5. Nueva adquisición

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Los párpados le pesaban, no quería abrirlos, le irritaba al hacerlo. No recordaba si fue una pesadilla la terrible sensación de un hierro quemándole la espalda; frunció el rostro, echando cabeza por qué se sentía tan cansada.

—Hazel —la llamaron.

Haciendo un gran esfuerzo abrió los ojos; al principio le costó, pestañeó un par de vez para aclarar su visión. Frente a ella estaba un sujeto que reconoció al instante por su característica piel morena. Le sostenía el rostro, ella sonrió complacida de que su mentor la cuidara, pero se inquietó cuando él transformó su cara de alivio a una que reflejaba extrañeza.

Los ojos de Hazel ya no eran de un tono púrpura, identificándola como un depurador de almas, por el contrario, adoptaron un color rojizo rosado. Imitándolo, ella entrecerró los ojos, siendo inquisitiva, aguardando a que le dijera algo.

Un golpe seco los distrajo, ambos miraron hacia dónde provino el choque, topándose con la presencia de Caleb. A Hazel se le activó una chispa en la cabeza, un recuerdo de lo que pasó antes de que perdiera el conocimiento; la imagen de un supuesto ángel que al buscarlo, no lo halló por ninguna parte.

Se enderezó en su lugar, sobándose la nuca por la incómoda posición en la que estuvo. Miró de reojo al Nigromante quien, cruzado de brazos, no la perdía de vista. Al igual que Fergal, quedó confundido por los nuevos ojos que adquirió, convenciéndose de que algo tenía que ver la espada que por poco le quedó adherida a la piel.

—¿Qué te pasó? —consultó Fergal, haciendo que la chica centrara su atención en él.

—No lo sé —contestó con voz perezosa, arrugando la nariz por el olor a quemado.

Una corriente se coló por su espalda por lo que mandó enseguida una mano hacia atrás, descubriendo que su ropa estaba agujereada. Desmenuzó las fibras quemadas de su chaqueta y boquiabierta miró como la tela se hacía cenizas.

—Bueno, sea lo sea, es mejor irnos de aquí antes de que venga alguien —enunció Fergal, poniéndose de pies, le extendió la mano a Hazel para ayudarla a levantar.

Estando de pies, antes de retirarse los dos hombres le dieron privacidad a la chica para que se cambiara de ropa, haciéndole guardia, parados a lado y lado de la puerta de ese pasillo restringido al público.

—Pensé que te habías largado como el cobarde que eres —comentó Fergal. Las arrugas en su frente se acentuaron más ante el evidente enfado que reflejaba.

—Fui por ropa para el viaje, acá es más barata y a donde vamos no es que necesite pesos para comprar ropa devaluada en euros —contestó Caleb sin dejar de ver al frente.

—Avisar no está de más —espetó el moreno, indignado.

La barrera del silencio hizo presencia en medio de los dos. Quedaron sumergidos en sus pensamientos, Fergal analizando los detalles que le contó el sujeto a su derecha, buscando explicaciones a lo que le sucedió a su aprendiz. En cambio Caleb, bueno, imaginaba una y mil formas de haber matado a ese infeliz ángel caído que yacía muerto en el cubículo de un baño en ese aeropuerto, donde se había asegurado de meterlo.

—Era un cuerpo poseído el que usó ese ángel —habló de repente Fergal, sacando a Caleb de sus pensamientos vengativos.

—Si lo sé, me di cuenta que el cadáver fue recién sacado de la morgue —musitó el pelirrojo, hastiado.

Antes de deshacerse del cadáver lo había revisado, dándose cuenta de la incisión cruzada en el pecho y tras la cabeza, cortes que se hacían en una autopsia, además de lo rígido y frío que estaba; un cambio de estado físico bastante perturbador puesto que al poseerlo aquel ángel no lucía como tal, sino rozagante, como una persona común, apuesta y corriente.

Nigromante - Depuradores de Almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora