I CAPITULO

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TRASCENDENZ/Q


  Conocí a Armando Martí durante una entrevista que él y su esposa Catherine me hicieron con respecto a uno de mis libros. Me pareció un buen lector, refinado, culto, muy gentil, y con cierta fuerza interna difícil de detectar. Por aquel entonces no lo había visto aún en los medios de comunicación hablando de sus predicciones. Para mi era solo un periodista.

Un tiempo después me lo empecé a tropezar en radio, en televisión y en las revistas vaticinando hechos políticos y futuros sucesos de los famosos. Algo había en él que me parecía extraño, como fuera de lo normal, como si se moviera en unas coordenadas propias. Leí su blog, sus predicciones y sus artículos periodísticos. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba muy implicado con la política colombiana y con ciertas estructuras de poder. Poco a poco empecé a reconocerlo y descubrí que había sido el mentalista implicado en el escándalo de la físcalia, el psíquico que había llevado a cabo una extraña sesión de hipnosis para hallar los restos de la avioneta del exministro Londoño y la terapeuta de muchos personajes reconocidos, entre ellos actores de Hollywood.

Cuando la idea de este libro cuajó en mi mente, fue la primera persona a la que contacte. le expliqué el proyecto, le dije que el país estaba harto de mafiosos y corruptos, de sicarios y matones. y que quizá había llegado la hora de abrirle a nuestra sociedad una puerta para indagar en nuevos imaginarios, nuevas relaciones, en nuevas formas de percepción del mundo. Me atendió con mucha amabilidad y me dijo que sí, que contara con su testimonio. 

Me recibió en su consultorio una mañana lluviosa. Llegué antes de la hora pactada. Su asistente me ofreció algo de beber y me dejó frente a un televisor en el que estaba el Dalai Lama dictando una conferencia. Vi una escultura de Jesús en madera, varios budas metálicos, una biblioteca con títulos que no alcanzaba a detallar y pinturas japonesas de sumi-e colgadas en los muros. Todo impecable, muy limpio y agradable. Afuera, en la terraza, había un espacio que me daba la impresión de un pequeño spa. Me sentí a gusto en el lugar.

  A los pocos minutos entró él y nos saludamos con un fuerte apretón de manos. Me pareció increíble que tuviera sesenta y dos años, pues es un hombre que se mantiene en forma, atlético, sonriente, con un rostro que aparenta unos cuarenta y cinco o cincuenta años a lo sumo, muy rápido mentalmente y con un fino sentido del humor.

Le pregunto de entrada por sus orígenes, por su niñez y adolescencia. Quiero saber en qué momento exacto de su juventud sucede el quiebre, ese momento de revelación en el que aparece un camino diferente para él, el camino del clarividente  y del especialista en lo paranormal.


1. 


AM : Mis padres se casaron de la misma edad, cumplen el mismo año. Mi madre se llama Teresa Chavéz Guzmán y nació en la ilustre ciudad de Popayán, como se decía antes... Mi papá, que ya murió, se llamaba Armando Francisco Martí Torres. Eser apellido Martí tiene orígenes madrileños, españoles, y está relacionado con el famoso poeta cubano José Martí. Mi abuelo muere por esa época de sinusitis porque no había llegado la penicilina a Colombia. Tenía menos de cuarenta años. Entonces mi papá queda en manos de mi tía, de la tía abuela, quien es Blanca Martí de David Almeida, fundadora de la escuela de enfermeras de la Cruz Roja y condecorada con la Cruz de Boyacá...

MM: La medicina y la poesía, dos disciplinas que al comienzo de la humanidad tienen nexos profundos y que están muy relacionados contigo.

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