3. ¡Nuestros hijos se apellidarán Potter!

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Sonrió descaradamente antes de darle un último beso al castaño que estaba por irse.

—Nos vemos luego, Hermione —masculló con una sonrisa pícara antes de inclinarse a darle un beso de despedida.

—Espero que sea pronto —respondió ella mientras observaba como el joven Theodore Nott salía de su oficina.

Se sentó en su sillón de cuero color marrón antes de largar un suspiro. De entre su bolso sacó un espejo y su maquillaje para retocarse de nuevo el rostro.

De repente una figura llamó su atención, era alguien que estaba en el umbral de la puerta, y ciertamente no era Theo.

—¿Te importaría tocar? —espetó con frivolidad.

Él sonrió arrogantemente y se acercó a donde estaba ella, lanzando sobre el escritorio una gran carpeta con documentos.

—Revisa ése contrato, lee muy bien las letras pequeñas —ordenó—. Y lo hubiera hecho, pero tu "nueva conquista" —dijo con sorna, y desplomándose sobre una de las sillas frente a ella—, dejó la puerta abierta.

Hermione rodó los ojos antes de sacar un cepillo de su bolso.

—¿Y? Por lo menos yo no me besuqueo con "mis conquistas" en la cafetería del tercer piso —contraatacó con una sonrisa llena de satisfacción.

—Sabes que te mueres por ser una de ellas, Granger —dijo riendo.

—La envidia me mata, oxigenado.

Él sólo rió y se puso de pié de un salto. Se alisó algunas inexistentes arrugas de su costoso traje negro (oh claro, porque Draco no podía seguir usando las túnicas pasadas de moda que Lucius le recomendaba usar).

—Te dejo, sabelotodo. Procura no extrañarme demasiado —dijo con picardía— Y si eso sucede, pues... Sabes dónde queda mi oficina —concluyó mientras le guiñaba un ojo y salía a paso elegante de la estancia.

Hermione luchó contra el impulso de lanzarle su cepillo de madera en su bonito cabello rubio.

—Eres un maldito, mi querido esposo...

**

Unos extraños sonidos llamaron su atención... ¡Por supuesto! La cafetería... ¿Cómo no se le había ocurrido antes?

Rodando los ojos, y caminando lo más sigilosamente que pudo para que sus tacones no resonaran en el suelo, la castaña adornó su rostro con una malvada sonrisa.

Empujando la puerta con fuerza casi inexistente, Hermione se encontró con una escena que sinceramente, ya se esperaba...

¿Ése era el momento en que ella se debía poner a gritar y llorar desconsolada por encontrar a su marido besándose con su secretaria?

No. Claro que no.

Rió un poco antes de hacer notar su presencia a la entretenida pareja.

—Hora de irnos —anunció con voz firme, y provocando que la chica de cabello oscuro la mirada asustada, mientras casi lanzaba a Draco al otro lado de la estancia.

El ojigris sólo miró a la recién llegada con hastío.

—¡Señora Malfoy! Lo siento, yo no sabía que usted... —intentó excusarse la chica mientras se acomodaba el cabello.

Hermione levantó una mano, callándola y mirándola con frialdad.

—Sólo lárgate, Charlotte —ordenó.

Casado con una PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora