II CAPÍTULO

7.1K 45 7
                                    

LAS EXTRAÑAS E INSÓLITAS AVENTURAS

DEL JARDINERO EXTRATERRESTRE

Un día cualquiera me llamó una vieja amiga, Marina Valencia, y me dijo que la oficina de responsabilidad social del periódico El Tiempo iba a empezar un proyecto con una población hasta ahora invisible en Bogotá, y que querían que yo apadrinara a uno de los elegidos para ese programa. El proyecto se llamaba <La ciudad jamás contada>. Se trataba de ayudar a relatar la historia de ese individuo,y, unos meses después, el periódico publicaría el relato con una breve nota del acompañante (en este caso un escritor, yo).

Una de esas noches, estando en la Feria del Libro en República Dominicana, tuve un sueño muy extraño: un guardia me conducía por el corredor de una cárcel y me llevaba hasta una sala donde me señalaba una mesa y dos asientos.

-Siéntese- me ordenaba -. Ya traemos al recluso.

Yo no entendía nada ni sabía por qué estaba en ese lugar. A los pocos segundos entró un preso de baja estatura, moreno y caminando inclinado hacia la izquierda. Se sentó en la otra silla y me dijo con una voz susurrante y melancólica - Es importante que cuente mi historia, pero en estas condiciones es imposible. Lo he hecho venir hasta aquí para decirle que necesito sus ojos para poder ver, necesito sus pies para poder correr ciertos lugares de la ciudad y necesito sus oídos para volver a escuchar. ¿Seria usted tan amable de prestarme su cuerpo, señor Mendoza?

La situación me emocionó y respondí sin pensar:

-Sí, le presto mis sentidos para que pueda contar su historia.

-Eso quería escuchar. Muchas gracias. Ya se puede despertar, señor Mendoza.

Y me desperté. No tenía ni idea de qué significaba ese sueño, pero llamé enseguida a las organizadoras del proyecto y les dije que era importante difundir la convocatoria en las cárceles de Bogotá, y que yo quería mirar ese material. Regresé al país. Unos días más tarde hable con ellas y les pregunté si ya tenían finalistas.

- Hay unas historias magníficas que enviaron algunos de los presos en La Modelo, La Picota y la cárcel El Buen Pastor- me contestó mi amiga con un tono de voz que pretendía entusiasmarme-. Creo que son perfectas para ti.

Le dije que lo pensaría y que mientras tanto me fuera enviando algunas copias de las que ella considerara las mejores. Me aseguró que lo haría enseguida. Dos días después estuve visitando a dos de los finalistas en la Cárcel Modelo y en la cárcel El Buen Pastor. Historias de mulas que caen en el aeropuerto El Dorado con unos pocos kilos de cocaína. La vieja historia de gente buena desesperada que acepta tratos ilegales para salir del atolladero.

El ambiente carcelario me recordó libros y películas sobre el tema.Imaginé a Papillon o al protagonista de El beso de la mujer araña deambulando por los patios, riendose, jugando parqués. Esquizofrenia de escritor, que es una de las peores.

Cerrando la tarde visité la penitenciaría La Picota, al sur de la ciudad. Iba en busca de Klauss Salcedo, uno de los participantes. Me habían contado que el día que entregaron las convocatorias, un preso había extendido las manos por entre los barrotes y había asegurado que las repartiera a su vez en el patio quinto. No lo hizo. Se encerró durante tres semanas y las llenó todas él solo. Con un tipo de letra exquisito, preciso, había contado cincuenta escenas, cincuenta epifanías de su vida. Yo había leído esas hojas en las horas de la noche y la sensibilidad de ese individuo me había intrigado, casi fascinado. Lejos de jugar a la víctima, Klauss parecía tener una increíble consciencia del presente, una lucidez que lo conducía inevitablemente a un vitalismo extremo,a eso que los antiguos llamaban carpe diem, esto es, a la experiencia de que existimos solo en el instante, aquí y ahora. Al menos eso era lo que dejaban traslucir sus breves textos.

Paranormal ColombiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora