Capítulo Cuatro: Respuestas inquietantes

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Estaba segura de que aquello no había sido un sueño ni un Déjà vu, no podía serlo, así que por segunda vez salí del agua envuelta en la toalla y fui por toda la casa gritando su nombre. Sabía que el chico seguía por allí, escondido en algún sitio haciéndome pensar que estaba loca.

-¡Tate! -chillaba-. ¡Tate! ¡Sé que estás por a...!

Mis gritos fueron ahogados al tener frente a mí a tía Agatha con una expresión estricta en el resto.

-¿Se puede saber qué estás haciendo, Minerva? Gritando por ahí como un maldito chimpancé. ¡Y encima desnuda! -me agarré mejor la toalla blanca mientras era reprendida-. Si te enfermas será todo tu culpa ¿crees que estaremos aquí para cuidarte? Pensaba que eras más inteligente, niña.

-Pero, tía Agatha... yo...

-¿Tú qué? ¡Ve a tu habitación ahora mismo y no quiero volver a oírte gritar en esta casa! -escupía las palabras con enfado, decidí que era mejor no replicarle y fui dirección a mi dormitorio, mientras tanto la escuchaba decir cosas para ella misma-: ¿Qué se cree la niñata esta? No he dormido toda la noche por su culpa y encima... de verdad.

Entré a mi habitación, cerrando la puerta con pestillo nada más hacerlo.

Fui hacia mi armario para vestirme, mientras lo hacía no podía dejar de mirar por el rabillo del ojo las cajas llenas de cosas de la antigua propietaria, Violet.

-No deberías dejar que te trate así -escuché una voz a mis espaldas justo cuando terminé de vestirme. Me giré rápidamente, sentada en la silla de mi escritorio estaba una chica de pelo rubio oscuro o tal vez castaño claro. Ella abrió los ojos, sorprendida-. ¿Puedes verme?

-Claro, ¿por qué no iba a...? ¿Cuánto tiempo llevas ahí? ¿Me has visto...? ¿Quién eres?

-Uno, wow. Dos, mucho -decía todo mientras enumeraba con los dedos-. Tres, no tienes nada especial. Y cuatro, lo sabes.

Llevé la mirada a mis manos, comprobando que todo estaba correcto, estaba despierta. Tras esto la dirigí a mi estantería, donde una fotografía con los tres anteriores propietarios reposaba sobre un par de discos de música.

-¿Violet? Oh Dios, definitivamente me estoy volviendo loca.

-Pensaba que no podías verme -dijo levantándose de la silla, quedando frente a mí, ella era un poco más alta que yo.

-Y no debería, quiero decir, estas muerta ¿no?

-Es difícil de explicar...

-Inténtalo.

-¿Estás preparada para esto? -asentí, aunque no estaba muy segura-. Realmente sí, lo estoy, me suicidé.

-¿Es esto una broma o algo así?

-No. En un principio no deberías verme, no quería que lo hicieras, ¿cómo es que puedes?

-¿En serio le estás buscando lógica a algo que no la tiene?

-Buen punto -respondió tras pensarlo un momento.

Nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos.

-Así que... ¿ahora qué?

-Bueno, sigo sin saber cómo puedes verme sin que yo quiera.

-¿Crees que yo tengo idea?

Y como si nunca hubiera estado allí Violet desapareció.

Necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora. Sabía quién podía dármelas.

Con sigilo salí de mi dormitorio, caminando de puntillas por el pasillo y bajando las escaleras de la misma forma. Esperaba que esto resultara pues tía Agatha se cabrearía si no me viese en casa. No había sido una fuga de película, pero me valía.

American Horror Story #1: WhispersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora