Capítulo Siete: Carencia de Sentimientos

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Me encontraba en una clase del instituto, todo estaba borroso a mi vista excepto la pizarra verdosa.

Todo se volvió negro por un instante.

Continuaba en la habitación, pero esta vez sentada en uno de los pupitres al final del todo. No había absolutamente nadie, me encontraba sola, pero alguien apareció por la puerta. Una figura que había visto anteriormente, aquella persona vestida de negro con el pelo recogido hacia atrás y, lo más importante, con la cara y cuello de esqueleto.

Se detuvo en la puerta, tan solo observándome.

Sin saber qué hacer me levanté y fui hacia la pizarra siendo seguida por la mirada del chico, agarré una tiza blanca pero cuando volví la vista al tablón ya habían unas palabras escritas:

"Te quiero"

Lo último que pasó fue que fui arrastrada hasta el final de la clase a medida que un grito salía de mi garganta.

* * * *

-¿Cuánto tiempo ha pasado?

-Casi dos semanas -respondí con las manos en la cabeza-. No hay pistas ni nada que ayude a saber dónde está. Y yo me siento tan culpable...

-No tienes por qué, Mini -me consoló tía Elise-. No eres responsable de nada.

-Ya, pero...

-Lo encontrarán, ya verás -dijo con una sonrisa-. Había pensado que, ya que tanto tú y yo tenemos el día libre, podríamos salir y así te despejas un poco. ¿Qué te apetece si vamos a una plaza del centro donde hay una cafetería buenísima para desayunar? Luego necesito ir al hospital, estos pinchazos...

-No será nada grave, ¿verdad?

-No, no, claro que no. Será alguna tontería sin importancia. Ya estás tú suficiente preocupada como para estarlo por mí.

-Está bien -acepté devolviéndole el buen gesto.

No tardamos nada en llegar al centro. En la plaza correteaban de allí allá niños jugueteando y adultos o bien detrás de ellos o en sus propios asuntos. Nos sentamos en una de las mesas pertenecientes a las cafeterías del lugar.

Hablamos animadamente a la par que desayunábamos, pero entonces tía Elise me miró con melancolía.

-¿Cómo te sientes por la muerte de tus padres, Mini? No hablas de ello y... no puedo ayudarte si no sé tu estado anímico.

-No necesito ayuda, tía Elise, en serio. Estoy bien.

-Solo digo que si necesitas hablar...

-Estoy bien -dije tajantemente-. De verdad... Quiero decir, al principio no estaba nada bien pero me di cuenta que estando triste no llego a ningún lado así que...

-No deberías ocultar tus sentimientos.

-¿Y vosotras qué? Tía Agatha y tú también perdisteis a una hermana, ¿verdad? No estáis tristes.

-Ya pero... -intentó buscar un argumento, pero no supo qué decir-. No sé como lo haces pero siempre tienes respuestas para todo.

Una vez en el hospital no pude entrar con tía Elise así que esperé en el pasillo. He de decir que odio los hospitales porque huelen a detergente y a ansiedad y quién sabe si alguien está muriendo ahora mismo allí.

Solo iba a saber cómo habían ido las analíticas, tendría que pasar poco tiempo hasta que saliera y dijera que no era nada. En realidad no pasó esto.

Cuando por fin salió tía Elise su expresión me decía que algo no iba bien y me levanté enseguida, preocupada.

-¿Qué ha pasado?

-Tengo que ir a hacerme más pruebas y...

-¿Qué ha pasado? -volví a repetir-. Tía Elise.

-Creen que me han detectado cáncer en el pulmón -iba a replicar, pero siguió hablando-. No te preocupes, solo voy a hacerme unas pruebas y...

-¿Que no me preocupe? ¡Me estás diciendo que tienes cáncer y quieres que no me preocupe!

-Mini...

Estaba muy alterada, tal vez preocupada. Pero estos estados de ánimo se fueron y me sentí extraña, como si me faltase algo. Sentimientos.

-Te... -dije, casi murmurando-. Te espero en casa...

No sé como conseguí llegar a casa, pero lo hice. Durante todo el camino aquella falta de sentimientos me hizo sentirme vacía ¿qué me pasaba?

No quise ver a nadie en esos momentos, tal vez dormir sería lo correcto y desear que siguiese siendo una pesadilla.

En cambio mis piernas me llevaron al desván, allí nadie me encontraría, supuse, ni siquiera me molesté en encender las luces a mi paso y al parecer tía Agatha no estaba en casa.

Jalé la cuerda, haciendo bajar las escaleras. La tenue luz desde arriba iluminó la oscuridad.

-¿Hola? -pregunté subiendo lentamente los escalones-. ¿Tía Agatha?

Entonces pude ver a Tate sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared, sostenía una pelota roja. Me miró preocupado y frunciendo el ceño dijo:

-Tienes mala cara, ¿cómo estás?

-No lo sé...

Tate se levantó y vino hacia mí, fui envuelta por sus brazos uno en la espalda y con el otro su mano sostuvo la parte trasera de mi cabeza. Mi mirada estaba perdida y aunque él me estuviera abrazando continuaba sintiéndome sola, como si en realidad no estuviera allí.

-Mis padres... Alex... tía Elise... -las primeras lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas-. No puedo...

-Mini...

De pronto aquellos susurros que oía meses atrás volvieron a mis oídos. Por todas partes ¿qué me estaba pasando?

-Puedo escuchar las voces otra vez...

Tate pasó sus manos suavemente en mis mejillas, haciendo que lo mirara fijamente a sus ojos negros como la noche.

-Mini, mírame. No escuches, ¿vale? No escuches... Solo concéntrate en mi voz, Mini.

-¿Estoy loca? -sollocé.

-No, no lo estás -sonrió, en cambio vi como descendía una lágrima solitaria por su mejilla.

-¿Por qué estás llorando? -me permití limpiarle aquella lágrima.

-Porque eres muy bonita y si tú lloras yo también. Te quiero, Mini.

Se acercó hasta que pudo besarme, un beso amargo con lágrimas caídas y desesperanza. 

American Horror Story #1: WhispersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora