Epílogo

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Un tipo temeroso, flacucho y reservado, cuyo traje le quedaba volando y que no le favorecía en nada, se asomó débilmente por una enorme oficina donde una mujer con mejor porte y elegancia que él, esperaba su intervención.

Aquella hermosa dama de gruesos labios teñidos de carmesí, castaños cabellos ondulados y sedosos, ojos dorados intensos, de figura deseable tanto para hombres como para mujeres, contemplaba a través de la ventana del último piso de aquella compañía que por años forjó, la ciudad que le sonreía con un sol resplandeciente.

Los pasos que el hombre daba interrumpieron su paz y la sensación dulce de la victoria de lo que supo con anterioridad, esa victoria que parecía más una derrota.

—Mi señora —habló el hombre en un hilo de voz que a pesar de ser débil, aquella mujer lo oyó a la perfección. Ella quedó en silencio, esperando a que prosiguiera—. Abraxas... ha sido... devuelto al infierno.

La mujer sonrió, no dejó de admirar el hermoso paisaje urbano; esa era la noticia que ya conocía pues la había planeado.

—Eres un inepto, ¿sabías? —espetó, la mujer. El enclenque hombrecillo pasó saliva, incómodo se arregló el traje, acomodándose su ridículo peinado aplastado por el gel—. Mejor ve a hacerle sombra a alguien más y dile a Astaroth que planee bien qué hacer con Ángel, esa niña no puede salirse de nuestras manos, ¿entendido?

—S-si Ahrimán —tartamudeó, temblando de pies a cabeza. Ante el error cometido al pronunciar su verdadero nombre, horrorizado se tapó la boca.

Enfurecida, la mujer lo volvió a ver, sus ojos se tornaron negros por completo y sus cabellos ondearon, despeinándola un poco. Su aspecto cambió de forma tan drástica que el flacucho temió por su vida, quedándose anclado en el suelo.

—¡Recuerda que mi nombre es otro! —exclamó ella; su voz era gutural, espeluznante, una que por poco le hizo mojar los pantalones.

—Lo siento, mi-mi señora —tartamudeó con las manos hechas puños y el labio inferior a punto de desprenderse de tanto temblar.

La dama se relajó, en un dos por tres su aspecto volvió a ser el mismo de antes. Se giró lentamente a para continuar con su apreciación de la ciudad, sonriendo triunfal por lo que había logrado; sacarse a Abraxas de encima.

—Mi nombre es Amanda, que no se te olvide...

FIN

Nigromante - Depuradores de Almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora