Preámbulo

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Durante el transcurso de la semana las cosas continuaron aparentemente normales, aunque Takao estuvo sobresaltado durante todos esos días.

El pelinegro miró a todos lados para asegurarse de que no hubiera nada extraño. Midorima lo miró sin entender, pues no tenía la menor idea de lo que sucedió en la última actuación.

-¿Qué te pasa, Takao? No es como si me importara lo que te suceda, pero me haces quedar mal actuando de ese modo nanodayo...

Takao sonrió a medias y se sentó junto a su compañero.

-Solo me aseguro de que ninguna tijera voladora aparezca de la nada.

¿Tijera voladora? ¿De qué demonios estaba hablando?

-¿Ah?

-Nada, no es nada, Shin-chan.

El muchacho de lentes frunció el ceño ante la notaria mentira de su acompañante.

-¿Nada? Has estado así desde el lunes, ¿y me dices que no pasa nada? Repito que no es que me importe realmente, pero estás actuando demasiado extraño...

¿Decirle a Shin-chan lo que pasó el sábado con ese chico? No, era mejor que no lo supiera.

-Gracias por preocuparte por mí, pero de verdad no es nada.

-Ya te dije que no es...

-Sí, sí, lo que Shin-chan diga~

Takao comenzó a comer ignorando la mirada de la que estaba siendo objeto. A pesar de que ahora eran novios realmente no parecía haber cambiado la relación entre ellos, excepto porque ahora podían besarse cuando estaban a solas, pero de allí todo parecía seguir igual. Una extraña sonrisa se formó en sus labios.

«Me pregunto qué es exactamente lo que esta persona siente por mí...»

Midorima se quedó mirándolo un rato preguntándose que sería lo que su compañero estaría pensando tanto. Si le pasaba algo realmente le gustaría saberlo. Pero incluso si intentó preguntarlo a su manera, no había obtenido respuesta alguna.

«Si es algo que él no quiere decir, supongo que debo de respetarlo...»

Luego de eso no dijeron nada por un rato.


Ese sábado dieciséis de Mayo era el cumpleaños número diecisiete del presidente estudiantil de Teiko, por lo que el muchacho de cabellos castaños se encargó de prepararle algo muy especial por su día y como siempre todo fue en complicidad con la señora Hyuuga, quien lo ayudó en todo lo que pudo. Aún no daban las nueve de la mañana, pero el pelinegro comenzó a despertarse igual y al hacerlo notó inmediatamente que alguien más se encontraba con él.

-¡¿Teppei?! ¿¿Cómo es que te metiste de nuevo sin que yo...??

Pero al ver la enorme sonrisa de su compañero, entendió perfectamente que la responsable naturalmente había sido su propia madre.

-¡Mamá...!

-¡Malagradecido!- gritó la dueña de casa desde donde se encontraba.

-Tch... Al menos me hubieran despertado para avisarme que estabas aquí...- se quejó al sentarse en la cama.

El más alto, aún sonriendo, se sentó con tranquilidad al lado de su novio.

-No podíamos decirte porque era una sorpresa, además de que llegué muy temprano- lo abrazó de costado y con cuidado se acercó para darle un tierno beso en la frente -"Feliz cumpleaños, amor"- susurró con dulzura.

El camino hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora