Capítulo Dos: Allanamiento de un Desconocido

914 76 14
                                    

Pasé dos días con total normalidad, escuchando algunos discos que la antigua propietaria de mi dormitorio había dejado. Su nombre estaba en algunas libretas y libros; Violet Harmon.

Fue mi primer día de clases en el instituto Westfield. Por lo general fue una mierda, no te voy a engañar.

Nunca sabes qué llevar en tu primer día ¿ir casual o más arreglada que de costumbre? A veces odio ser una chica, por lo general los chicos no se preocupan de esas cosas o eso creo. Al final opté por un jersey violeta con estampados y falda negra, también recogí mi pelo pelirrojo en una trenza.

-¿Estás nerviosa por tu primer día de clase? -preguntó tía Elise al volante del coche.

Se había ofrecido a llevarme hasta el instituto por si tenía problemas para llegar andando o en autobús. Yo la verdad lo prefería así.

-Lo normal, supongo.

Hablaba con desgana, observando las calles o el interior claustofóbico del antiguo coche. Percibí cómo Tía Elise se tocaba en un costado haciendo una mueca de dolor, pero decidí no darle importancia y seguir a lo mío.

-Dicen que si haces un amigo el primer día vas bien.

-Genial... -dije, soltando un suspiro.

Pude ver cómo nos acercábamos a un edificio en el cual entraban adolescentes de todas las alturas y edades.

-No tienes por qué preocuparte tanto -me tranquilizó tía Elise justo frente al portón principal-. Estás preciosa.

-Gracias -dije saliendo del coche, cargando mi mochila en un solo hombro-. Hasta luego.

-Te veo luego.

Vi como se iba el coche hasta que tuvo el tamaño de una hormiga. Suspiré y giré sobre mis talones. Debía sentirme segura de mí misma, recordé, e intentar no causar muchos problemas. Estaba en un dilema, ¿llamar la atención por primera vez en mi vida o seguir en mi trayectoria de no hacerlo?

Entrar a un instituto nuevo a mitad de año no es fácil.

Faltaban diez minutos para que la alarma para la primera clase sonara. Busqué un lugar donde esperar hasta entonces, viendo cómo la gente salía de los autobuses escolares y merodeaban por allí.

Una vez que sonó ya no quedaba nadie fuera, y los pocos que quedaban se encontraban en los pasillos. Yo no sabía a qué clase debía ir, y me maldecí a mí misma por no haberlo mirado antes de que el timbre sonara.

Iba a buscar esa información en mi agenda cuando mis oídos captaron un rumor apenas audible y enseguida levanté la mirada de mi mochila hacia esa dirección hacia la que anduve con precaución.

Sin darme cuenta aparecí en una sala completamente distinta a un pasillo o incluso una clase. Habían mesas juntas y estanterías llenas de libros, obviamente se trataba de una biblioteca completamente solitaria. ¿Procedía de allí el sonido? Debía de serlo, lo notaba muy cercano.

Me paseé entre estanterías, volviendo la cabeza hacia todas direcciones.

-¿Hola...? -pregunté al aire-. ¿Hay alguien?

Entonces, anclado a la pared, algo resaltó entre la nada. Una placa de metal. Era imposible que un objeto inanimado e inmóvil fuera fuente de ningún tipo de sonido, pero me sorprendí a mí misma avanzando hacia allí.

Justo en frente, a pocos centímetros, los murmullos no paraban de arremolinarse a mi alrededor pero pude leer lo que rezaba el cartel:

"En memoria de nuestros hermanos y hermanas caídos. Presentado por la Escuela Secundaria Weastfield. Clase de 1994"

Después de esto venía una lista de quince nombres.

¿Qué había pasado ahí?

-¿Qué está haciendo usted aquí? -preguntó una voz autoritaria a mi espalda-. Debería estar en su clase.

Di media vuelta para encontrarme con un hombre en silla de ruedas que avanzaba hacia mí.

-Oh, lo siento... Soy nueva y...

-No me importa. A clase.

-Pero yo... -suspiré con pesadez, el hombre me dio la espalda, y antes de que se fuera pregunté-: ¿Qué pasó aquí? ¿A qué se refiere este cartel?

Sonreí para mí misma cuando vi que las ruedas de la silla paraban de girar, pero mi satisfacción no duró mucho tiempo.

-Un hijo de puta inició un tiroteo. Por su culpa estoy así y podría haber muerto, fin de la historia -dijo, y se fue.

Una extraña sensación surgió en mi interior.

¿Me estaba volviendo loca?

Llegué muy tarde a casa. Lo reconozco, me había perdido de vuelta.

Entré a casa con mis llaves e inspeccioné el salón y seguidamente la cocina. No había nadie, pero sí un post-it naranja en la nevera:

"He salido a comprar. Tía Agatha ha ido a dar un paseo. Puedes coger una magdalena. Tía Elise"

Miré hacia la encimera, en una bandejilla blanca habían al menos una docena de magdalenas. Cogí dos y subí hacia mi habitación.

Cual fue mi sorpresa al ver a un chico rubio desconocido sentado en mi cama.

-¿¡Quién mierda eres tú!? -le grité.

-Soy Tate -respondió con suma tranquilidad.

-¿Y?

-Soy el hijo de Constance.

-¿Y crees que eso te da permiso para entrar en mi casa y en MI habitación? ¡Voy a llamar a la policía!

-Eh... ¿me das una magdalena?

-¡No!

-Oh... -resopló y se revolvió el pelo-. Perdona, igual no pensé que te molestaría, sólo quería conocerte.

-¿Conocerme? -pregunté ya un poco mas tranquila-. Deberías replantearte una nueva forma de conocer gente que no sea allanamiento.

-Claro -hizo una larga pausa, yo no sabía si echarlo a patadas de mi dormitorio o dejarlo estar-. ¿Sabes? Esta era antes mi habitación, pero nos mudamos a la casa de al lado...

-Interesante -murmuré, dejando caer mi mochila que colgaba de un solo hombro y sentándome en la silla de mi escritorio-. ¿No era que todos los antiguos propietarios habían muerto aquí?

-No todos -se encogió de hombros. Dejé de prestarle atención para sacar un par de libros de mi mochila-. ¿Qué haces?

-Tengo que estudiar.

-Pero estamos hablando.

-¿Y? Yo no he pedido esto.

-¿Por qué eres así? ¿Es porque tus padres se han muerto o por cualquier otro problema de adolescente?

Esto ya era el colmo.

-Vete. ¡Ahora! -chillé-. No sé quién te crees que eres, pero vete ahora o llamo a la policía.

Suspiró, levantándose de la cama, en dirección a la puerta. Iba a salir cuando se giró:

-Lo siento, yo...

-¡Vete!

American Horror Story #1: WhispersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora