1. Caleb

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Era la quinta vez en la semana que se despertaba, por culpa de la misma pesadilla que había tenido durante los últimos diez años: él empapado en sangre, sosteniendo entre sus manos el cuerpo inerte y frío de su novia quien tenía los ojos abiertos, grises porque su alma había abandonado su cuerpo. Pensar que permitió que eso le pasara por dejar que su antiguo oficio se inmiscuyera en su vida, era algo que nunca lo dejaría tranquilo hasta que tuviera las agallas de acabar con su sufrimiento con sus propias manos.

Agitado, limpiándose con el reverso de la mano el sudor que escurría de su frente, Caleb se levantó de su lecho y caminó hacia el baño de su pequeño apartamento. Entre dormido y despierto, tropezó con el desorden esparcido el suelo, tapizado de una alfombra gris que servía para encubrir las manchas de cerveza. Se le esfumó el sueño al prender la luz del baño y pisar el vidrio roto de una botella.

—¡Maldición! —bramó, furioso, frunciendo el rostro por el dolor.

Se quitó la esquirla de la planta del pie, derramando un poco de sangre en el suelo; se encaminó al lavabo para enjuagarse la cara y desperezarse un poco.

Hacía mucho no contemplaba su reflejo en un espejo como en ese momento; por un instante no se reconoció. Las ojeras bajo los ojos, aunque no tan notorias, lo hacían ver más viejo. Sonrió de forma irónico al recordar esa época en que la vejez dejó de hacerle cuenta de cobro. Sus ojos eran cafés; no se acordaba de la última vez que los vio de otro color, ese que le indicaba que había dejado su humanidad de lado. Su barba y su cabello rojizo se fundían en uno solo, sumándole un par de años. Estaba más gordo, fuera de forma, su contextura era la de un luchador, sin embargo no tenía la misma destreza de antes.

Se refrescó con agua varias veces, tratando de despejar así la pesadilla con Amanda hasta que sintió irritada la piel de tanto restregarse con las uñas. Se quitó la playera sudada de días y con esa misma se secó la cara.

Estaba harto de vivir, consideró volver a ser un depurador, pero descartó la idea; preferiría dejar que su cuerpo se marchitara con el tiempo, que la muerte hiciera de las suyas, cosa que no tardaría si seguía con ese estilo de vida que llevaba.

Salió del baño; al darse cuenta que era la una de la madrugada, se vistió para salir, no tenía sueño y prefería gastar su tiempo en un bar, bebiendo hasta que perdiera la conciencia o hasta que tuviera una riña con algún ebrio. Le gustaba pelear, eso era lo único que no había dejado de lado, a pesar de que se volvió torpe para dar un golpe.

La calle estaba sola, lo usual a esa hora. Se cruzaba de vez en cuando con mujeres que apenas con un escote y una minifalda, captaban la atención de cualquier hombre urgido de atención, que estaría dispuesto a pagar por unas horas de placer.

Eran extrañas las veces que una patrulla o una pareja de policías, transitaba por la zona, justo como en ese momento; circulaba despacio, con las luces apagadas para pasar desapercibido, algo de esperar al tratarse de ese vecindario, el peor de la ciudad.

Caleb siguió caminando, cubriéndose la cabeza con el albornoz de la chaqueta, metiendo las manos en los bolsillos de ésta. Tenía que andar unas cuantas calles para llegar a un bar, en los que había cerca a su casa, los taberneros conocían de su mala reputación por lo que no lo dejaban entrar.

Encontró uno, era un antro nudista, su letrero lo invitó a adentrarse en él; no le interesaba si tenía chicas hermosas, sólo quería ahogar sus penas en alcohol. Entró, ignorando al público masculino que se deleitaba con mujeres de poca ropa, se acercó a la barra al costado izquierdo al fondo del lugar, se sentó en uno de los altos taburetes y esperó a que la chica pelinegra que servía las bebidas, lo atendiera.

Frustrado, se quitó el albornoz para revolverse el cabello, no podía quitarse de la cabeza ese sueño que no lo había dejado dormir durante toda la semana, fuera dormido, soñándolo o despierto, atormentándolo. Ni siquiera la estruendosa música del bar lo distraía.

Nigromante - Depuradores de Almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora