Capítulo diecinueve: Estás preciosa de todas las maneras posibles.

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Alcé la vista una vez más para contemplar mi reflejo mientras atusaba por quinta, quizá octava vez, el bajo del vestido rosa palo de gasa que llevaba puesto. Subí mis manos hasta la cintura, donde el vuelo del vestido se veía impedido por una fina capa de encaje negro que realzaba mi pecho cubierto por ese escote en forma de corazón.
Incliné ligeramente la cabeza hacia la derecha mientras me repasaba con la vista una vez más. Me faltaba algo. Algo que colgara del cuello para encontrar su pequeño refugio sobre mi pecho.
Como si de algún tipo de poder para adivinar hasta el más profundo de mis pensamientos se tratara, sentí las manos cálidas de mi hermana retirando el cabello que yo misma había ondulado esa misma tarde. El frío contacto de aquel pequeño pedacito de metal precioso sobre mi pecho hizo que se me erizara hasta el último vello de la piel. Solté un pequeño suspiro que parecía más un quejido de quién no quiere levantarse un Lunes a primera hora de la mañana para cumplir sus obligaciones. Acaricié con delicadeza el pequeño corazón que había quedado suspendido sobre mi pecho e instintivamente sonreí al recordar el momento en el que lo había adquirido.
La cabeza de mi hermana sobresalió de detrás de mí haciendo que nuestros ojos se encontraran en el espejo.
— Estás preciosa.
La sinceridad en sus palabras hizo que me sonrojara levemente. Me encogí de hombros en respuesta y sonreí mientras recolocaba mi cabello.
Vi su gesto cambiar en el reflejo de aquel espejo que tenía enfrente.
Su mirada bajo hasta encontrarse con el suelo y oí como soltaba un pequeño suspiro al mismo tiempo que retrocedía un par de pasos hasta sentarse sobre mi cama.
— No vayas. Por favor, quédate en casa. Llamaremos a Cassie y tendremos una noche de chicas si quieres pero por favor, no vayas.
Giré sobre mis talones para volver a encontrarme con su mirada. Solté un sonoro suspiro y me senté a su lado.
— ¿Por qué? — Mi pregunta surgió de un pequeño susurro.
Violet me miró fijamente a los ojos con cara de confusión. Las pupilas de sus ojos estaban más dilatadas de lo normal y su rostro era sombrío. Era como si estuviera apunto de presenciar el más trágico de los sucesos.
— No hay ninguna razón en concreto, es que no quiero vayas.— Parpadeo en repetidas ocasiones mientras pronunciaba dicha frase.
Estaba mintiendo. Me estaba mintiendo.
— Dame una buena razón por la que deba dejarle tirado para pasar una noche de chicas con vosotras.— Exigí.
— Pues que somos nosotras, Helena.— Ella ladeó la cabeza hacia ambos lados y me miró como si estuviera cometiendo algún tipo de infracción en el código no escrito de hermanas.
Chasqueé la lengua y me levanté para regresar junto al espejo y teñir el pálido rosa de mis labios a un rosa mucho más llamativo y brillante. Mi hermana dio un largo suspiro y salió de la habitación porque sabía que había perdido la última oportunidad que tenía para convencerme de que no fuera a la fiesta de bienvenida con Matthew.
Cerré el alargado bote de color rosa que sostenía con mi mano izquierda y volví a sentarme sobre mi cama alternado la mirada entre el suelo y el espejo que tenía enfrente.

El timbre de la entrada logró sacarme del embrujo que el suelo de madera de mi habitación había lanzado sobre mí. Me incorporé y asomé por la ventana para ver su descascarillado Audi blanco. Sonreí y rebusqué en el armario para encontrar una chaqueta fina, ya que aún todavía no hacía demasiado frío.
Me encaminé escaleras abajo para encontrármele conversando gentilmente con mi madre mientras sonreía. Su sonrisa se intensificó cuando postré mi cabeza sobre el hombro de mi madre para captar su atención. Le devolví la sonrisa mientras me incorporaba bajo la atenta mirada de ambos.
Mi madre junto las palmas de sus manos y las posicionó bajo su garganta en un gesto de admiración y aprobación.
— ¡Cariño, estás preciosa! — Exclamó.
— Gracias.— Contesté mientras mi mirada hacía tiempo que se había perdido en los ojos de él.
Él sonrió de medio lado y extendió su mano, esperando a que se la aceptara.
Besé la mejilla derecha de mi madre y ésta acepto el beso mientras acariciaba mi rostro. Esperé a que mi madre cesara sus tiernas caricias y salí por la puerta principal denegando su mano.
Le oí soltar una carcajada tras de mí.
—¡Pásalo bien, cariño! — Gritó mi madre desde la entrada.
Me detuve y apoyé sobre la puerta del copiloto de su coche, esperándole mientras contemplaba como se despedía de mi madre. Después le miré mientras corría hasta llegar a mí.
— De haber sabido que te ibas a poner así me hubiera arreglado más para recogerte.— Dijo en tono jocoso.
Ladeé la cabeza y suspiré bajo su atenta mirada. Deslicé mi mano derecha sobre su chaqueta de cuero blanca y granate que llevaba una "C" bordada sobre el pecho, y la desabotoné hasta dar con la camiseta interior de color blanca que llevaba puesta debajo.
Le oí lanzar un sonoro suspiro en cuanto mis dedos rozaron su pecho pero no me detuve.
— ¿No crees que quizá no es el sitio más adecuado para que te pongas juguetona? — Rió.
Alcé una ceja en respuesta y abrí uno de los bolsillos interiores de la chaqueta para dar con las llaves de su coche. Presioné el gran y redondo botón central, y después, elevé la mano para exhibirlas delante de él. Echo su cabeza hacia atrás y sonrió sin enseñar sus dientes mientras cogía las llaves de mi mano.
Puse las manos sobre la puerta y él reculó para dejarme abrirla. Entre y la cerró. Bordeó el coche por delante sin quitarme los ojos de encima y entro al interior. Sin decir ni una palabra más, arrancó para disminuir la distancia que nos separaba de nuestro destino.

Touch » Matthew EspinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora