Capítulo dos: Demasiadas sonrisas falsas.

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— No te hubiera costado nada ser un poco más amable...
Mi hermana volvió a usar ese tono suyo que conseguía sacarme de mis casillas en cuanto el coche de Ryan se alejo de nosotras.
— ¿Más? Lo he sido bastante al no decirle lo que de verdad pienso al respecto de él y vuestro rápido romance, ¿no crees? — Intenté picarla aún más de lo que ya lo estaba.
Gruñó y se dio media vuelta. Solté una carcajada ante su comportamiento de niña mimada. Entonces ella volvió a girarse hacia mí.
— ¿Sabes? Quizá si intetarás dejar de ser tan desagradable con todo el mundo no estarías la mayor parte del tiempo sola y tendrías amigos, o hasta incluso alguien que te quisiera tener cerca.
Mi cara cambio rápidamente después de sus palabras. Había sido un golpe bajo pero tenía razón. Mi personalidad era capaz de espantar a cualquier persona en un radio de 100 metros. Lo sabía y quería cambiarlo pero no sabía como hacerlo, y eso sólo provocaba que fuera aún más desagradable con todo el mundo.
Me quedé callada intentando buscar una respuesta que estuviera a la altura sin tener que jugar tan sucio como ella lo había hecho. No la insinuaría que era una facilona, ni tampoco enumeraría la cantidad de parejas que había tenido en sólo este año. Así podría demostrarle que yo también sabía hacerla daño sin tener que recurrir a ese tipo de frases.
— ¿Helena...?
Una voz que me resultaba muy conocida me saco de mis pensamientos.
— ¡HELENA!
Me giré y miré a la única persona, a parte de mi madre, a la que nunca había conseguido espantar en todos estos años. La que era y había sido mi mejor amiga desde que ambas teníamos 6 años. Su pelo de color rojo brillaba bajo el sol, el mismo sol que se reflectaba en los cristales de sus gafas haciendo que no pudiera ver con claridad sus ojos.
Argg... ya está aquí la friki...
Mi hermana puso cara de asco y se dio media vuelta para reunirse con su grupo de amigas que la esperaban en la puerta. Quise darme la vuelta y contestarla pero ya era demasiado tarde y mi amiga se encontraba corriendo en mi dirección.
— Hola, Cassie.— Suspiré y comencé a andar hacia la entrada del instituto con ella a mi espalda.
— ¿Cómo estás? — Su voz sonaba entrecortada debido a la pequeña carrera que se había dado.
No contesté. Sólo suspiré. Cassie asintió y elevó sus gafas, que estaban resbalando por su nariz. No hacía falta que la dijera nada. Aunque no había oído la discusión con mi hermana, me conocia lo suficiente como para saber que habíamos sido tan desagradables la una con la otra como de costumbre.

Perdí a Cassie en los pasillos donde estaban todas las taquillas. Ella tenía Álgebra y llegaba tarde, yo Historia y deseaba que a Stilinski también se le hubieran pegado las sábanas. Desafortunadamente no fue así.
Llamé a la puerta y pedí paso. Stilinski se encontraba sentado con sus viejas gafas en casi la punta de su nariz y mirando la lista de la clase mientras apuntaba las faltas en la hoja con su bolígrafo rojo. Como odiaba ese bolígrafo rojo...
— ¡Señorita Crowell! Me alegro de que al final haya decidido honrarnos con su presencia.— Esbozó una sonrisa irónica, era casi maléfica.— Lástima que haya sido tan tarde... La veo a las 14:00.
Suspiré y entre sentándome en mi sitio habitual. Junto a la ventana, detrás de una de las columnas de la pared, en la cuarta fila. Deje la mochila en el suelo y me dispuse a sacar los libros.
— Bien, sigamos... ¿Daniels?
Un chico de pelo color azabache y ojos claros elevó su mano haciendo que su camiseta blanca se elevara un poco mostrando sus calzoncillos. Pude oír al maldito bolígrafo de Stilinski dibujar un tick rojo al lado del apellido de Taylor, y Taylor se encontraba justo debajo de mí en esa maldita lista.

