Capítulo CATORCE.

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Kiara corrió escaleras arriba hacia la buhardilla y buscó entre el desorden sus botas y su chubasquero. El corazón le retumbaba en el pecho, pero no era por la carrera. Estaba en suficiente buena forma como para que eso no le afectara. Estaba excitada, simple y llanamente.

Álex quería su ayuda.

Déjalo ya.

Se sentó en el borde de su cama y se puso las botas de agua. Ante sus ojos apareció el gesto torcido en el rostro de Tessa. Tenía que dominar sus sentimientos hacia Álex. Tenía que hacerlo. Tessa nunca la perdonaría si lo descubriese, y además, iba a irse a Los Ángeles y a empezar de cero.

Pero Álex estaría también en Los Ángeles.

¿Qué demonios te pasa? Parecía que su cerebro estuviese intentando sabotearla. En la fiesta de bienvenida había tomado una decisión. Álex y ella nunca serían pareja. Necesitaba hacerse a la idea. Además, en cuanto llegase a la Universidad, Álex tendría aún más éxito que el que tenía en casa. Habría un montón de chicas en Los Ángeles a sus pies. Incluso famosas. ¿No solían salir los jugadores de fútbol de la Universidad del Sur de California con famosas? Debía ser parte del contrato: una beca completa y una de las hermanas Kardashian de novia. Ni siquiera se acordaría de Kiara. Ella sería un freno en su camino a la fama.

Solo tenía que superar aquel fin de semana. Encontrar una radio, salir de la isla. Pasar página.

Se puso en pie y buscó su abrigo. Lo localizó encima del tocador, donde Tessa lo había tirado durante su enloquecido registro de la habitación. Lo recogió y empezó a ponérselo, pero algo atrajo su atención.

Sobre el tocador había una foto enmarcada de una chica.

Al principio no la reconoció. Parecía totalmente incongruente, por completo fuera de lugar en aquella habitación. La piel pálida, la mirada de tristeza en su rostro, el pelo mal cuidado que le caía sobre la cara. Pelo negro. Negro como un mal presagio.

Poco a poco fue abriéndose paso en la mente de Kiara, como si una cortina de niebla se disipase. Conocía a aquella chica.

Era Samanta Hicks.

Mierda. ¿Samanta Hicks? ¿Qué hacía una fotografía de Samanta Hicks en su habitación?

Un montón de interrogantes inundó su cabeza.

¿Ya estaba allí la foto cuando llegaron? Se esforzó por hacer memoria. La primera vez que había subido las escaleras y se había quedado tan deslumbrada con la habitación que quizá no se había fijado. No, eso era una tontería. ¿Un marco negro y grande con una foto de Samanta Hicks? Sí, algo así habría llamado su atención.

De acuerdo, pero si no estaba la noche anterior, ¿cómo había llegado hasta allí? Obviamente, no había aparecido de la nada. Alguien había tenido que ponerla sobre el tocador. ¿Quién? Denis y Tessa habían estado allí durante una hora más o menos, pero en el caos de la mañana, cualquiera podría haber subido a la buhardilla. Habría sido muy fácil.

Lo cual llevaba a otra pregunta: ¿Por qué?

Existía una respuesta inocente, por supuesto. Se había caído detrás del tocador y alguien, quizá Tessa o Denis, la había encontrado y la había vuelto a colocar en su sitio. Lógicamente, esta era la que más sentido tenía. Pero incluso si esa respuesta era la correcta, no eliminaba de la mente de Kiara su duda inicial: ¿por qué había una fotografía de Samanta Hicks en su habitación?

Miró fijamente la imagen. Samanta. Conocía aquella foto muy bien. Todos los que iban a su instituto conocían aquella foto. Se parecía tanto a la espeluznante chica muerta de la película La señal que Kiara empezó a temer que Samanta pudiera salirse de la fotografía y presentarse en carne y huevo en la habitación.

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