Era lunes por la mañana y ya estaba lista para mi ingreso a la universidad, sólo quería que todo fuera perfecto y por supuesto que nadie supiera ya algo sobre mi boda con George Collins.
-Date prisa, debes desayunar antes de iniciar tus clases-vuelve a ordenar mi padre mientras le da la vuelta a unos emparedados que estaba horneando-. Si te vas con el estómago vacío no te prestaré el auto.
-Da exactamente lo mismo, ni siquiera tengo licencia-con un encogimiento de hombros tomé una pieza de pan y lo mastiqué mientras bebía mi taza de café.
-Mastica las cosas o te atragantarás-regañó nuevamente.
-Si no fuera porque llevas ese traje diría que te has tomado muy en serio tu reciente paternidad-volví a morder el pan y agregué-:por eso te amo papá. Me llevaré ese sándwich para almorzar en la escuela.
-Toma tu bolso, paso a dejarte a la universidad, me queda de paso.
-Gracias.
Rellené el maxi bolso con un suéter, mi cartera, una carpeta con hojas y mi celular, justo cuando estaba metiéndolo al bolso éste vibró y contesté rápidamente. Era Ferdinand.
-Oye, si hablo en mal momento puedo esperar-dijo mientras yo lanzaba el bolso al interior del auto de papá.
-Claro que no es mal momento, dime qué se te ofrece-respondí sonriente.
-Quiero por favor que seas mi espía por una semana, quiero que por favor me digas qué es lo que hace Serene, claro, si tú quieres.
La idea era excitante, ser una especie de 007 para seguir las huellas de una chica millonaria que pronto conocería a uno de mis amigos en París. Era un detalle tan romántico como perturbador.
-Encantada, yo te hablaré si hay alguna novedad-colgué y mi padre se puso en marcha sobre la carretera para ir a la universidad.
-¿Es alguno de tus amigos? -preguntó mi padre sin darle demasiada importancia.
-Algo así, quiere que le ayude con unas cosas en la universidad. Se llama Ferdinand.
-Sabes que no es que me meta en tu vida privada, pero no deberías pasarla rodeada de hombres, debes intentar hacer amistad con las mujeres-se estacionó y descendió para abrirme la puerta. Tomaría en cuenta ese gesto para futuras citas.
-Veré que puedo hacer al respecto, adiós papá-me despedí de él y saqué mi horario para revisar el salón en el que me tocaría tomar mi clase.
Estaba pasando por los pasillos cuando a lo lejos vi venir hacia mí a Christine con otras 3 chicas. Todas ellas tenían una actitud de diva que se creé la última mujer en la tierra, pero yo también podía hacerlo, yo también podía estar a su altura.
-Corin, por aquí-dijo Christine mientras sacudía su mano en mi dirección. La estúpida ni siquiera se tomó la molestia de aprenderse mi nombre.
-Enseguida voy, esperen un momento-saqué mi teléfono del bolso y lo introduje en el bolsillo de mi saco, prefería mantener las cosas de valor lo más cerca de mi posible y lo más alejado de ellas.
Caminé con descaro mientras movía mis caderas, mientras el viento agitaba mi cabello y mis largas piernas blancas lucían a la luz del sol debido a la falda corta que me había puesto para iniciar mis clases. Si quería iniciar con el pie derecho ese momento era el perfecto.
Mientras andaba por el pasillo varios chicos se quedaron observándome mientras Christine me veía con algo de celos y molestia. Eso se ganaba por tratarme de esa forma solo porque ahora sabe que poseo más dinero del que ella creía.
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Amor por casualidad
RomanceCaroline Woodlan tenía una vida hecha antes de su llegada a París. Tenía amigos que la ayudaban a cumplir cada cosa que se propusiera e inclusive tenía a cientos de chicos que morían por ella. Pero cuando el trabajo, los estudios y otras cosas se in...