Amor dorado.

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Entonces le llevé una flor, precísamente una rosa,
una rosa de color rosa
y cuando se la entregué en sus manos la miré y le dije:
“si hubiesen flores doradas te la hubiese comprado dorada”...

Ella se estremeció al ver que la conocía como nadie más lo hace todavía, me sonrió nostalgicamente y más la forma en que me miró hizo que ese momento se sembrara en mi cabeza y floreciera para ser un recuerdo inmarcesible dentro de ésta.
Les aseguro que jamás había amado de esa manera tan certera, ella hacía que fuera más atenta,
por ende hice con atención y precaución cada acción en contra de la perdición en relación con aquél amor.

Me acuerdo bien de ese día, que por cierto fue uno de nuestros últimos días,
que lástima y que lamentable que ahora ni llevándote a un sembradío de rosas doradas junto a mí,
tú volverías...

Lo que me deja tranquila y en paz
es que
a pesar de que tú fueses la rosa, yo la espina o viceversa, nunca nadie te hará ver las rosas doradas siendo en realidad de color rosa.

Ella es una rosa que destroza y yo... Yo solo sé que siento un amor dorado que muy bien he guardado a pesar de que ella no ha querido cuidarlo, ni mucho menos
retomarlo.


– L.U.G
Madrugadas de poesía estilo Urbina.
30 de enero de 2016, 4:17 AM

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