La tierra ha sido el sustento, el soporte para cualquier forma de vida, del suelo se hacía el hombre, de ceniza era y en ceniza de convertiría. Así mismo, debajo de la tierra se creaban las peores catástrofes, los peores seres, como los que Caleb estaba a punto de invocar.
Con las manos en el suelo, delante de él, dos grietas se abrieron sobre la superficie, la luz que provenía de ellas era dorada; las bestias que emergieron eran más grandes de lo que jamás había invocado. Dos perros gigantes aparecieron por ese portal, tenían tres cabezas cada uno y su piel no era quemada, poseían un pelaje intacto a pesar de que humeaba ya que venían del mismo infierno.
Fue algo que tomó por sorpresa a Abraxas, haciéndolo retroceder, pero no temer. En cambio Fergal, preocupado porque a su amo resultara herido, estiró el cordel del arco e hizo que una flecha lumínica se apareciera, lista para ser lanzada.
Empezó la arremetida, sin perder de vista a Caleb, no obstante, antes de que llegara la primera flecha, ésta se desvaneció sin explicación. Frustrado, tiró las saetas pero ninguna le dio al Nigromante y no entendía por qué.
El motivo era simple; mientras Caleb estuviera invocando un demonio, una protección adicional lo rodeaba como un escudo que repelía cualquier amenaza.
Las bestias como acechando a una presa, fueron hacia Abraxas, la baba en sus fauces era tan espesa y pestilente que le provocaron arcadas, se le olvidó los olores que se percibían en el infierno. A pesar de ello, se mostró decidido, una estupidez como esa no lo doblegaría, no a él que era uno de los caídos mayores, dueño de legiones tanto de demonios como de ángeles que recientemente había formado. Aún a una distancia considerable de esas bestias, extendió los brazos a los lados, recitó unas palabras siniestras, con su voz doble y rastrera; el ambiente se tornó más frío y oscuro, y con él, su cuerpo se transformó de manera grotesca alcanzando un tamaño desproporcionado.
Sus músculos se acrecentaron, palpitantes, la temperatura corporal se elevó. La piel cedió, rasgándose como si fuera tela, la sangre salpicó el suelo y parte de las paredes. El cuerpo que poseyó cedió al demencial prospecto que él quería revelar, volviéndolo en pedazos y carne podrida, regada por toda la habitación.
La entidad que se mostraba ante ellos era del triple del tamaño de un elefante, igual de grande que los dos perros que invocó Caleb. Sus brazos eran lo que más resaltaban por la masa muscular, sus patas traseras eran las de un bovino así como su cabeza, que tenía algunos rasgos humanos, como los ojos y las orejas. Era un humanoide, una mezcla de toro y hombre.
El hocico del demonio emanó un fuego que salía por sus fosas nasales cuando tenía la boca cerrada. Su postura encorvada parecía la de un gorila y su pelaje era marrón rojizo. Fue demasiado intimidante para Fergal quien detuvo su ataque, anonadado por la magnificencia de su amo. El Nigromante por el contrario, lo veía como algo insignificante. No le tenía miedo a la muerte, mucho menos a ese ser que por muy grande y horrendo que fuese, sólo lo motivaba a pelear.
Lo gigantescos perros gruñeron ante la presencia de Abraxas y pronto se abalanzaron hacia él. El demonio los recibió dando puñetazos, los animales al caer se reponían en un santiamén y continuaban atacándolo sin darle una pausa.
Ante la desproporción de las criaturas, Caleb se apresuró para tomar a Hazel en brazos y apartarse del campo de batalla, yendo hacia el piano, seguido de un sorprendido Fergal. Recostó a la chica en el asiento frente al instrumento, se arrodilló a su lado y valiéndose de los conocimientos que había adquirido gracias al Abraxas, posó sus manos alrededor de su amoratado cuello; una luz blanca irradió débilmente de las palmas del Nigromante para luego envolver la zona que tocaba. Percibía la calidez de su piel, su respirar entrecortado que poco a poco se fue normalizando. Al terminar, se levantó con decisión, la había salvado pero aún quedaba un demonio que depurar.
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Nigromante - Depuradores de Almas ©
ParanormalDespués de tener pesadillas con la muerte de su amada, Caleb va a un bar de mala muerte a ahogar sus penas, pasando por alto a alguien que quiere lo que él porta en su pecho; el tatuaje hecho con sangre de ángel, que lo liberó del contrato de su vid...