Las primeras horas se me hicieron eternas. Mi día había empezado con mal pie desde que me había despertado y no parecía que nada extraordinario fuera a pasar para cambiarlo.
Cassie y yo almorzamos en nuestra mesa de siempre. La más retirada de todo el mundo que se codeaba con mi hermana. No todos, ya que para eso prácticamente tendría que comer en otro instituto, pero sí los más allegados a ella. Ella era todo lo contrario a mí. Tenía ese don que solo algunas personas poseen de meterse a la gente en el bolsillo con apenas dos palabras. Supongo que en el fondo la envidiaba por ello.
Cassie se pasó toda la comida hablando de un chico, uno en el que se había fijado en su clase de Álgebra. No preste mucha atención ya que Cassie se "enamoraba" al menos tres veces al día. Comí en silencio, dirigiendo mi mirada a la mesa de mi hermana. Viendo como ella y sus amigas reían falsamente mientras chismorreaban sobre todo el mundo y hablaban de sus conquistas. Apostaba a que mi hermana no había parado de hablar de Ryan en todo el día y me di cuenta de lo cargante que resultaría estar en su grupo de amigas, con todas hablando de sus parejas perfectas de sólo una semana. Definitivamente nunca podría ser una de ellas aunque no tenía claro de si era o no lo que en realidad quería. En realidad, no sabía lo que quería y eso me resultaba muy frustrante.
Puse cara de asco cuando una de las amigas de mi hermana se levantó para besar a Taylor, el chico que se encuentra debajo de mí en la lista del profesor Stilinski. Tiré el trozo de sándwich que me quedaba por comer sobre la mesa y recogí mi mochila del suelo.
— ¿Te importa si me voy? No me encuentro muy bien, Cassie...
— Claro, te veo más tarde. Mejórate.— Pude ver la mano de Cassie agitantose en el aire mientras salía de la cafetería.
En realidad no me encontraba mal. La verdad era que no podía soportar más estar rodeada de toda esa gente con sonrisas falsas que hablaban y reían entre ellos mientras Cassie me hablaba de ese chico del que no había querido escuchar ni una palabra desde que ella dijo: He visto a un chico...

Decidí salir afuera a tomar el aire. El frío viento chocó contra mi rostro en cuanto abrí una de las puertas. Había sol, pero para nada hacía buen tiempo. Retiré el pelo que se había arremolinado justo delante de mis ojos y contemple a un chico sentado justo delante mía. Se encontraba sentado sobre uno de los poyetes de cemento que marcaban la entrada al instituto. El chico parecía absorto en sus pensamientos, ya que ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Decidí sentarme justo en el otro poyete al otro lado de la puerta e instintivamente le dedique una mirada para saber si le conocía. Su cara me sonaba. Juraría haber visto esas facciones tan infantiles por los pasillos acompañadas de unos ojos marrones muy claros pero no recordaba haberle visto en ninguna de mis clases y tampoco haber intercambiado alguna palabra con él. Quizá le había visto saliendo de algunas de las aulas que frecuentaba para ir a ver a Cassie, no lo sé. Detuve mi mirada en su vestimenta que no era demasiado colorida. Pantalones anchos oscuros, Vans negras, un abrigo negro acolchado que lo hacía parecer mucho más corpulento de lo que en realidad era y un gorro del mismo color que cubría su cabeza dejando sobresalir unos cuantos pequeños mechones dorados por la parte delantera. No pude ver sus ojos por lo que seguía con la duda de si le había visto antes o no. Su mirada se encontraba fija en un libro de Historia. Pensé en que quizás él también tenía a Stilinski como profesor. Y en que quizás él también le odiaba. ¿En que estaba pensando? Obviamente le odiaría si él era su profesor. De hecho, no creo que haya nadie en todo el instituto que no lo haga.
El chico alzó la vista y me pillo de lleno observándole. Me sobresalte y eche la vista hacia otro lado justo después de que él me respondiera con una sonrisa. Pude ver por el rabillo del ojo como se quitaba un audífono de su oído y pulsaba sobre la pantalla de su móvil. Música — pensé. Esa era la razón por la que hasta ahora no se había dado cuenta de que estaba allí, a sólo un par de metros de distancia suya.

Touch » Matthew EspinosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora