Hace tiempo aprendí a no subestimar ninguna de sus sonrisas.
Hace tiempo que ya no lo hago, aunque creo que realmente nunca lo hice. Si pudiera las guardaría todas y cada una bajo llave como si fueran mi más preciado tesoro. Aun no las he visto todas, pero no pasa nada porque aun queda tiempo. Porque tengo que ver la sonrisa resignada que va a dejar ir después de enfadarse conmigo o la tímida curva de sus labios al intentar hacerla sonreír después de llorar, aunque sea a distancia. Pero espero (o al menos intentaré) que nunca tenga que llorar por mi culpa, ya que no me lo perdonaría.
Ah...y antes he dicho que aun queda tiempo, porque pienso quedarme con ella un buen rato, bastante largo debo decir. Y llamadme egoísta pero, tanto me da si se llega a cansar de mí porque yo de ella no lo voy a hacer. Incluso si para ello tengo que montarme en monopatín sobre un longboard.
Aunque realmente no creo poder cansarme de ella, ni de correr mis dedos por sus rizos, ni perderme en sus oscuros ojos que contrastan tan bien con su pelo rubio, ni de buscar y encontrar mil veces todos sus lunares.
Pero sobretodo tengo ganas de poder observarla sin que ella lo sepa, mientras mira por la ventana o esta concentrada en algo. Y también estoy deseando despertarme un día y que lo primero que vea sea su rostro calmado, con sus labios entre abiertos y sus tirabuzones esparcidos por la cama.
Creo que en ese momento no me faltará de nada.
Porque ya lo tendré todo.
Porque ella es mi todo.