Nueve y media de la mañana.
La ventana está abierta y el aire de verano hace bailar las cortinas. Las gotas del vaso del té frío que dejo en la mesa empiezan a caer y yo, ajena a todo, me siento sobre tu cuerpo.
Tumbado boca abajo entre las sabanas blancas de la cama. Ronroneas al notar un peso sobre ti, interpretándolo como un: "Es muy temprano". Me inclino y beso tu hombro desnudo apartando esa maraña de rizos rubios.
Te destapo la espalda y la admiro. Esa tez más pálida que colorida, recubierta por hermosos lunares. Con los brazos bajo la almohada vuelves a emitir un gruñido haciéndome sonreir y empiezo a bailar las yemas de mis dedos sobre ti.
Me siento pintor con tu cuerpo como lienzo en blanco. Esperando a ser una obra maestra sin saber que ya lo es.
Me siento astronauta trazando lineas entre tus pecas, creando miles de constelaciones. Hasta llegar a la nuca, donde habita la luna.
Me siento pianista tamborileando mis dedos sobre ti, interpretando la bella sinfonía que tengo entre mis manos.