Capítulo 2: Mi prometido

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Nos quedamos durmiendo uno al lado del otro sobre el poco cómo colchón del que se había apropiado George, quien si no fuera porque me encontró en ese estado tan deprimente y vergonzoso apostaría a que nos seguiríamos peleando como perros y gatos.

—George, despierta—lo muevo un poco pero él sólo ronronea—. Debemos entregar la habitación…tú se lo dijiste a la recepcionista—ahora lo pico en las costillas y él suelta un carcajada.

—Ya basta, basta—implora entre risas—. Calma, soy demasiado cosquilludo ¿te importaría dejar de hacer eso? —Quita mi mano con un solo movimiento y se levanta de la cama—. ¿Tienes hambre?, aquí cerca hay una pequeña cocina donde preparan guisos muy ricos y baratos.

—No gracias, debo regresar a mi casa—retiro la mirada de los ojos de George porque sé que sospechará acerca de mi falta de efectivo—. Además, ella debe estar preocupada por mí en este momento.

—Querrás decir por tu dinero—reprochó al tiempo que sacudía el colchón.

—Está bien, sé que realmente llegaré para que me reclame por el dinero…pero es mi madre, no puedo abandonarla y dejarla en la miseria—es verdad, por más cruel que haya sido conmigo no puedo dejarla abandonada para comenzar una vida llena de lujos y comodidades. Eso probablemente me perseguiría por el resto de mi vida haciéndome quedar como la mujer más cruel del mundo, ¿acaso no ya era malo que faltara un día en casa?

—Pero sólo te invité a comer, jamás dije que pagarías por ingerir alimentos, yo pago así que vámonos. Y no quiero volver a escuchar algo acerca de tu madre porque entonces te dejaré sola nuevamente—advirtió y tiró de mi mano para llevarme a comer.

Llegamos al sitio donde George me había dicho que cocinaban como los ángeles. Había mesas plásticas y unas sillas de madera. No tenía ni idea de que toda vía existieran sitios como este  en una zona tan urbanizada, era como si existiera un oasis dentro de una isla desierta.

Nos dieron un menú improvisado que constaba de una desayuno completo por tan solo diez dólares por persona, demasiado barato para ser real. Pero bueno, él invitaría y si me cobraba podría pagar esa cantidad.

Leí más de cuatro veces los diferentes desayunos y me convenció uno que contenía como entrada un coctel de frutas servidas como bolas de helado en un vaso, después darían una gelatina de yogurth natural con una taza de café o jugo de naranja y finalmente una rebanada de tarta de manzana ¿acaso no era mucho por tan poco dinero?

George se acomodó en su silla por tercera vez y levantó la mano para que la mesera fuera a atendernos.

—Por favor me trae el desayuno mediterráneo—ordenó y después seguí yo.

—Que sean dos por favor—le entregamos los menús y la señorita se fue, no sin antes desearnos unos buenos días.

Estuvimos esperando por mucho tiempo sentados sin hacer una plática que resultara interesante y no porque no hubiera temas para tratar, sino porque a ambos nos incomodaban los ya existentes y no queríamos arruinar el desayuno, así que nos dedicamos a hacer una charla tonta acerca de las cosas que nos gustaban.

Resultaba que a él le gustaban demasiadas cosas que coincidían con mis gustos, inclusive mi gusto compulsivo por las revistas de moda que salían mensualmente.

La mesera regresó con la comida en una bandejita de madera y repartió los platos sobre la mesa.

—Buen provecho—murmuró y se retiró rápidamente como si no quisiera entrometerse en nuestra charla.

Piqué con un poco de asco mi gelatina de yogurth que parecía que tenía semillas molidas dentro.

—Deja de poner esa cara, lo que tiene es la semillita de la fresa—él picó una de las bolitas de fruta y la masticó disfrutando del sabor perfumado que éstas despedían—. Si no quieres la gelatina intenta con la fruta, es deliciosa.

Amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora