CAPÍTULO 1

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Cinco años antes.

Viernes, 27 de septiembre de 2013

Málaga, España.

<Todo empezó una mañana cuando, al despertarme para ir a la facultad, mi madre me dijo que no llegara tarde al almuerzo ya que tenía algo muy importante que decirnos a mi hermana Elena y a mí. Al principio me pareció un poco raro pero no dije nada. Solo me limité a asentir con la cabeza, beberme el vaso de leche con Cola-Cao y marchar a la facultad.

Vivía cerca de la iglesia de La Victoria y, al salir del portal de mi casa, corrí calle abajo hasta una parada de autobús enfrente de un supermercado.

Subí al autobús como todos los días con mi mochila bandolera y los cascos del móvil escuchando a Mago de Oz y Evanescence, entre otros. Me senté en el asiento atrás del conductor, pero una señora mayor apareció así que le dejé el asiento. La verdad es que la pobre señora no dejó de agradecérmelo. Llevaba dos muletas y andaba bastante despacio.

Bajé del autobús a pocos metros de la facultad y asistí a mis clases de literatura como siempre.

Llegaron las dos y media del medio día, la hora de salida de la facultad. Cogí el mismo autobús que había cogido por la mañana y me fui a casa.

Llegue al portal y un matrimonio joven y sus mellizos en el carro estaban pasando apuros para poder subir las escaleras del portal con el carro al mismo tiempo que sujeta-ban la pesada puerta. Un pequeño sprint y cogí la puerta de hierro verde. A ellos se les iluminó la cara al ver que les estaba ayudando.

-Muchas gracias.-me dijo el hombre.

-De nada.-les respondí sonriente.

Una vez dentro, ellos fueron al ascensor para poder subir a la cuarta planta. Yo vivía en el primero así que, les sonreí a los mellizos, en la derecha estaba la niña y en la izquierda el niño, y subí las escaleras, como siempre, corriendo.

Cuando salió la película de Divergente, mi madre dijo que yo era así, divergente. Una mezcla entre Osadía, Abnegación, Verdad y con un ligero toque de Cordialidad y Erudición. No era suficiente ser solo uno, tenía que tenerlos todos. En aquellos momen-tos me hacían gracia esas cosas. Ahora pienso que ojalá mi vida fuese como Divergente o Los Juegos del Hambre y no como un oscuro capítulo de la serie de Buffy Caza vam-piros

No me malinterpretes, me encantan todos, pero... si alguna historia pudiera hacer-se realidad preferiría que fuese una historia de Jane Austen o Margaret Michelle.

-¡Hola, mamá!-Dije al entrar en mi casa dejando las llaves en la repisa de al lado de la puerta principal.

-¡Hola, cariño!-era mi padre. Tan guapo y elegante como siempre.

Era un hombre muy apuesto. Era abogado por lo que siempre tenía que llevar traje y corbata. Siempre se la teníamos que poner o mi madre o yo. Él sabía pero le gustaba que se la pusiéramos nosotras ya que hacíamos el nudo más bonito que él. Mi hermana quiso aprender pero como no le salió las tres primeras veces desistió de intentarlo una cuarta. Hoy por hoy no le sale la lazada de la corbata.

Hombres con el pelo castaño rizado, ojos verdes, de 1,85 e inteligente hay muchos pero ninguno como mi padre. Se llamaba Carlos.

-Venga. A la mesa, ya.-Era mi madre que salía de la cocina con un bol de comida lleno de ensaladilla rusa casera que, personalmente, me encanta la que hacia mi madre.

Mi madre era una mujer única. Físicamente era muy común –morena, pelo liso, ojos grandes y negros. 1,57, como yo. Delgada y muy buena cocinera –pero personal-mente era única -era agradable, simpática. Siempre con una sonrisa en la cara. Cuando pensaba que no mirábamos ni mi hermana ni yo, ella se abalanzaba a los brazos de mi padre y... ya te imaginaras.

Yo me senté corriendo en la mesa del comedor, junto a mi hermana y frente a mi madre, que a su lado, frente a mi hermana, estaba sentado mi padre.

-Mamá. ¿Qué querías decirme esta mañana con que no llegara tarde al almuerzo que mi padre tenía algo que contarme?

El silencio hizo acto de presencia cuando mi hermana, en tono sarcástico dijo...

-Uf. ¡Parece que ha pasado un ángel entre nosotros!-mi madre se tensó bastante cuando mi hermana dijo aquellas palabras y, tras unos segundos mirando a mi padre y él mirándola a ella de reojo habló.

-En realidad... no, no es solo a ti, Lucía. También incumbe a Elena.

-¿Y qué es?-preguntó ella.

-¡Me han ofrecido un puesto de trabajo en la ampliación de mi empresa de Vene-cia! Me pagan el doble que aquí y... -izo una pausa mirando a mi madre y cuando cogió su mano para tener más fuerzas para proseguir dijo.-... y he aceptado.

-¿Eso qué significa?-preguntó Elena muy asustada.

-Que... nos mudamos a Venecia.-concluyó mi madre.

A ver, no me malinterpretes, me encanta Venecia. Siempre he soñado con ir y pa-sear por sus pestilentes calles si era en verano y bellísimas calles si era en invierno pero... ¿vivir allí? Eso era harina de otro costal.

Nuevo idioma. Nueva casa. Nuevos amigos. Nuevos profesores, lo cual me parecía horrible. Y nueva universidad. La verdad es que lo del idioma era lo peor porque no soy muy buena en idiomas que digamos. Se hablar en Español e Inglés y porque los he estudiado desde que era un bebé, y no es que hable muy bien el inglés que digamos.

De repente el temor nos invadió a mi hermana y a mí. Creo que de las pocas veces que hemos estado en perfecta sincronización.

Nos alzamos de la mesa, a la vez, y, juntas, dijimos...

-¿Qué qué?

DESTINO I - AGUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora