—¿Se ha vuelto al otro lado?—Marco elevó la taza rebosante de café a sus labios y dio un sorbo amargo.
—En efecto—atinó a decir Clarise antes de que la pila de papeles que llevaba en la mano saliera volando en todas direcciones.
La tienda rosa pastel frente a el consultorio de Marco siempre había despertado en el un anhelo fantasma que no sabía muy bien describir.
Una construcción enana, que tenía más pinta de una casa, de un solo piso, con cuadradas ventanas y carteles blancos.
En el medio de todo una puerta minúscula, del mismo color edulcorado.Todas aquellas características juntas conformaban la librería "Marcada", la que se pasaba todas las horas y todos los días prácticamente cerrada, excepto cuanto ella entraba.
—¿Crees que la chica sea la dueña?
Clarise recoleto las hojas con suma torpeza y se acomodó el cabello rojizo en un chongo deshecho antes de contestar:
—No—le sonrió con sus dientes de dos años de ortodoncia y añadió—. Es una cría, probablamente aún no llega a los 20.
—Muchos hombres construyeron sus imperios a temprana edad, si no que hubiera sido de las Colt's o de Facebook.
El azul pálido del cielo veraniego, pereció ante los colores morados y anaranjados del ocaso, en el momento que Mave Daley emergió de la tras-tienda y cruzó una mirada retadora con el hombre detrás de la ventana aboveda del edificio de enfrente.
—Es lista—comentó el.
—Es rara—gruño Clarise al ver como la muchacha se perdía en la contemplación de las alas naranjas de una mariposa que por allí pasaba.
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Mis treinta primeros errores
Short StoryCuando eres un psiquiatra experimentado como Marco poco pueden espantarte las pacientes de diecinueve años, al menos que estas pacientes se llamen Mave. Y que estas Mave tengan una lista secreta de lo que los chicos no deben hacer y que seas lo sufi...