que compartía habitación con ella. ¿Dijo algo? -le preguntó a Kate.
No quedaba ni rastro de su arrebato emocional de la noche anterior, la vieja y áspera Milagros había vuelto.
Kate sacudió la cabeza.
-Ya estaba en la cama cuando yo subí. Pensé que estaba dormida.
-¿No la oíste levantarse?
-Yo... -Kate dirigió una mirada a Ryan-. No he dormido en la habitación.
Milagros chasqueó la lengua.
-Bueno, pues perfecto. Mientras había una suicida en tu habitación, tú estabas haciendo guarradas.
-¡Eh! -bramó Kate, enfrentándose a Milagros-. No soy su madre. ¿Cómo iba yo a saber que estaba tan al límite?
-Tenemos que llamar a la Policía -dijo Álex.
-Hay un teléfono en mi habitación -dijo Milagros. Se dio la vuelta y desapareció en su dormitorio.
-¿De dónde sacó la cuerda? -preguntó Denis. Asomó la cabeza por el hueco de la escalera y levantó la vista hacia las vigas del techo de la torre-. ¿Y cómo pudo atarla ahí arriba?
-¿Por qué diablos estáis todos gritando? Estaba intentando dorm...
Kiara distinguió la voz de Tessa y miró hacia arriba a tiempo de ver a su amiga bajando la escalera desde la buhardilla. Tessa se quedó inmóvil en el penúltimo escalón, con una mano se apartó el pelo rubio de la cara mientras que con la otra aferraba la sudadera con capucha de Kiara contra su pecho. Kiara vió cómo la escena calaba en el cerebro de su amiga a medida que sus ojos viajaban desde el cadáver hasta la cuerda y luego hasta las vigas de madera de la torre, y después hacían el mismo recorrido a la inversa.