CAPÍTULO 7

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Dolor. Era lo único que sentía cuando desperté.

No sabía que es lo que había pasado y lo único que me preocupaba era abrir cuanto antes los ojos para alejar la oscuridad mí.

Estaba en mi habitación y ya nada daba vueltas. Mi madre estaba sentada en una silla junto a mi cama, dormida, con un libro abierto en su regazo. Era de noche y todas las luces de la habitación estaban encendidas: la lamparita de pared sobre la cama, la lámpara del techo, el flexo del escritorio, más las luces del pasillo y las de la calle que también iluminaban un buen tanto. Menudo derroche. No entendía como mi madre pod-ía dormir con tanta luz a su alrededor.

Eché una ojeada a la portada del libro y leí, como pude, ya que aun tenía un poco cansada la vista, que la escritora era Sherrilyn Kenyon y el titulo de la novela era "El cazador de sueños". Se había leído toda la saga y este era el libro que más le gustaba y siempre que había algún problema y estaba preocupada por algo lo cogía y empezaba a leerlo. Cuando cesaba la preocupación lo dejaba y cuando empezaba otra lo retomaba por donde lo dejó la vez anterior.

El dolor de la pierna había cesado, al igual que los mareos y el vértigo, pero el miedo aun seguía ahí. ¿Qué me había pasado?

A juzgar por todas las luces encendidas y el hecho de que era de noche debía de haber estado como unas dos o tres horas inconsciente. Prácticamente toda la tarde. Me-nos mal que no tenía pensamientos de hacer nada importante porque de lo contrario me habría fastidiado todos mis planes, especialmente a última hora. Pero en fin. Práctica-mente desde que mis padres decidieron mudarse a Venecia todos los planes que tenía en mente sobre mi futuro habían cambiado radicalmente.

Antes mis objetivos eran graduarme y trabajar en una de las editoriales de la ciu-dad o, con muchísima suerte, en las más importantes de España. Desde que dije "hola Venecia" vivo en un mundo lleno licántropos, ángeles, demonios, nefilim y a saber cuántas criaturas extrañas más. Solo esperaba que no existieran realmente los zombis. Era lo que más asco me daba en el mundo, después de las arañas y las serpientes.

Acostada en la cama aun intentaba acostumbrarme a la luz y mis ojos se resentían todavía por el cansancio.

El pasillo estaba solitario. Un parpadeo. Ángel... Digo Isliah, estaba en la puerta observándome. Tardé unos segundos pero al final me di cuenta que llevaba una bandeja con dos platos de comida. Uno llevaba una tortilla de patatas. Mm... ¡Qué rica! Aún recuerdo como sabían las que hacia mi padre. Eran fabulosas. Las mejores que he pro-bado en toda mi vida. Y en el otro plato había una sopa de sobre que, a decir verdad, me gustaban más que las que mi padre hacia. Él era fan de las recetas extrañas de sopas para cuando estamos alguna de nosotras enferma y siempre sabían a rayos. Agradecí, y mucho, el hecho de que fuese una sopa de sobre y no una de sus invenciones.

Isliah dejó la bandeja en el escritorio y llamó a mi madre colocando dulcemente la mano sobre su hombro. Ella despertó con un sobresalto y lo primero que hizo fue com-probar si había despertado ya. Cuando vio que estaba despierta me besó en la frente y se fue derecha a por la tortilla de patatas. Isliah me ayudó a incorporarme, cogió el plato de sopa y se sentó en la silla donde había estado mi madre dormida. Y todo eso sin decir ni una sola palabra. Solo con miradas de agradecimiento.

Isliah se dispuso a darme de comer cuando, sin que él se lo esperara, cogí la cu-chara y la volví a meter en el plato. Después cogí el plató y me lo puse bajo la barbilla. Comí muy pausadamente. Mi padre había frito pedazos de pan y los había echado a la sopa. Me encantó.

Isliah se quedó muy frío al ver que le había quitado el plato. Mi madre se dio cuenta y salió del cuarto con el plato de tortilla en la mano.

-No me gusta mucho que me den de comer.-dije para intentar arreglarlo.

DESTINO I - AGUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora