Capítulo 8

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Abrió los ojos y miró al techo mientras se desperezaba, para incorporarse rápidamente en la cama.

-¡Dios! –Exclamó llevándose una mano a la cabeza. ¿Qué había hecho? Agudizó el oído, para ver que su piso se hallaba en total silencio. Pero aún así, no estaba muy convencida pues ayer noche ya habían entrado, sin que reparara en ello.

Sacó las piernas desnudas de la cama, y envolviéndose con la sábana su cuerpo, fue averiguar si había intrusos. No había nadie... Estaba sola. Y no le gustaba para nada, aquella sensación de tristeza que le estaba atenazando en el pecho.

Miró un momento hacia la cocina, para apartar la mirada veloz un tanto aprensiva por los recuerdos. ¡Era una completa idiota! ¿Qué diantres se pensaba que iba a suceder aquella mañana?... ¿Qué iba a ser despertada con suaves caricias, y con un desayuno preparado?... ¡Aquello solo sucedía, en las novelas que se leía su amiga Karolaine! Pensó con gran amargura.

Ahora, simplemente acababa de recibir lo que ya sabía que iba a obtener con él. Solo que no le gustaba... En aquel momento, se sentía dolida. Un dolor, que se había prometido que jamás volvería a sufrir... Por eso, tiempo atrás había decidido comportarse como lo habían hecho con ella. Una cena, una copa y un polvo. Después, sin ninguna explicación desaparecía. Dándole igual, los sentimientos de aquella persona.

Pero después de tantos años, se había vuelto a dejar que le hicieran daño. Había sido una completa estúpida. Sabiendo de sus sentimientos peligrosos hacía Zack, no tendría que haber dejado que ocurriera. ¡Siquiera tenía que haber empezado aquel juego con él! Pero ahora ya era tarde, el juego había finalizado con Zack como ganador. El daño estaba hecho. Volvía a ser una chica más, utilizada para una noche de sexo y dejada, con sus sentimientos hechos añicos.

Con los ojos llorosos, se dirigió a darse una ducha. Lo necesitaba por el momento. Quería quitarse el olor que captaban sus fosas nasales. Era el olor de Zack, en su cuerpo. Sin contar, que aún sentía el calor de sus delicadas caricias, proporcionadas durante casi toda la noche. Lo que sabía que no podía eliminar, en un largo tiempo. Eran las miles de imágenes que le invadían en el cerebro, de ellos dos en tan dulces entregas...

Por que dolorosamente, había encontrado al hombre de su vida. Con quien encajaba a la perfección, y con quien su cuerpo se sentía seguro... Pero aquel sentimiento, no era para nada correspondido.

-Karolaine –Asomó Thom la cabeza, por la puerta de su despacho-, podrías facilitarme el teléfono de Daniel Califth. No se donde...

-En el tercer cajón, carpeta negra –Respondió una voz muy conocida y apreciada para él.

-¡Susan! –Exclamó Karolaine, sorprendida por su presencia allí arriba-. ¿Por dónde apareciste?

-Por las escaleras... -Habló apartando un momento la vista de la cara sorprendida de su exjefe.

-¡Hola, Susan! –Chilló Clarise-. Que alegría volver a verte... -Dijo, mirando fijamente a su jefe con cara de pocos amigos.

-¿Has visto esa mirada? –Soltó Thom-. Pues no tiene nada que ver, con lo que me han hecho pasar... -Indicó con gran ironía en la voz-. ¿Te gustaría tomar un café?

-Claro... -Respondió con una leve sonrisa, mientras entraba en el despacho del hombre, no sin antes escuchar cierto comentario.

-Ya era hora jefe, ya no lo liquidaremos...

-¡A trabajar! –Intentó soltar con enfado, pero sin lograrlo al escapársele una sonrisa.

Fue directamente a sentarse en el cómodo sofá, mientras él preparaba el café. ¿Sería como una sustitución a la pipa de la paz? Enseguida lo sabría...

Saga Edifcio XIV-Cazadora En Sus Redes- Tercera Parte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora