2. Tú no la amas, ni ella a ti

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La estruendosa carcajada que Draco soltó, le erizó la piel a Hermione. Merlín. Le recordaba tanto a aquellos años en Hogwarts cuando ambos se odiaban. Le traía a memoria los tiempos en los que él la llamaba sangre sucia, y cuando la humillaba enfrente de todos.

—No puedes pedirnos eso, padre —espetó Draco, observando con irritación a Lucius.

—Puedo hacerlo. Si ninguno de ustedes dos razona por el bienestar de esta familia —miró a su nuera con decepción—, lo cual me sorprende de ti, Hermione, ya que supongo que cuando la gente te llama la bruja más inteligente, lo hace con fundamentos.

—Lucius...

—No puedes pedirnos que tengamos un hijo, es demasiado pronto.

El patriarca Malfoy apretó con fuerza la parte superior de su bastón, antes de ponerse de pié. No era que necesitara el apoyo del objeto para levantarse,  porque no lo necesitaba. Ya que si había algo de lo que Lucius no se quejaba, era de su buena salud, ¡y joder! Su cabello seguía viéndose tan bien como siempre.

—Tu deber, Draco, como hijo único, es proporcionar un heredero para esta familia —le dijo viendo con fiereza a su vástago.

—Draco, hijo, no debes ignorar la opinión de Hermione, seguramente ella piensa que es una buena idea. Toda mujer añora el día en que se convertirá en madre —acotó Narcissa.

La castaña no pudo evitar una sonrisa.

—Por supuesto que he añorado el día en que tenga a mi primer hijo —dijo Hermione. Draco la miró entrecerrando los ojos. No lo estaba ayudando—. Pero no creo que sea un buen momento para eso —el chico sonrió orgulloso.

—¿Y por qué crees que no lo es? —inquirió Lucius, mirándola con fijeza.

—Bueno, tengo mucho trabajo que hacer. Malfoy Company está por firmar una sociedad con una empresa muggle para comerciar sus objetos no mágicos innovados con nuestra magia. Un gran negocio, que conlleva demasiadas reuniones a las que asistir. Sin contar las fiestas de cortesía con los socios —enumeró la castaña.

—Sabes que tu no necesitas hacerte cargo de nada de eso —replicó Lucius—, no necesitas trabajar.

Draco rió.

—El asunto es, padre, que Hermione no puede permanecer encerrada en la Mansión tomando el té. Ése no es su interés —la joven le sonrió—. Yo soy ahora el presidente de la empresa, y quién mejor que mi esposa como mi mano derecha.

Lucius caminó lentamente alrededor de la mesa, mirándolos con escrutinio.

—No amas a tu esposa, Draco. Y ella, obviamente no te ama a ti —dijo con seriedad. Narcissa lo asesinó con la mirada mientras Hermione desviaba su vista a otro lado. Draco hizo lo mismo.

Era bastante incómodo escuchar la verdad en voz alta. Ambos sabían que no se amaban, pero ciertamente escucharlo de boca de alguien más sonaba peor.

Draco, quien ya había terminado su desayuno, lanzó la servilleta que reposaba en sus piernas sobre la mesa mientras se ponía de pié. Miró desafiante a su padre un momento, antes de mirar a Hermione.

—Tengo una importante junta en diez minutos —miró a la ex Gryffindor— ¿Nos vamos?

Ella asintió, limpiándose sutilmente la boca mientras se ponía de pié, alisándose la falda del vestido.

—¿Una junta importante? —espetó con ironía— ¿O una cita con alguna de tus zorras de turno? —el tono de Lucius irradiaba molestia y decepción.

Casado con una PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora