Capítulo Ocho: Descubriendo la Verdad

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Habíamos evitado hablar sobre ello. Claro que tampoco puedes hablar cualquier cosa con alguien cuando no está presente.

Todo había sido tan rápido. No sabía que pensar ni qué sentir. Alex, tía Elise, Tate... todo eran manchas en mi cabeza que intentaba que desaparecieran. Pero no lo conseguí y todo se puso encima aquella noche.

Después de un largo y solitario día de clases llegué a casa. Tenía puesto un rumbo hacia mi dormitorio cuando en mitad del pasillo escuché a alguien llorar. Me detuve y escuché. Venía de mi habitación.

Abrí la puerta, extrañada, para encontrarme a Tate tumbado en la cama hecho un ovillo y dándole la espalda a la puerta.

-¿Estás bien? -pregunté aproximándome.

Él se incorporó secando las lágrimas e intentó sonreírme en un intento fallido.

Inmediatamente comencé a oír algo extraño y cada paso que daba mas cerca de él se intensificaba.

-¿Escuchas eso? -pregunté.

-¿Vive aquí Tate Langdon? -escuché de una voz masculina.

-Es mi hijo. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho? -la voz de Constance iba acompañada del sonido de un coche de policía.

-Entrad.

Me subí a la cama, el rubio ya se había levantado y me miraba a mi espalda, acercándome más a la pared que encabezaba el mueble a medida que escuchaba docenas pasos acercándose sin prisa.

-No le hagan daño. ¡Tate, Tate! ¡Esperen, déjame que hable con él! -los gritos de la señora Langdon fueron mas claros una vez que apoyé mi oreja en la pared-. ¡Déjeme hablar con él! ¡Tate! ¡No, por favor, es solo un niño!

Cerré los ojos tras escuchar cómo tiraban la puerta abajo.

Habían entrado en esta misma habitación. Apuntaban con punteros rojos a Tate sentado en la cama, justo al pecho. Él se levantó, con las manos arriba. El squad no dejó de apuntarlo y la alarma tampoco cesó.

Tate, con la mirada perdida, llevó una mano en forma de pistola hacia su sien e hizo como si la disparase acompañada de su respectiva onomatopeya. Sonrió levemente y, en un movimiento brusco, intentó sacar una pistola de debajo de las almohadas.

Las armas de los policías se activaron matándolo en un abrir y cerrar de ojos. Su cuerpo sin vida se desplomó a los pies de la cama.

Me aparté con rapidez de la pared tapando mi boca con la mano horrorizada.

-¿Qué has visto, Mini? -preguntó Tate mientras volvía a poner los pies en el suelo.

-Tú... tú estás... muerto.

Bajó la mirada, supongo que dándose cuenta de su error al no decírmelo.

-Iba a decírtelo.

-¿Cuándo? ¡Ahora entiendo por qué nunca estabas en casa!

-Iba a decírtelo... -repitió-, pero no lo preguntaste y...

-¿Necesitaba hacerlo, Tate? ¿En serio? -negó con la cabeza, no me miraba pero sabía que lloraba-. Por Dios... ¿Hay algo más que no me hallas dicho?

Mi sorpresa fue verlo asentir cabizbajo.

Seguí al Tate sollozante hasta el desván. Un terrible olor llegó hasta mis fosas nasales.

-Lo subí aquí porque... apenas vienes aquí arriba y... -su voz entrecortada me hablaba a las espaldas mientras subía las escaleras hacia la penumbra-. Lo siento... Lo siento...

Encendí la luz y al ver aquello una presión inhumana creció en mi pecho.

Allí, en una mala postura en el suelo, se encontraba el cuerpo grisáceo y sin vida de Alex. Conservaba toda la ropa que llevaba en ese momento pero cubierta de sangre y sus gafas de sol negras con sangre.

Me puse de cuclillas a su lado acompañando a Tate en los sollozos.

-Lo siento... -repitió.

-¿Por qué lo hiciste? -pregunté apartando la mirada del cuerpo.

-Celos y porque te quiero...

-Dime que no crees eso -asintió, ambos llorábamos-. Querer a alguien no te da derecho a matar a una persona.

-Lo siento, Mini...

Tras ponerme en pie me paré justo en frente de Tate. Le acaricié la mejilla quitandole las lágrimas y él me sonrió.

-Te quiero, Tate... Pero eres un mal chico. Y yo no quiero estar con un mal chico. Vete.

Cuando pestañeé Tate ya no estaba allí. Mi mano alzada en la nada y lágrimas perdidas en mis pómulos.

American Horror Story #1: WhispersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora