Capítulo 7

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- ¿Por qué llegaste tarde a primera?

Rosie y Lucía caminaban por lospasillos en dirección al comedor. Lucía no había continuado con suinterrogatorio antes, pero estaba decidida a hacerlo ahora.

Rosie suspiró. No estaba muysegura de si debía contárselo a su amiga. No sabía por qué, perotenía el impulso de esconderlo. Guardárselo para sí. Era la mismasensación que sintió con Daniel, cuando le había preguntado antes.No quería que nadie supiese lo que había pasado. Pero era unaestupidez. Pensándolo bien, incluso debía de haber llamado a lapolicía, a pesar de que no había sido robado nada. Aunque sí hubodestrozos, se dijo, pensando en la abolladura de la pared.

- ¿Me estás oyendo?

- ¿Qué?

Lucía resopló, disgustada.

- Joder, tía, no me extraña que no tuvieses amigos. Pasas de todo el mundo - se quejó Lucía, mirando a Rosie enfadada.

Eso, por alguna razón, cabreó aRosie.

- No paso de todo el mundo. Lo que pasa es que estoy ensimismada en otra cosa que me preocupa - replicó Rosie, poniéndose a la defensiva.

Lucía enarcó las cejas. Yahabían llegado al comedor. Las dos se dirigieron a la misma mesa deayer y se sentaron.

- Lo que he dicho. Pasas del mundo - dijo Lucía. Miró a Rosie a los ojos, suavizando un poco su mirada -. Anda, cuenta. ¿Qué te pasa? ¿Es por ese chico de antes?

- ¿Qué? ¡No!

- Eso significa que sí - replicó Lucía, sacando de su mochila una manzana roja.

- Ya te he dicho que no - dijo bruscamente Rosie -. Es otra cosa.

Lucía miró con interés a Rosie.

- ¿Qué es?

Rosie miró a Lucía a los ojos.Se dio cuenta de que tenía unos ojos verdes muy bonitos. Eranpreciosos. De repente, ya no sentía esa sensación de ocultar lo quehabía pasado en su habitación. Sin darse cuenta, le estaba contandoa su amiga lo que había pasado con su abuela, la silueta negra queatisbó desde su ventana, el desorden de esa mañana. Incluso lecontó lo misterioso que era Daniel, con sus frases y sus consejo,incluso lo del bolígrafo negro.

Cuando acabó, Lucía la mirabacon seriedad.

- Joder, tía. ¿Has llamado a la policía? - preguntó.

Rosie negó con la cabeza.

- Tengo la sensación de que no me habría servido de nada.

- ¿Y qué vas a hacer ahora? - preguntó Lucía - ¿Se lo vas a contar a tu abuela?

- No, no lo haré. Aunque temo por ella. Me da miedo que algo le pase estando en casa, sola.

Lucía mordió su manzana,pensativa.

- Ya, entiendo.

Rosie la miró. Habiéndoselodicho ya todo, ahora le pareció una mala idea. Seguro que pensabaque estaba loca y que se lo había inventado todo. Pero Lucía noparecía haber pensado en eso en ningún momento. La miraba tambiéncon seriedad, con la manzana olvidada entre sus manos.

- Entonces, ¿volverás a casa?

- Sí - contestó Rosie.

De repente, el aviso de Daniel seiluminó en su cabeza. "Ten cuidado", le había dicho. No creíaque su amiga fuese una amenaza, ni mucho menos, pero, al contarletodo aquello a Lucía, sentía como si hubiese hecho todo menoshacerle caso.

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