El coche iba a ciento cincuenta por hora, patinando en la atestada carretera de Madrid, sin tener en cuenta los pitidos y los insultos de los demás conductores que se quejaban de las maniobras que realizaba con desesperación. No le importaba. Lo único que importaba es que no llegase demasiado tarde.
En los asientos de atrás se encontraban dos mujeres. Una de ellas gemía, más por miedo que por verdadero dolor, temerosa de lo que le pudiera pasar a ella: su hija. A su lado, la otra mujer, más mayor, le sujetaba de la mano infundiéndole apoyo mientras susurraba que faltaba poco. No sabía exactamente a quién se lo decía, si a ella misma o a la doliente.
El coche aparcó de cualquier manera en el aparcamiento. Se apresuró a salir del coche.Unos enfermeros ya se acercaban corriendo con una camilla, alertados de la llegada de la embarazada. Con prisa se la llevaron dentro, al quirófano.
- Por favor, rápido, ha perdido mucha sangre - gimió la futura abuela.
- Se hará lo que esté en nuestras manos, señora - respondió una enfermera con gravedad antes de cerrar con fuerza las puertas del quirófano.
Los dos se sentaron destrozados y con preocupación en la sala espera. Lo único que se escuchaba de fondo era las suplicantes plegarias susurradas por la madre de la embarazada. La inquietud de qué iba a pasar cuando se volviesen a abrir las puertas pesaba sobre sus cabezas.
* * *
Después de un par de horas de espera, por fin se abrieron las puertas. El doctor se acercó a los dos familiares con una triste mirada en los ojos, que hizo quese temieran lo peor.
- Doctor... - musitó Christian, preguntando con la mirada lo que no se atrevía a preguntar en voz alta, por miedo a la respuesta.
- Enhorabuena, ha tenido usted una hija sana y salva - contestó el doctor. Padre y abuela se permitieron suspirar aliviados por primera vez - Pero... - añadió cautelosamente el doctor - Pero siento mucho no poder decir lo mismo de su mujer - dijo finalmente.
Durante unos segundosno se oía nada, solo la respiración entrecortada de ambos familiares. De repente, un grito desgarró como un cuchillo el silencio que se había instalado tras la declaración del doctor.Christian, asustado se dio cuenta de que era él quien había gritado. La señora Amma se dejó caer en el suelo, sollozando.
- No, por favor... mi pequeña Rosie no, por favor. Dígame que no es verdad, por favor... Ella no... Aún le quedaba mucha vida por delante... No, por favor. No. No. No - sollozaba la pobre mujer, por su hija perdida.
- No se haga esto a sí misma, señora - dijo el doctor, ayudándola a levantarse -. Comprendo su dolor, pero la niña también ha sufrido una pérdida. Ha perdido una madre- continuó diciendo el doctor. Miró al padre y añadió - Lo que deben hacer ahora es cuidar de ella como lo haría su madre.
Christian pareció despertar de un sueño cuando el doctor dijo lo que tenía que hacer.Su rostro se crispó de dolor controlado y miró al doctor con una mirada gélida.
- No quiero saber nada de ese engendro - replicó, con la mandíbula apretada -. Ha matado a mi mujer. A la razón de mi existencia. No se lo perdonaré jamás - añadió, con lágrimas recorriéndole sus mejillas -. Estaba tan llena de vida, siempre tan generosa... y ese engendro la ha matado. Ha acabado con la mujer más maravillosa que jamás tuve oportunidad de conocer.
Y con esas duras palabras, se giró y salió apresuradamente del hospital, dejando tras él a un doctor estupefacto y a una madre sollozando.
La señora Amma no trató de pararlo, sino que se limpió los ojos y miró con ojos cansados al doctor, limitándose a decir:
- Quiero ver a mi nieta.
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LIVE
ParanormalLo miró con cara extrañada. - Entonces, ¿qué son? - preguntó. El sonrió con tristeza y con cierta nostalgia. - Qué somos, querrás decir. Rosie no supo qué decir, solo mantenerse callada y mirarlo de forma más confundida aún. ¿Qué quería decir...