Capitulo 3

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Luego de una semana de lo que paso con Gabriel, Miguel se quedo pensando si tal vez fue muy rápido llegar a las conclusiones que había tenido y que quizás debió dejarlo explicarse.

Se encontraba en la casa de Anna consiguiendo alguna explicación a esa conversación. Se quedo mirando a su amiga.

-¿Crees que debí haber sido menos agresivo con él?

-Agresivo no se pero tienes todo el derecho de estar enojado. ¡Se vino a disculpar dos años después, por Dios!- suspiro frustrada- Nunca tuvo que haberte tratado así. Sin embargo, eran niños que no sabían lo que decían.

-Yo sí estaba seguro de lo que decía y por lo que pude ver, Gabriel también estaba seguro- replico tratando de no molestarse de nuevo- En fin, eso fue lo que pasó. Lo que me pareció raro fue lo desesperado que estaba porque lo perdonara.

Anna lo miro extrañada.

-¿Por qué estaría desesperado? Se supone que no quiere nada contigo.

-Ese es el asunto. Estaba dispuesto a terminar esta amistad de una vez por todas pero estaba desesperado porque lo perdonara- se quedo en silencio pensando para llegar a alguna explicación lógica, igual que Anna.

Luego de unos minutos en silencio, Miguel intervino.

-¿Sabes qué? No importa. Que se disculpe o no, no me va a dar más años de vida y tiene razón. Que cada uno vaya por su lado es lo más sano-dijo no un tanto convencido pero seguro que más adelante se lo creería.

Al contrario, Anna no pensaba lo mismo. Estaba segura que llegarse a ver otra vez los dos, los afectaría de alguna forma. Más a Miguel que a Gabriel. Quería pensar que el asunto no era tan grave; era algo que paso hace dos años y darle largas pensando el por qué de la situación no era sano, que lo mejor era dejarlo pasar pero ¿cómo decirle a su mejor amigo que dejase pasar el chico que siempre le ha gustado a pesar de todo? Todo el asunto estaba al borde de un drama romántico y es que así se sentía. Sin embargo, quería ayudarlo a sacarle a Gabriel de la cabeza por algunos días y más ahora que había vuelto.

-Cambiando el tema-dijo formándole una sonrisa picarona- ¿has visto algún prospecto que valga la pena?

-Todo el asunto de Gabriel me ha arruinado la búsqueda... ¡Y lo frustraste es que todos los que valen la pena, viven estando con él como completos zamuros!- exclamo seguido de un suspiro- Ni siquiera así me puedo dar el lujo de no estar cerca de él.

Anna rió por lo dicho del castaño. "Al menos lo está intentando" pensó.

-Yo te puedo ayudar en tu búsqueda. Te digo quien si puede ser y quién no.

-No. Me voy a concentrar en salir de esa pocilga, hacer algo con mi vida después de la graduación y ahí si buscar... "presa".

-Me parece bien- decía mientras reía por lo dicho de su amigo.

Lejos de ahí, estaba Gabriel. Pensando. Últimamente, pensaba mucho sobre lo que iba a hacer, fuera lo que fuera, lo pensaba. No estaba seguro de sí mismo.

Su inseguridad empezó hace un año.

Justo el año en que ya no estaba en la escuela.

Su razón para irse, aparte de que su padre por razones de trabajo debía irse por ese año y mudarse los dos temporalmente, su otra razón era Miguel. En el poco tiempo en que se conocieron, compartieron todo y se sentía fuera de su zona saber que su mejor amigo tenía sentimientos por él. Sin embargo, al día de hoy, sabía que todo lo que le había dicho no se lo merecía, cosa que en ese tiempo no sabía y lo dijo con toda seguridad.

Nada de esto podría decirle a su padre. Detestaba a los homosexuales y Miguel nunca paso su aprobación desde la primera vez que lo llevo a su casa. En ese tiempo, pensó que eran solo ideas de su padre y el siempre le aseguro que Miguel era como cualquier otro chico, por tanto podía seguir llevándolo a su casa. Claro que nunca se imagino la sorpresa que le vendría.

Decir que estaba arrepentido era poco.

Después de que se mudo y estar un año en una escuela diferente, le hacía ver que estaba completamente solo y que haber terminado su amistad con el castaño había sido mala idea. Se dio cuenta que no había nadie mas como Miguel, que no sentía que alguien más le podría dar la amistad que él le dio.

No sabía con quien hablar y cuando lo hacía, decía lo necesario. Se sentía fuera de línea en esa escuela y no podría salirse aunque quisiera ya que su padre tenía sus asuntos con su trabajo. Solo esperaba que cumpliera la promesa de volver a su antiguo país. Ese año que paso, perdió contacto con todos porque todos eran un recordatorio de lo que había pasado con Miguel y aunque se sintiera más solo que nunca, no quería sentirse peor de lo que ya estaba. Pudo levantar el teléfono y llamarlo muchas veces, decirle que lo sentía, que fue una bestia, que quería su amistad de vuelta y que se sentía solo pero nunca tuvo el valor.

Al terminar el año, su padre le comunico que volvían de regreso y que ya no tendrían que mudarse hasta que él se graduara, mensaje que le alegro la existencia porque entonces veía la oportunidad de enmendar sus errores. Recuperar a sus amigos y sobretodo recuperar a Miguel.

Ese año supo que algo había cambiado en el. No sabía con certeza que era pero algo era diferente. No tenía los mismos intereses que antes. No tenía nada que ver con que había crecido o que había madurado pero pensaba que en algún momento lo sabría con certeza y algo le decía que al volver, sabría de que se trataba ese cambio.

Luego de volver a su ciudad, establecerse en la nueva casa y descansar, empezó a retomar contacto con alguno de sus viejos amigos, los cuales se alegraban de tener noticias de él, saber que había vuelto y que estaría para los dos últimos años en la escuela. Que se graduaría con ellos.

Sin embargo, todavía no estaba listo para volver a hablarle a Miguel, al cual no sabía cómo empezar a disculparse.

Una semana antes de empezar la escuela, recibió una sorpresa.

-¡Gabriel, baja!- lo llamo su padre.

Dicho tal, bajo y se dirigió a la sala donde lo consiguió sentado al lado de una mujer que le calculaba 25 años como mucho. Cabe destacar que su padre ya iba por los 40, así que o estaban a punto de presentarle a su nueva hermana o su nueva madre.

-Gabriel, hijo-decía mientras se levantaba. Se le notaba la emoción en su voz- Hay alguien que quiero presentarte.

Al decir esto, la chica a su lado se levanto. Era bonita, debía admitirlo. Ojos grises, cabello amarillo con bucles, alta, buen cuerpo; toda una modelo. No tenía ni idea en donde se la había conseguido su padre.

-Te presento a Kelly-dijo con una sonrisa en el rostro.

La susodicha Kelly alzo su mano como saludo con una sonrisa tímida, saludo que Gabriel correspondió. Hecho esto, los tres se sentaron. Su padre y Kelly en un sofá y Gabriel en un sillón frente a ellos.

-Debes de andar pensando quien es. Es comprensible. Nunca la habías visto antes.- asintió como aprobando lo que había dicho- Kelly y yo hemos estado viéndonos estos últimos meses.

Gabriel lo miro extrañado no creyendo lo que escuchaba.

-¿Estos últimos meses? Quieres decir que mientras estábamos en Inglaterra, ¿te buscaste novia?- decía mientras su mirada cambiaba a una de incredulidad- Estaba muriendo por volver y tu... ¿tú te estabas preocupando por conseguir una novia? ¿Qué diablos?

-Hey, no uses ese tono conmigo- lo miro seriamente. Luego se suavizo al mirar a novia y lo volvía a mirar- Te tengo una noticia que podría cambiar todo el ambiente de esta casa.

Gabriel lo seguía mirando serio hasta que su expresión cambio totalmente a asombro porque presentía a donde iba dirigido esa noticia.

-Kelly y yo nos vamos a casar.

Un balde agua fría.

-Y, por supuesto, va a vivir con nosotros.

Otro balde de agua fría.

Empezó por una fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora