Capítulo 11: Máscaras y Hinami

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Mi madre me encontró llorando.

—¿Qué te pasa, mi niña? —preguntó mi madre, sentándose a mi lado.

—El amor es tan cruel —respondí, llorando aún más.

—El amor no lo es, las personas sí. ¿Quién es esa persona? —preguntó, aunque ya sabía la repuesta.

—¿¡Por qué tuve que conocer a ése idiota!? ¿Por qué le quiero tanto? Es tan idiota... ¡Le odio!

—Yo también le odio por hacer llorar a mi niña.

¿Por qué eras tan tonto?

¿Por qué no te dabas cuenta de lo que provocabas en mí?

¿Por qué no mirabas más allá de mi sonrisa?

¿Por qué no te detuviste a mirarme fijamente?

¿Por qué te limitaste a una amistad?

Estaba en Anteiku con Kaneki y el jefe, nos estaba enseñando cómo comer algo que no fuese café sin vomitarlo. Todos los intentos fueron en vano, estaba demasiado asqueroso.

—El truco está en tragarlo sin masticar, y hacer como que masticas, aproximadamente unas 10 veces por bocado, y hacer sonidos de como si estuvieras comiendo.

—Eso es muy complicado... —repliqué mientras le miraba asombrada, ¿cómo era capaz de hacer eso? Se esfuerzan tanto por mezclarse con los humanos...— ¿Por qué hace todo esto? Es decir, también le sirve a los clientes humanos.

—Pues para convivir con ellos hay que saber cómo son, y, la verdad, me agradan los humanos. Un humano para un ghoul es como una enciclopedia viviente que respira y tiene sentimientos. Les servimos a humanos tanto como a nuestros amigos ghouls que no quieren hacer daño a nadie, como una vez te servimos a ti, Kaneki.

—Es cierto... Pero, todos los ghouls se esfuerzan mucho por encajar por los humanos, ¿por qué algunos después de intentar adaptarse tanto los devoran sin piedad alguna?

—Porque hay ghouls malos, igual que hay humanos buenos y malos, pero ahora nos comprendéis. Además, no tenemos otra opción que comer humanos.

—Sí, tiene razón... Supongo que siendo como somos no hay otra opción —suspiré, esta vida es dura, joder, es demasiado dura.

—Tomaos vuestro tiempo, dentro de poco podréis volver a comer con vuestros amigos, sólo necesitáis un poco de práctica —sonrió el jefe intentando animarnos, nunca llegué a pensar que podría haber ghouls así—. Si queréis podéis iros ya.

—Gracias, hasta luego jefe —nos despedimos Kaneki y yo.

Salimos de ahí al llegar fuera Touka empezó a regañar a Kaneki diciéndole que era un inútil mientras yo me reía.

Abrieron la puerta, había una mujer castaña con ojos de igual color, tenía un flequillo que la caía por los ojos y el pelo recogido con una trenza hacia el lado. A su lado había una niña pequeña, de unos 10 u 11 años, tenía el pelo y los ojos castaños, al igual que la mujer que supongo que es su madre, con el pelo corto, por los hombros. Ambas estaban mojadas, supongo que era por la lluvia, y la niña tenía un aspecto asustado.

—¡Ryoko-san, Hinami, qué de tiempo! —Touka se acercó a ellas— Kaneki, haz algo útil y trae toallas para que se sequen.

Kaneki fue a buscar las toallas, volvió un rato después. La mujer comenzó a secar a la que seguramente es su hija, que seguía aferrada a ella.

Querido mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora