Capítulo 1: Mi confidente

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Por fin un día libre. La profesora de álgebra no se ha reportado hoy en mi casa y podré salir a jugar con Terence, el hijo de la mejor amiga de mi madre. Disfrutaríamos de un picnic en mi jardín y su madre nos llevaría a jugar boliche en un lugar donde esa clase de juegos abundan.

—Lo siento Carly, hoy debes ir a grabar más partes de la cinta. La producción ha llamado y te necesitan en media hora—y de nuevo a estar bajo los reflectores.

—Mamá, Terence ha llamado desde hace un mes y no por eso tiene preferencia—reclamo pero comienzo a buscar mis zapatos más cómodos porque enseguida tendré que montarme en unos tacones enormes.

—Ya sabes lo que opino de que hagas amistades con los hombres.

—Que a ti te haya ido mal no significa que a mí me pasará, ya basta.

He tenido esta odiosa conversación con mi madre varias veces. Y es porque nunca puedo salir a jugar, todos mis días se reducen a un itinerario relleno de citas para grabar comerciales, alguna voz que te diga que comas frutas y verduras o que te describa las cualidades de “X” o “Y” producto, todo es tan molesto. Pero fue mi sueño.

Se supone que estoy viviendo el sueño y sin embargo no soy tan libre y feliz como me lo imaginaba, todo es diferente porque de pequeña me imaginaba la vida de una estrella llena de comodidades, lujos, ir de compras de aquí para allá y ser la popular del colegio, pero la realidad es bastante dura.

No tengo amigos porque no voy a la escuela ya que tomo clases en casa, no ando de aquí para allá porque debo estar metida en un estudio por lo menos veinte de las veinticuatro horas del día y finalmente  no hay lujos porque no hay tiempo de ir a comprar. ¿Qué sentido tiene la fama ahora?

La única que lo ha disfrutado, poco pero disfruta, es mi madre. Porque a ella le basta con dejarme en el estudio y marcharse a aprovechar el dinero con sus amigas del medio. Mi padre, por el contrario, se separó y lleva una buena vida en alguna empresa de plásticos, no recuerdo bien a qué se dedicaba, pero él tenía un trabajo consolidado del que recibía monumentales ganancias mientras que mi madre parecía explotarme laboralmente.

—Vamos Carly, necesitamos estar ahí lo más pronto posible, llama a tu amigo Traecy

—Terence—corregí mientras rodaba los ojos. Ni siquiera se molestaba por aprenderse el nombre de mi único amigo y eso que el hijo de su supuesta “mejor amiga”

—Como se llame, cancela tus planes con él porque en el estudio ya nos esperan—sentenció y me arrojó su teléfono celular para marcarle a su amiga y avisarle que no podríamos vernos.

Mi vida había sido siempre así. Mi primer comercial lo hice cuando tenía escasamente seis meses. ¿Han visto a los bebés a los que les colocan el pañal?, exacto, yo era el bebé apestoso que necesitaba ese cambio para que no me picara el trasero.

O la niña a la que deben darle una pastilla para que no se resfríe cuando salga a la lluvia. Incluso, cuando mi madre optó por cortarme el cabello como si fuera un chico, me dieron un pequeño papel de relleno en una comedia familiar donde yo sólo hacía un comentario espontaneo como el vecino de al lado.

Solo tenía diecisiete años y ya había recorrido un gran camino casi de forma inconsciente. Pero es a esta edad cuando una piensa que puede deshacerse de sus padres fácilmente y que cualquier cosa que haga no te traerá repercusiones. Sin embargo las trae y a veces parece que el dios del karma se pone de acuerdo para multiplicar tu sentencia.

—Mamá, quiero ir a ver a mi papá—musité una vez dentro del auto.

—Él está muy ocupado con sus negocios y dudo que quiera recibir a una adolescente rebelde en este preciso momento.

Amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora